Lánzame Un Último Beso

cap. 7 – la maniobra secreta de Lily Owen

— ¿Andrew Huard y… Lily Owen? —lee en voz alta la rubia. Trago saliva, levantándome con piernas temblorosas. Mis manos están en la misma condición, aun así estiro una de ellas para arrebatarle la hoja sucia y arrugada. También recojo las demás.

Su mirada confundida refuerza ese gigantesco signo de interrogación que denota su expresión. Afortunadamente, en ese preciso instante, la campana que anuncia el inicio de clases, resuena por todo el pasillo.

—No lo conoces, fue hace mucho, es una larga historia —suelto una carcajada sutil, sin embargo, no consigo arrancarle ni la más mínima sonrisa—, para otra ocasión… ¡Suerte en clases, Mari!

Concentro toda mi energía en mis piernas para huir de dicha situación lo más rápido posible. Apenas entre a casa, planeo quemar esa hoja y todas las demás que encontré en mi casillero. Es una vergüenza continuar teniéndolas en un lugar tan hostil y peligroso como el colegio. De cierta forma el latido desenfrenado de mi corazón manifiesta la amargura residual de activar dichos recuerdos que tanto me había esforzado por olvidar. Tampoco me alegra mucho la idea de que Marina se haya enterado de mi patético pasado.

—Maldito casillero desordenado… —mascullo entrando a mi clase. Al menos ese aislado asiento al fondo de la habitación me espera solidario.

—La actividad de hoy es leer las primeras quince páginas de este artículo —las palabras fluyen con lentitud de la boca de la maestra, es una mujer anciana, de quien ha corrido el rumor de que ya se jubilaría desde hace cinco años. Como pueden ver, ya casi son seis y continúa perseverando. Realiza un tembloroso ademán con la mano cuando paso a su lado, para que agarre las copias del mismo y lo reparta por la clase. He sido la escogida, reconozco sin demasiado entusiasmo.

—Gracias…

Hago lo mío y entrego las hojas al primero de cada fila para que lo pasen a sus compañeros detrás. Pero incluso aunque estoy en último lugar, soy lo suficientemente precavida como para quedarme con una copia para mí.

Cuando tomo asiento, reparo en que, aunque el tema del artículo no podría interesarme menos, no es una lectura compleja, aunque sí larga. La maestra toma asiento sobre su escritorio, se concentra en lo suyo. Yo me pongo cómoda fuera de sus ojos y me sumerjo en lo mío.

Si el indiferente muchacho que se sienta al frente mío en la clase de literatura no se hubiese levantado con un susto brusco en cuanto suena la campana, tal vez me habría quedado prendida en el cómic que silenciosamente leía por debajo del escritorio. Este Webtoon está tan adictivo que casi prefiero quedarme leyendo en vez de salir a almorzar. Sin embargo, mi estómago opina lo contrario, generando unas protestas tan sonoras que incluso la maestra levanta una ceja para echarme un vistazo escandalizado. ¡Qué vergüenza! Con sutileza guardo mi Tablet entre mi falda y mi suéter, de paso también le regalo una culpable sonrisa fingida por haberme distraído durante toda su clase. Salgo de allí volando. No literalmente, claro está.

El pasillo es muy bullicioso a esta hora, mis compañeros de clase se reúnen en grupos afines con los que crean más caos, soltando risotadas a diestra y siniestra sin pensar en que podrían dejar sordo a cualquiera que pasa a su lado. Lanzan comentarios banales y crueles sobre otras personas, tampoco les importa herir sentimientos. Los fulmino con la mirada, cansada por no tener otra opción que lidiar con este ambiente por un año más.

Recuerdo con aún mayor amargura el trabajo que tengo pendiente para la otra clase. Mikaela ha estado huyendo de mí desde que nos lo enviaron, lo que ya es poco más de una semana. Y estoy perdiendo la paciencia porque el primer borrador del proyecto es para la próxima semana y ni siquiera hemos intercambiado una sola palabra al respecto.

Tampoco tengo dentro de mis planes reprobar por su culpa.

Así que aquí estoy ahora, hecha un manojo de frustración que observa cada rostro de este miserable comedor para encontrar a una ex mejor amiga de entre tantos adolescentes ruidosos. La diviso en la fila del bar de alimentos, está cruzada de brazos y observa con cara de pocos amigos a su alrededor, con complejo de desinterés y apatía. Declaro que esta vez no se me va a escapar. Camino hacia ella completamente furiosa, y sé que se nota porque llamo la atención de algunas personas alrededor, los de cursos menores me dejan pasar temerosos, pero también me gano miradas asesinas de los que no están de acuerdo. Intento calmarme un poco, sus expresiones curiosas logran cohibirme de cierta forma.

—Debemos organizarnos para realizar el proyecto —le escupo con total frialdad cuando me detengo a su lado.

Levanta una ceja al reparar en mi presencia, pero mantiene la vista al frente, entonces se encoje de hombros antes de ignorarme. Aprieto los puños, su actitud no está siendo de mucha ayuda. Lo intento de nuevo:

— ¿Lo dividimos? En realidad, es un tema difícil de separar por partes, pero si prefieres...

Se cruza de brazos, soltando un largo bufido fastidiado que me corta abruptamente. Ni siquiera se digna en mirarme a mí. Y saca dinero de su billetera, sin contestar. Maldito el momento en el que la señora Méndez sacó ese jodido papel con su nombre de la caja. Suspiro con fuerza, sintiéndome todavía más impaciente con cada segundo que pasa. Me está ignorando olímpicamente.

— ¿Podrías cooperar un poco? —Le reprocho antes de poder detenerme—. Tampoco es mi situación ideal, pero al menos podemos terminar con esto rápido y dejaré de molestarte después.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.