Capítulo 2

La Elfa del Bosque Eterno.

El viento susurraba entre los árboles altos del Bosque Eterno, un lugar donde el tiempo parecía detenerse y los rayos del sol se filtraban como hilos dorados entre las copas frondosas. Allí, bajo la protección de raíces antiguas y canciones de aves milenarias, nació Lyrenelle Stardrop, una elfa de cabellos plateados como la luna y ojos verdes que brillaban con sabiduría ancestral.

Lyrenelle no era una elfa cualquiera. Era hija del espíritu del bosque y de una elfa sanadora, lo que le otorgaba un vínculo único con la vida misma. Donde caminaba, las flores brotaban. Donde lloraba, la lluvia cantaba. Su alma estaba entrelazada con la magia pura de la naturaleza.

Desde joven, se le enseñó a escuchar los susurros de los árboles, a hablar con los animales, y a leer el lenguaje oculto de los cristales del bosque. Sin embargo, una profecía la perseguía desde su nacimiento:

"Cuando las raíces tiemblen y la luna sangre, la hija del bosque deberá elegir entre salvar la vida... o salvar el alma."

Aunque nadie sabía lo que significaba, los ancianos del bosque la protegían con un cariño casi reverencial.

Pero no todos estaban en paz.

Más allá del límite del bosque, donde la niebla era espesa y los árboles se volvían retorcidos, un antiguo mal dormía. Un rey caído, expulsado del reino élfico siglos atrás, estaba despertando... y buscaba venganza.

Un día, mientras Lyrenelle recogía savia de estrellas bajo la luz plateada del crepúsculo, escuchó un rugido distante. El suelo tembló. Y de entre las sombras, un ciervo blanco —símbolo sagrado del bosque— corrió hacia ella, herido, sus ojos brillando con desesperación.

—Han cruzado la barrera... vienen por ti —susurró antes de caer.

Lyrenelle cayó de rodillas a su lado, sintiendo cómo una nueva vida, una nueva batalla, acababa de comenzar.

Lyrenelle limpió la savia blanca de las heridas del ciervo con delicadeza y susurró un hechizo curativo. Sus manos brillaron con un suave resplandor verde que se expandió hacia la criatura. Poco a poco, el ciervo levantó la cabeza, aunque su mirada aún reflejaba preocupación.

De pronto, un sonido de pasos ligeros entre las hojas anunció la llegada de alguien más. De entre los árboles apareció un joven elfo, alto y elegante, con ojos tan oscuros como el bosque en la noche y una capa tejida con hojas y sombras.

—Soy Caelen, guardián del Bosque Eterno —dijo con voz firme pero amable—. He sentido la perturbación y vine tan rápido como pude.

Lyrenelle se levantó, observándolo con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

—¿Quiénes son “ellos”? —preguntó.

Caelen frunció el ceño.

—Los Herederos del Abismo, seguidores del rey caído. Vienen a romper la barrera que protege este bosque para sumergirlo en oscuridad eterna.

—Entonces no tenemos tiempo que perder —respondió Lyrenelle con determinación—. Debemos proteger el Bosque Eterno, aunque eso signifique arriesgarlo todo.

Caelen asintió y le extendió la mano.

—No estás sola en esto, Lyrenelle. Juntos enfrentaremos la tormenta.

Mientras Lyrenelle y Caelen se adentraban en el corazón del Bosque Eterno, un susurro antiguo comenzó a envolverlos. De repente, un destello plateado cruzó entre los árboles y una figura se materializó frente a ellos: una elfa con cabello negro como la noche y ojos violetas que brillaban con intensidad.

—Soy Nymera, guardiana de los secretos olvidados —dijo con voz melodiosa pero firme—. Vengo con un mensaje para ti, Lyrenelle.

Lyrenelle dio un paso adelante, intrigada pero alerta.

—Habla, Nymera.

La guardiana reveló un antiguo pergamino que contenía la historia del rey caído y su vínculo con Lyrenelle.

—El rey no solo busca venganza, sino que está conectado a tu linaje. En su caída, un fragmento de su oscuridad fue sellado dentro de ti desde tu nacimiento. Esta es la razón por la que el bosque y tú están en peligro.

Lyrenelle sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Entonces parte de esa oscuridad está dentro de mí?

Nymera asintió solemnemente.

—Solo enfrentándola y aceptándola podrás salvar tanto el bosque como tu alma.