—Porque incluso entre mil vidas… el alma recuerda a quién amó—
Lyrenelle Stardrop abrió los ojos por última vez.
Pero no estaba en el cielo de las hadas
ni en el bosque eterno de los elfos,
ni en el abismo de las sirenas,
ni entre cenizas de fénix ni tronos olvidados.
Estaba en el vacío.
El lugar entre todas las vidas.
Donde no existe el tiempo, ni la muerte, ni el renacer.
Solo el eco de lo que fue.
Frente a ella flotaban fragmentos, como espejos flotantes.
Cada uno mostraba un rostro.
Una historia.
Un amor.
Un dolor.
Y en todos… él estaba allí.
No con el mismo nombre.
No con el mismo rostro.
Pero sí con la misma mirada.
Los mismos ojos que la buscaron cuando ella era hada, elfa, vampira, sirena, fénix, diosa, bruja, híbrida, centinela…
Él, que a veces la salvó.
Él, que a veces la perdió.
Él, que a veces solo la miró desde lejos.
Y sin embargo, siempre volvió.
—¿Por qué él estaba en todas mis vidas? —susurró.
Una voz dulce, como el primer suspiro de una estrella al nacer, respondió:
—Porque sus almas están unidas desde el inicio del tiempo.
Porque él es tu reflejo, tu ancla, tu hogar.
El universo los separó para que aprendieran, crecieran, lucharan…
Pero jamás para que se olvidaran.
Las versiones de Lyrenelle la envolvieron, uniéndose en una sola.
Ahora ella lo recordaba:
el primer beso en un campo de luciérnagas,
el sacrificio bajo la luna rota,
la promesa no dicha bajo el agua,
la mirada final antes de arder como fénix…
Todo fue él.
Siempre fue él
Y entonces, él apareció.
Como si también hubiera llegado a ese lugar entre mundos.
Vestía blanco y sombras.
Llevaba en los ojos siglos de amor contenido.
—Te encontré… otra vez —murmuró.
Lyrenelle sintió que todos los hilos del destino se ataban en un solo lazo.
Él caminó hacia ella.
No dijeron más palabras.
No las necesitaban.
Y cuando sus labios se tocaron,
el vacío se llenó de luz.
No la luz del sol o del fuego.
Sino la luz que nace cuando dos almas
finalmente se reconocen,
sin forma, sin cuerpos,
solo como lo que siempre fueron: uno solo.
La puerta hacia el descanso eterno se abrió.
Y esta vez… entraron juntos.