Aric
Amanece un día más, después del caos de la elegida de ayer.
Me levanto de mi cama como si todo lo ocurrido fuera parte de un sueño extraño y sin sentido. Sé la razón detrás de todo, pero no es momento de revelarle nada a Aeris; ella tiene que adaptarse al nuevo mundo, aunque no tenga idea de nada aún.
Llegó a su casa y me abrió la puerta. Me voy a sentar en su sillón blando y rojo.
—Aeris, ¿cómo dormiste después de estar encarcelada? —digo con una sonrisa ligera, casi detenida.
—Qué gracioso —responde con el rostro adormilado.
—Hay que resolver lo de ayer… bueno, más bien tranquilizarlo.
—Pero ¿cuál es el problema? No entiendo —azota su mano contra el aire—. Soy la elegida, dicen… ¿pero de qué y por qué? Es ilógico no saber nada.
—Y sí… pero antes de que inicie la nueva primavera, ¿sabías que es de mala suerte arreglar problemas en la segunda nueva estación?
—¿Pero por qué nadie me dice nada de la elegida? —dice con el rostro arrugado.
—Vale, te lo he estado omitiendo todo este tiempo, pero te prometo que te lo diré cuando estés lista —aclaro.
—Estoy segura de que solo es una tontería. Tengo un poder elemental como otros también pueden tener. El aire es el mejor, ¿o qué? —parafrasea cantando cada palabra.
—No, créeme que no es eso. Algún día lo sabrás.
—Me tengo que ir con el líder de Charlataans para resolver el conflicto con Dimenfay.
Me alejo y cierro la puerta blanca.
Aeris
Veo a Aric por el reflejo borroso del cristal, cada borde y la flor de la ventana lo distorsiona levemente. Se aleja y cierra la puerta blanca.
Porque nunca entiendo lo que me pasa en esta vida… pienso. Si trato de entender algo que no se entiende, solo perderé mi paz.
Aric
Mis pies apuntan hacia el horizonte del bosque. Miro cada estación y cómo interfieren unas con otras. Quiero saber si puedo descifrar lo intangible, así como Aeris, cuando ya nos conocíamos.
Pero nada… todo me parece simple y superficial.
Tomo mi camino: paso por la estación primavera, giro a la izquierda, cruzó la estación bosque y no olvido mi hogar, estación templado. Solo es un cuadro rectangular de espacio, pero sé que sería odiosa si esa estación aparece. Por ahora, es segura solo mi cueva, en todas las estaciones principales… menos en enero y febrero.
De allí desborda la arena y el problema. Algún día lo solucionaré… ¿pero por qué nadie se ha dado cuenta?
Llego a la esquina del bosque y vuelvo a girar a la izquierda. Miro la estación otoño y sigo hasta llegar a la plaza Family. En una cabaña vive el líder. No es una simple cabaña: es sedosa, con ramas especiales de un color anaranjado brillante.
Ni siquiera tiene puerta, pero sé que no es su verdadero hogar, sino su oficina.
—Hola, buenas —digo apoyando mi mano sobre los palos—. ¿Hay alguien ahí? —asomó el rostro.
Veo a alguien dormido al lado de un periódico.
—¿Es el líder? ¿Y está durmiendo también? Whoa… no me esperaba esto.
—Aaagh —el líder despierta al verme—. Lo siento, me quedé dormido leyendo el periódico.
Agacha la cabeza y comienzo a reír un poco.
—Venía por algo —digo.
—Sí, dime.
—Necesitamos solucionar nuevamente lo de Dimenfay. Yo trabajo ahí… además apoyo a alguien especial que no es completamente de esta realidad y…
El líder abre los ojos y se levanta impulsivamente.
—¡Pues qué estamos esperando! Iré por mi traje. Entre líderes todo es distinto desde que el mundo se dividió… y ahora es coexistente —susurra.
Se pone su suéter de cuero y cuelga unas gafas en su cuello. Salimos de su oficina.
Casi aseguraba que este día no sería de descanso para él.
Caminamos juntos.
—Si descanso seré un fraude para el pueblo —aclara, ajustándose la vestimenta—. No debo dejar nada a medias.
—¿A dónde vamos? —pregunto, deteniéndome.
—A Dimenfay —dice mientras entra a la estación templado entre invierno.
—¿Dónde está el árbol? —pregunta mientras mira alrededor.
—Lo quitaron los de Dimenfay para que nadie pudiera pasar.
—Lo que faltaba… ahora ni yo tengo permiso.
—De eso hablaba. Pero aún así tengo la programación dimensional de Dimenfay.
—O sea, sabes usar la Telensportación… increíble. Con dos personas nunca lo logré.
—Eso fue en el pasado, cuando te habían corrido.
—Pero necesito mi reloj programador. Sin él, no tengo poder dimensional.
Mientras programa la Telensportación, seguimos hablando.
—Mi poder elemental lo tengo de corazón —digo—, pero no hace magia sin las dimensiones.
—Tal vez puedo ocasionar incendios, transformar desde cenizas… pero no ha llegado el momento.
Las dimensiones se activan y un portal se abre. Entramos los dos. Se cierra detrás.
El ambiente cambia de inmediato: esta es la quinta dimensión. Una de las razones por las que todo se separó. Atrás queda Charlataans… muy atrás.
Caminamos por la carretera hacia el edificio donde trabajo. Entramos al elevador. Abajo está el acantilado de amatista, donde estuvo Aeris.
—Aquí es —dice el líder—. Bajemos.
Asiento.
Pasamos por pasillos de plástico duro, morado y azul. Buscamos la puerta específica.
—Esta es —susurra.
Dos guardias bloquean el paso.
—Alto ahí. No pueden pasar sin autorización del líder.
—Pero yo soy el líder de Charlataans. Vengo a hablar de jefe a jefe.
—Aun así debemos preguntar.
Un guardia entra.
—Jefe, lo buscan.
—¿Quiénes son? —pregunta el líder de Dimenfay, Eugenio.
—Aric y el líder de Charlataans.
—Ah, mi trabajador estrella. Bien… déjenlo entrar, pero por separado. Primero Aric.
—¿Qué? —reclama el líder de Charlataans—. Venimos por lo mismo.
Le guiño el ojo: tengo un plan. Él me lo devuelve nervioso.
Se cierra la puerta.
—¿Qué vienes a hacer aquí? ¿Y por qué estás con él? —pregunta Eugenio.