Las 100 rosas azules

Rosa/09: ¿Puedes leerme la mente?

Aeris

Es mediodía, cuando la tarde y el amanecer se esconden.

En la mañana me encargan muchos paquetes, pero esta vez son de juegos de mesa y más cosas. Todos han sido cancelados sin razón alguna. No me explican por qué, pero me dicen que puedo usarlos siempre y cuando los entregue la semana que viene, y que no falte nada o un descuido lo pagamos.

Aric y yo jugamos unos dos juegos de mesa: dominó y ajedrez.

Me gana en todas las partidas de ajedrez. Es como si estuviera jugando su misma programación. Como yo no soy buena en nada inteligente, el ajedrez no me va bien.

Estoy en la sala de Aric, esperando a que traiga el siguiente juego.

Se escucha una voz ahogada con sus manos, buscando entre cajas el mejor juego.

En estos años ya he cumplido diecisiete en febrero; Aric tiene dieciocho.

Efectivamente, me lleva un año.

—Traje este —levanta la caja entreabierta—. Batallé para encontrarlo —levanta sus labios hacia arriba sin sonreír mucho y expande los ojos.

—¿Y por qué lo buscas?

Aric voltea los ojos hacia un lado.

—Hay que divertirnos.

Estoy sentada en el suelo, con mi antebrazo apoyado en la mesa en la que vamos a jugar los juegos de mesa.

Se acerca a mí con una mirada intensa y se sienta a mi lado en el suelo.

Sonríe con vergüenza y se tira a la mesa ligeramente, con los brazos cruzados, esconde su rostro, se levanta y me mira.

Y yo comienzo a ver una doble intención en Aric.

<<¿Qué quiere?, ¿qué quiere conmigo? ¿No vamos a jugar un juego de mesa? Parece que me contara un secreto gracioso o fuera de la línea.>>

—¿Cuál juego, Aric?

—Voy.

Acerca la caja y empieza a sacar las piezas.

Jugamos un buen rato. Un juego de piezas de colores que si lo derrumbas pierdes.

Entre risas y concentración, Aeris y yo colocamos las piezas sobre la mesa y nos metemos en el juego de mesa. Cada movimiento provoca miradas, bromas y comentarios. Se siente un ambiente relajado, divertido y a la vez tenso. A veces pierde, a veces gano; cada jugada nos hace reír y comentar, acercándonos poco a poco.

Aric

Después de varias partidas, vuelvo a mirar a Aeris.

—Puedo leerte la mente, y desde que te conozco no me he aguantado todo lo que piensas en tu mente.

<<Aún no creo que vaya a bromear esto con Aeris, espero que no salga mal.>>

Se levanta de un salto, pero mantiene sus pies anclados y sus manos ligeramente cerradas.

Me levanto del suelo, fijo mis ojos hacia un lado mientras veo a Aeris, tapando el torso de mi nariz.

—¿Qué... qué cosas ya sabes? ¿Qué pensamiento te molestó? —digo con voz entrecortada.

<<No puede ser que me haya creído tan fácil, pero conmigo todo es posible.>>

—Ehh… —Nervioso, sacudo los dedos de mis dos manos y volteo hacia abajo sin saber qué decir—. No quería perder mi reto.

Así que me invento algo que claramente sería verdad.

—Sé que vienes de otra realidad.

Aric ya lo sabe, de mi Earis o solo eso.

Tapo y golpeo mi boca con la mesada que acabo de decir; es como decirle sobre la revelación, pero no exactamente quería decir eso.

—Qué… yo nunca pienso algo como eso. Eso es un secreto que no tiene respaldo en la realidad.

Por lo menos Aeris no sabe nada de nada.

<<De las que me salvé, diablo. Ahora mismo me siento con la personalidad de Aeris.>>

—Buen intento para leer mi mente, pero ¿por qué habría un secreto o algo de ese estilo conmigo? No entiendo qué querías lograr con eso.

—No, eso no. Sí leo todos tus pensamientos —miento de nuevo tratando de recuperar mi broma—, pero lo que dije hace un momento fue por nervios. ¿Por qué quieres que repita lo que ya pensaste?

—Oh —exclamo, sintiéndome acorralada—.

—Es cierto… bueno, no lo hagas más. ¿Cómo puedes hacer eso? Desde el día de hoy, a tu lado no pensaré más. Nada. —Muerdo mis uñas con un pánico visible.

<<Es una buena ventaja fingir que puedo leer su mente, pero no porque yo quiera, sino por algo que no puedo imitar.>>

—Eh, no, tranquila, no sucede nada. Ya estoy acostumbrado; normalmente ya no actúo a los pensamientos de los demás.

Pero es imposible no leer tu mente, porque me llega instantáneamente como una voz. Pero hay algo: puedo evitarlo cada vez que alguien responde en voz alta para no escuchar ese pensamiento después de hablar.

—Desde ahora siempre te responderé antes de que mis pensamientos lo hagan.

Menzengo una carcajada atrapada.

—¿De qué te ríes? —ella me ve sombríamente, mientras la noche azulada se acerca.

Decido parar la broma; no tiene sentido.

—Es mentira. ¿Cómo podré leer tu mente?

Eso está en los límites dimensionales. “No lo está.”

Ella no dice nada, pero sé que esta vez no ha creído la verdad.

—Ya no trates de decir que es mentira. Siempre me haces bromas, me ganas todas las partidas, tienes habilidades y me haces quedar como una loca.

Lentamente acerco mi mano alrededor del hombro de Aeris.

Ella me mira tratando de descifrarme.

Respondo a su mirada viendo con fascinación, superando su mirada.

Mantengo mi mano en la misma zona. Mis formas de mirar, junto con mis acciones, no tienen otra intención para mí que coquetear con ella.

Pero parece que esto no me llevará a ninguna parte. O tal vez… sí.

—¿Qué haces? —dice suave—. Me miras y no vas a decirme nada.

La ignoro y sostengo la mirada abajo de su rostro, donde no puedo verla directamente.

En este momento prestó más atención al color azul de su suéter de lana, cómo resuena conmigo elegantemente.

Se ve bien con ese color, supongo; me hace pensar en una imagen simbólica.

—Quieres leerme la mente, ¿verdad? —devuelve el tema—. A ver si me intimidas.

—Porque te desvelas sola —sonrío mostrando mis dientes con una pizca de picardía.




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