Las 7 maravillas: el comienzo

Capítulo 3

Mayo 20, 2016

LUIS ÁNGEL POV:

Al día siguiente, me levanté sin ánimos y con mucha pereza. A pesar de la reciente incorporación de Danna, no podía olvidar la forma en cómo había sido asesinada aquella mujer. 

Aún me resultaba complejo adaptarme a mi nueva vida, pues hace no menos de dos días descubrí quién soy en realidad y que existe un grupo de sujetos que no solo no toleran nuestras diferencias, sino que además nos matan por eso.

Decidí dejar el tema de los cazadores atrás y poner mi atención en la búsqueda de más brujas y magos para agrandar el grupo.

Mi madre entró a mi cuarto como cada mañana para despedirse. Sin embargo, notó mi evidente estado de ánimo.

—Luis Ángel ¿Te sucede algo, cariño? —se oía muy preocupada. Tomó asiento a mi lado— Te noto raro ¿Hay algo que te tenga preocupado? 

—No, mamá. No es nada. Es solo que no me gusta ver cómo las personas matan a otras por no tolerar quienes son —fui sincero.

—De seguro te refieres a la mujer que fue asesinada ayer en el barrio chino por ser lesbiana —¡Guau! Así que ya había salido en las noticias el asesinato de ayer. Parece que supusieron que el motivo del crimen fue por su orientación sexual. Pensé por unos segundos en mi siguiente respuesta, pero tardé en decir algo y mi mamá se dio cuenta— Si es eso lo que te preocupa, debes saber, cariño, que nuestra sociedad es cruel y aún no está preparada —mis padres sabían perfectamente mi orientación sexual. Mi madre a veces suele pensar que me pongo triste porque, según ella, yo pienso que nunca encontraré un amor correspondido. Pero se equivoca, yo no pienso eso. Sé que en algún momento él llegará. Ella se acercó a mí y me abrazó con mucho afecto— Solo te pido que seas valiente, entiendes —asentí. Claro que entendía— Te quiero mucho, mi amor, nunca lo olvides —terminó el momento con un cariñoso beso en mi frente que, a pesar de ser breve, estaba cargado de mucho amor.

Luego del beso y del abrazo, salió de mi cuarto rumbo al carro donde la esperaba mi papá para irse al trabajo.

—Te amo mucho, mami —dije para mí mismo. Mi mamá es sin duda la mujer más comprensiva y amorosa de este mundo.

Luego de la plática, me alisté para ir a la escuela. Mis hermanos ya se habían ido a las suyas. Tomé un ligero desayuno, cepillé mis dientes y luego me dirigí a la puerta para salir. En cuanto la abrí, Danna y Fernanda aparecieron en frente de mí con unas sonrisas en sus caras, cosa que me espantó.

—No las esperaba aquí, chicas —dije recuperándome del sobresalto.

—Nosotras tampoco —dijeron ambas.

—Creo que debemos poner ciertos límites al momento de aparecer por sorpresa ¿No lo creen? —ambas soltaron una risa.

—Como digas ¿Nos vamos? —preguntó Fernanda acercándose a mí. Yo asentí. La sujeté del brazo y luego desaparecimos de la puerta de mi casa para aparecer dentro de la torre del reloj. 

Ya no sentía mareos ni dolores de cabeza. Fernanda estaba en lo cierto: los efectos desaparecen conforme haces más viajes.

—Hoy parece que no será un buen día —mencionó Danna mientras señalaba el cielo nublado.

—No porque el cielo esté nublado significa que nuestro día será feo. Todo depende de las ganas y el entusiasmo que le pongamos a las cosas que hagamos —expresó Fernanda sonriendo con confianza.

—Amé lo que dijiste —confesé— Tal vez tengas razón en todo.

—Obvio que sí. Yo siempre tengo la razón —respondió poniendo una cara de autosuficiencia.

—Como digas, coach. Es hora de irnos a clases —interrumpió Danna.

—Cierto, se nos hará tarde —secundó Fernanda.

—Vayan ustedes, yo aún me quedaré un minuto más —contesté.

—Está bien —contestó Fernanda, quien esta vez usó la puerta, al igual que Danna, para ir a clases. No se necesita ser inteligente como para saber que en la escuela y en los sitios públicos no debemos exhibirnos tanto: llamaríamos la atención de las personas equivocadas.

Me quedé a solas en la habitación. Pensé que, si queremos que este cuchitril sea nuestra guarida secreta, tendremos que hablar seriamente sobre la decoración.

Desde la pequeña terraza se puede apreciar todo el campus, desde los campos de deportes, los estacionamientos de los autobuses, los laboratorios y la zona del jardín de infantes, hasta cierta parte del bosque. Es impresionante ver que el colegio es enorme.

Desde donde estaba entraba una fresca brisa del exterior. Daba la sensación de que no estuvieses dentro de una polvorienta y oscura habitación, sino más bien que estuvieses surcando el cielo, como un ave. Se sentía placentero.

La campana que estaba en la torre emitió un fuerte sonido que retumbó por toda la habitación y que me espantó por un momento. 

—¡Rayos! Estoy tarde para la clase de inglés —mascullé.

Salí corriendo para llegar a tiempo. Mientras bajaba las escaleras a prisa, vi por breves segundos una sombra que se encontraba del otro lado de la escalera. Sin embargo, no aprecié bien si era una persona o simplemente el reflejo de la tenue luz que ingresa por el ventanal. No le tomé mucha importancia y seguí bajando.




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