Junio 06, 2016
LUIS ÁNGEL POV:
A la semana siguiente, aceleré mi rutina de todas las mañanas. Salí más temprano que nunca de casa y me dirigí a toda marcha a la escuela. Al llegar, desde lo lejos, divisé la esbelta figura de Fernanda, quien estaba rodeada por los del equipo de fútbol. Ian Valister también estaba ahí, pero ella no le daba la más mínima importancia.
Tan pronto entré a la escuela, sentí que por mi lado pasó otra vez esa gran energía como la que había sentido la semana pasada, con la única diferencia de que hoy estaba más potente que antes. Al mirar para ver de dónde provenía tal fuerza, me encontré con la chica de pelo negro de puntas onduladas de la otra vez. Nuevamente ingresaba muy apresurada a la escuela. No perdí más tiempo y le seguí el paso. Ella era rápida, pero yo podía ser más rápido que ella. Dobló en una esquina y luego se metió en el baño de mujeres.
—¡Rayos! —esperé por un rato en la puerta, pero la impaciencia podía conmigo. Luego, recordé que ninguna chica entra a este baño porque no es el más higiénico. Así que ingresé muy sigiloso procurando no hacer ruido.
Ella estaba en frente del espejo, lucía muy cansada, como si no hubiera dormido bien. Su cartera, tirada a un lado, estaba abierta dejando ver a simple vista un gran libro de tapa roja. En la portada había un raro signo que no pude reconocer, pero que era muy llamativo: era de color dorado, de forma triangular y debajo de este había unas palabras. Sin embargo, mi concentración en ese libro se fue a la basura en cuanto vi que ella lo hizo levitar hasta ponerlo sobre sus manos.
¡Dios mío! ¡Ella también era una bruja!
Una mano me cubrió la boca y me obligó a salir del baño ¡Mierda! De seguro algún profesor me habría visto entrar y ahora estaría en graves problemas. Al girar para ver quien era, resultó ser el estúpido de Mateo, quien me veía con una cara de pocos amigos.
—¡¿Qué hacías en el baño de mujeres espiando a mi hermana?! —estaba con la boca abierta ¡La chica de allá dentro era su hermana!
—¿De qué chica me hablas? —me hice el desentendido.
—Estabas en el baño de mujeres espiando a mi hermana ¿Por qué? —me volvió a decir apretando mis brazos fuertemente.
—¡Auch! Animal —me quejé— No estaba espiando a nadie —ya sé que hacer, sin que se diera cuenta me alcancé una tarjeta de identificación que estaba dentro de mi mochila— Esto se me había caído ahí adentro —dije señalando la tarjeta que llevaba en mi mano— y cuando fui a recogerla me di cuenta de que el baño no estaba vacío.
—¿Me crees estúpido? —me preguntó frunciendo el ceño.
—Sí, sé que lo eres —respondí— Además, el que debería estar enojado debería ser yo, no tú —dije liberándome de su agarre.
—¿Ahora de qué hablas? —¡Ay Dios! ¿Por qué esto tenía que molestarme? ¿Por qué?
—¿Qué ya no te acuerdas? —él negó— Quedamos en vernos en mi casa y tú —presioné mi dedo en su pecho— nunca viniste.
—¿Te refieres a lo de la otra noche? —asentí enojado— Cancelé veinte minutos antes —¡Cómo tiene la cara para decir eso! ¡Qué cínico!
—¡Qué mentiroso! Te llamé diez veces ¡Diez! Nunca respondiste el celular.
—Claro que sí te respondí —se defendió.
—No seas mentiroso y admite que nunca cancelaste nada. Además, nunca me llegó ningún mensaje tuyo.
—Dame tu celular —ordenó molesto.
—¡Estás loco! ¿Para qué te voy a dar mi celular? —le respondí aún más molesto.
—Que me des tu celular, ahora mismo —ordenó elevando la voz, yo negué— Está bien, te mostraré el mío entonces —sacó su celular de su bolsillo— Ahí tienes —me lo dio en el pecho, yo lo agarré y comencé a leerlo. Había una conversación en WhatsApp en donde él me mandaba los mensajes: “Tarado, no iré: a mi hermana le pasa algo, no está bien”. Enviado a las 7:38pm. Nunca fue recibido. La cara de fastidio de Mateo era única. Revisé el resto de los mensajes, todos habían sido enviados, pero ninguno había sido recibido. Saqué mi celular y al prenderlo me di cuenta de que tenía a Mateo bloqueado.
—¡Uy! Lo siento —me disculpé mientras agachaba la cabeza por la vergüenza— No debí haberte gritado de esa forma.
—Tienes razón, no debiste —respondió molestó.
—¿Mateo? —escuché una voz femenina que provenía detrás de nosotros. Giré y vi a la hermana de Mateo salir del baño muy confundida.
—¿Estás bien, Daniela? —le preguntó mientras se acercaba a ella. Con que Daniela era su nombre.
—Mateo ¿Por qué no me presentas a tu hermana? —le dije sonriendo.
—Ahora no, tarado —me dijo serio.
—¿Tarado? —repitió ella.
—Me llamo Luis Ángel, mucho gusto en conocerte —le dije extendiéndole mi mano, ella correspondió con un suave apretón— Daniela ¿Cierto? —ella asintió— Tu hermano me ha hablado mucho de ti —mentí, Mateo abrió sus ojos en señal de sorpresa, yo solo le guiñé el ojo.
—¡Qué amable de su parte!
—Lo sé. Mateo es mi tutor de matemáticas ¿Sabías eso?