Las 7 maravillas: el comienzo

Capítulo 9

Agosto 19, 2016

LUIS ANGEL POV:

Había pasado un mes desde el incidente con Mateo, desde la muerte de Penny, de Willow y de su padre. Un mes desde que el director Harvey había decidido apoyarnos en la búsqueda de nuevos reclutas.

En ese corto tiempo, habíamos encontrado seis brujas, la mayoría fuera de la escuela. Parecía que la tarea de encontrar a más personas se había vuelto muy sencilla, pero como bien dicen, lo que fácil viene, fácil se va. Así como vinieron, también se fueron. Una a una desaparecieron sin dejar alguna pista de su paradero, ni una sola se había molestado siquiera en decir que se marchaba por su cuenta. Sin duda nos había desconcertado su actitud, pero también nos dio la esperanza de poder encontrar más.

Cambiando de tema, hoy me voy de viaje al campo junto con mi familia por el aniversario de mis padres. Todos estábamos muy emocionados por el viaje: después de mucho tiempo saldríamos de la ciudad.

—¿Están listos? —preguntó mi madre.

—¡Sí! —respondimos mis hermanos y yo ansiosos.

—En marcha —sentenció mi padre mientras arrancaba el auto.

Después de dos horas de recorrido por fin llegamos a nuestro destino final: una casa de campo dentro de un conjunto residencial a las afueras de la ciudad.

Desempacamos las maletas del auto y nos acomodamos en nuestras habitaciones, mientras que mis padres prendían la parrilla para preparar la cena.

—Luis Angel, olvidé las pinzas en el auto. ¿Puedes ir por ellas?

—Ya voy —salí de la casa y de la maletera del auto saqué el set de parrilla que mi madre había comprado. Cerré el auto y caminando de regreso vi unas luces amarillas alumbrando el auto, una familia estaba llegando a la casa de al frente.

Un segundo, ese auto se me hacía muy conocido. Esto debe ser una broma. Me caí de trasero al ver a la familia Scott bajando del vehículo.

—¿Luis Angel? —saludó Daniela tan sorprendida como yo por coincidir en el mismo lugar.

—H-hola —la abracé en cuanto llegó a mi lado.

—¿Quién es, Daniela? —le preguntó su hermano. Quedó desconcertado al reparar en mi presencia.

—Hola —saludé fríamente.

—Hola —me devolvió el saludo de la misma forma.

A Daniela se le hacía muy cómica la escena, pues no había imaginado que nos veríamos aquí. ¿O sí?

—Se respira mucha tensión en el aire, ¿no lo creen? —afirmó sarcásticamente.

—No —respondimos Mateo y yo en una sola voz.

—Hola, jovencito. ¿Qué tal? —saludó la Sra. Scott.

—Buenas noches, señora. Estoy bien, gracias —respondí educadamente.

—Por lo visto tus padres también vinieron. ¿No es así?

—Sí, decidieron celebrar su aniversario aquí.

—¡Qué románticos! Los iré a saludar al rato.

—Yo les aviso.

—Mateo, Dani, ayúdenme a bajar las cosas.

—Te dejamos. ¿Te parece si mañana salimos? —sugirió Daniela con una sonrisa que daba a entender que algo tramaba.

—Sí, claro —contesté suspicaz.

—¡Perfecto! —exclamó feliz— Ahora sí te dejo. Nos vemos mañana.

—Hasta mañana.

Mateo también iba a despedirse, pero le di la espalda y regresé a casa. Lo dejé con la palabra en la boca. No quería escucharlo.

Se suponía que este sería un viaje tranquilo, pero la llegada de los Scott lo había complicado todo.

—¿Por qué a mí? —me quejé en voz alta mientras ingresaba a mi hogar temporal.

 

 

Agosto 20, 2016

Me levanté temprano al día siguiente. El sol azotaba el exterior con fuerza. Cuando salga debo ponerme bloqueador. Desayuné junto con mi familia la comida que sobró en la cena de anoche. Luego de eso salimos de casa a tomar una caminata y disfrutar del aire fresco del campo. Pensé que la travesía sería en familia, pero no conté con que mi padre le había avisado al Sr. Scott para hacer una caminata grupal.

—¡No es divertido! —exclamó Daniela por quinta vez durante el trayecto.

—Sí, divertido —solté sin ánimos, no por ella sino por su hermano.

—Sé porqué estás así.

—Ah, sí. ¿Por qué?

—«Por Mateo» — contestó en mi mente. La detuve y le lancé una fuerte mirada. Ella no se amilanó y continuó— No necesito ser psíquica como para no darme cuenta lo que sus caras y miradas expresan.

—¿Y qué dicen nuestras caras?

—Que se necesitan —soltó sin más.

—Ja, ja. Estás desvariando. El calor te está afectando la cabeza —apresuré el paso para no tener que seguir escuchando tremendas mentiras.

—¡Ay, por favor! No me trates como una tonta. Sé que algo pasó entre ustedes ese día en el centro comercial.




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