Las 7 maravillas: el comienzo

Capítulo 10

Agosto 29, 2016

LUIS ÁNGEL POV:

El regreso a clases había llegado, para malestar de muchos y alegría de unos pocos. La semana pasada había sido una de las más bonitas que haya tenido: Mateo, a su modo, confesó lo que siente por mí.

No puedo afirmar que estamos en una relación formal así como se dice: no hubo una pedida expresa, pero sí era un hecho de que estamos saliendo.

Hoy en la entrada me junte con él, muy para la sorpresa de Danna y Fernanda, pero para la alegría de Daniela y Pamela, quienes veían con buenos ojos nuestra abrupta cercanía.

Las clases habían transcurrido con normalidad, hasta que la secretaria del director Harvey interrumpió, para mi alegría, la lección de matemáticas.

—Sr. Inchausti, el director solicita su presencia en su oficina.

«¿Qué querrá ahora?» — preguntó Fernanda, encogí los hombros.

En cuanto llegué a su oficina, el director me esperaba muy impaciente.

—¿Encontraron más brujas?

—Buenos días, director —saludé en vista de que él lo había olvidado— Y no, no hemos encontrado a nadie más.

—¡Qué! ¿Que hicieron todas las vacaciones? —preguntó furioso haciéndome pegar un brinco

—Descansar —contesté— Director, sé que su impaciencia se debe a su sed por proteger a cuantas personas como nosotros podamos, pero debe entender que nosotros también tenemos vidas propias.

El director me miró sorprendido: no esperaba que le contestara. Debía ponerlo en su sitio. Somos colegas, no sus esclavos.

—Solo quiero protegerlos, a todos.

—Yo lo sé, pero en estas vacaciones también tuvimos nuestros asuntos. Yo más que ninguno.

—¿A qué se refiere? —preguntó extrañado. Ahí fue cuando le conté todo lo que había ocurrido aquella noche en el campo. No daba crédito a lo que escuchaba. La muerte de Alexander lo agarró de improviso. No lo podía creer. Se soltó un poco la corbata para que el oxígeno llegará a sus pulmones.

—¿Y-y dónde está su cuerpo?

—Lo dejamos en el bosque, pudriéndose. Por lo menos servirá como abono para las plantas.

—¡¿Cómo se atreve a decir eso?! —exclamó indignado.

—Ese desgraciado mató a una niña a quien tuvo como rehén para coaccionar a su madre para que mate a mi hermano, un inocente y simple mortal. Se merecía lo que le pasó y más —sentencié más indignado que él.

—Me parece increíble.

—Lo noté, director.

—Los cazadores tienen un código. No pueden matar inocentes, no pueden hacerles daño a los humanos, a los mortales —explicó muy absorto en sí mismo.

—¿Usted cómo sabe eso?

—Lo sé porque mi padre fue un cazador —confesó. Si la silla no tuviera un respaldar, juraría que me hubiera ido de espaldas contra el piso.

—¡¿Su padre fue un cazador?! —pregunté aún sorprendido por la revelación. Eso explica porqué sabe tanto de ellos.

—Así es, él fue un cazador. Toda mi familia lo fue —confesó muy natural— Menos yo, claro está.

—¿Cómo hizo para ocultarse?

—Nunca pude. Mi padre se dio cuenta y… trató de asesinarme —reveló poniendo cara de compungido— Pero escapé antes de que él y mi hermano pudieran hacerlo. Hui de casa y me alejé de toda mi familia. Ya no me pueden hacer daño, están muertos. No fui yo. Fue el tiempo.

—Lo lamento bastante, director.

—Yo también lo hago, pero en fin. Eso quedó en el pasado. Me sorprendió saber que los cazadores fueron tras tu hermano, pensé que no lo hacían.

—Les gusta jugar sucio.

—Así parece —afirmó con un tono de doble sentido— Ya se puede retirar, Sr. Inchausti, eso es todo. Espero que su hermano se encuentre bien.

—Lo está. Muchas gracias. Y en cuanto al otro asunto, seguiremos buscando más gente. No se aflija, ya aparecerán.

—Lo sé, lo sé.

Salí de la oficina de Harvey con dirección a mi salón, pero en el camino sentí una presencia muy familiar que provenía de la torre del reloj. Me oculté en una esquina y me teletransporté al lugar.

—¡Tú! —exclamé sorprendido por verla aquí.

—Tenemos que hablar —respondió aquella mujer cuya hija murió a manos de Alexander.

—¿Qué hace usted aquí? ¿Cómo me encontró?

—No fue tan difícil, después de todo, tu poder se siente a kilómetros de distancia.

—Eso no responde la pregunta.

—No sé porqué te muestras tan sorprendido, después de todo, tú dijiste que contaba contigo. ¿O no?

—Así es, yo te dije eso —recordé— ¿Cómo te encuentras? —le pregunté más calmado.

—Te diría que bien, pero te estaría mintiendo. Hace una semana mataron a mi hija y yo estuve a punto de quitarle la vida a tu hermano. Me siento fatal, muy fatal.




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