Las 7 maravillas: el comienzo

Capítulo 16

Diciembre 14, 2016.

DANNA POV:

Nos echamos en círculo en el sucio suelo de la habitación. Norma había encendido unas velas alrededor de nosotros para hacer el ambiente aún más místico.

—Mi vestido se está ensuciando ¿No sería mejor volver a casa y cambiarnos? —sugirió Fernanda mientras se acomodaba en su lugar.

—El poder de la luna llena no será eterno. Perderán tiempo valioso. Es ahora o nunca, modelo.

—Tenía que intentarlo —soltó por vencida.

—La prueba que realizarán hoy consiste en un viaje al más allá. Un viaje al inframundo, al mundo de las tinieblas, al mismísimo infierno. Mientras su forma física se quede aquí, en la tierra, en el mundo de los vivos, su espíritu se sumergirá en un descenso al infierno. Una vez ahí, experimentarán la peor pesadilla de sus vidas o el peor recuerdo que alguna vez tuvieron.

—Ojalá que no sea de la película de terror que vi la semana pasada —comenté graciosa.

—Puede ser que sí o hasta peor —afirmó Norma con voz tenebrosa— La prueba está a punto de comenzar. Tendrán veinticuatro horas para poder volver. Recuerden que el tiempo pasa de forma diferente allá, es más rápido. Podrán regresar si le hacen frente a lo que verán en el más allá. Ahora, crucen los brazos, cierren los ojos y concéntrense en decir bien y con claridad el hechizo —cerré los ojos y respiré profundo— Sientan como la energía que fluye dentro de ustedes se va separando de su cuerpo poco a poco. El viaje se sentirá pesado, pero no les dolerá, se los aseguro.

—Qué consuelo oír eso —dije irónica.

—¡Silencio! Concéntrate, niña.

—Lo siento —volví a cerrar los ojos y canalizar la energía fuera de mi cuerpo. Increíblemente estaba funcionando, podía sentir como perdía fuerza con cada segundo que pasaba.

—Ahora, mis niños, reciten el hechizo con determinación. Buena suerte.

—Suerte a todos —nos deseamos entre todos.

Los cuatro comenzamos a recitar el hechizo.

—Spiritus meus in inferis viveret travels hodie. Quod si non revertetur: et animam perdidit in favilla ad inferos. Descensum —apenas terminé de recitar el hechizo me dio una fuerte necesidad de abrir los ojos. En cuanto lo hice, me sorprendí de verme a mí misma en el suelo, de brazos cruzados y con los ojos cerrados.

Lo había logrado, había conseguido separar mi espíritu de mi cuerpo. Verme a mí misma se sentía genial y extraño a la vez.

Una densa neblina comenzó a formarse misteriosamente alrededor de mi cuerpo. La vista de lo que pasaba con mi forma física duró muy poco, pues a los pocos segundos mi espíritu cayó en picada al suelo. Experimenté esa sensación de vértigo de altura, como si hubiera subido a una montaña rusa extremadamente alta y ahora estuviera de bajada: sentía un gran vacío en el estómago mientras descendía.

En un instante todo se volvió negro, no había nada, no sentía nada, solo un infinito vacío. Un desagradable segundo de soledad seguido de luz, mucha luz, una luz cegadora que me obligó a cubrirme los ojos con la mano y, de pronto, de la luz comenzó a brotar una densa neblina, que poco a poco comenzaba a tomar la forma de un pasillo.

Parpadeé varias veces para aclarar mi visión. En efecto, me encontraba en un pasillo apagado, oscuro, con poca iluminación. Las paredes eran de un color blanco hueso, se notaban sombrías por la tenue luz del lugar.

—¿Dónde estoy?

—¡Auxilio, por favor! —giré la cabeza hacia donde provenían los clamores— ¡Ayuda! —los gritos incrementaron.

—¿Dónde estás?

—Por aquí ¡Aquí! —exclamaba desesperada. A lo largo del pasillo había muchas puertas. Corrí y empecé a abrir una por una para dar con la persona que pedía ayuda, hasta que luego de abrir la puerta número catorce di con quien clamaba por auxilio.

—¿Qué pasó? —el sujeto que pedía ayuda estaba recostado en una camilla, gritaba de agonía: tenía la pierna rota y ensangrentada. Inútilmente trataba de reacomodarse el hueso salido de su pierna.

—¡Ayúdame!

—Ya voy —contesté mientras intentaba acomodar el hueso, pero no podía.

—¡AUCH! —gritó de dolor. El hueso no cedía, por lo que debía usar más fuerza.

—Lo siento, pero esto te va a doler más —dije mientras que con magia logré acomodar el hueso— ¡Listo! Ahora, a cerrar la her…

—¡¿Qué has hecho?! ¿¡Cómo lo hiciste?! —exclamaba asombrado.

—Ahm, bu-bueno, y-yo usé magia para poder ayudarte.

—¡¿Magia?! —preguntó ofendido.

—Sí, magia. Soy una bruja —confesé.

—¡¿Qué?! ¡Una bruja! —dijo muy exaltado— No, lárgate, no quiero que una escoria como tú me ayude —pestañeé varias veces al ver su reacción.

—P-pero necesitabas ayuda.

—No la quiero de una bruja como tú —espetó molesto y luego, con mucha fuerza, y muy para mi pesar, se volvió a fracturar la pierna, haciendo que el hueso que acaba de arreglar se saliera de su posición.




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