Diciembre 08, 2017.
LUIS ÁNGEL POV:
Y aquí estaba, delante de la casa blanca de tres pisos que por dieciocho años había sido mi hogar.
La fachada descuidada, el césped del frontis ligeramente crecido, las flores del jardín marchitas y el polvo acumulado en el piso de la entrada como si no hubieran barrido en años daba a entender que los dueños tenían otras prioridades. No me quiero imaginar cómo debe estar por dentro.
Era lógico pensar que una tragedia había acontecido en el lugar como para que a los habitantes de la casa les importara poco el cómo lucía el lugar por fuera.
En fin, después de casi un año vuelvo a pisar mi antiguo hogar. Mentiría si dijera que no estoy asustado, estoy que tiemblo. Me estoy muriendo de miedo por dentro, más que nada por ver cómo reaccionará mi mamá al verme después de tanto tiempo y justo hoy.
Aunque para ella sea una sorpresa, para mí no lo era tanto: debo confesar que en algunas contadas ocasiones había visto a mi madre, pero de lejos.
Una de esas tantas veces en que la vi lucía muy demacrada, con visibles ojeras, decaída y con más canas. Se veía muy triste y afligida. Me sentía muy culpable por verla así, me dolía en el alma no haber podido acercarme a ella, abrazarla y decirle que la amaba, pero era por su bien. Todo lo hice por el bien de ella y de mi familia. Estar alejados de ellos era el precio que debía pagar por su seguridad.
Ya era hora de dejar de aplazar este momento y seguir adelante, no había tiempo que perder.
Tomé una bocanada de aire y hundí mi dedo en el timbre de la puerta. En cuanto el sonido llegó a mis oídos una corriente interna se disparó desde mi cabeza y se expandió por todo mi cuerpo: una clara señal del nerviosismo, el cual aumentó segundos después cuando escuché el sonido de la puerta abriéndose.
—¿Sí? —preguntó ella. Se quedó estática, sorprendida y sin palabras al verme del otro lado de la puerta.
—Hola, mamá —saludé como si nada, como si nos hubiéramos visto hace tan solo unas horas atrás, como si nunca me hubiera ido.
Mi madre reaccionó al instante y me envolvió en un fuerte abrazo el cual correspondí de inmediato.
—¡Eres tú! ¡Estás aquí! —decía entre sollozos sin soltarme.
Yo la abracé más fuerte. Sentí que todo tenía vida de nuevo, que todo iba a estar bien a partir de ahora. Me sentía lleno de paz, reconfortado, protegido, sentía todo eso y mucho más. Es increíble el poder que tiene el abrazo de una madre, sin duda alguna un regalo maravilloso de la naturaleza.
Alejó su cabeza de mi hombro y me miró fijamente a la cara, estaba visiblemente tocada por este momento, pero aun así se notaba feliz, podía sentirlo.
—¡Mamá!
—¡¿Dónde habías estado?! —la felicidad de su cara contrastaba ahora con la severidad de su pregunta—. ¡¿Por qué huiste?! Dime el porqué. ¡¿Por qué me hiciste esto?! —preguntaba con lágrimas de rabia.
—Mamá, yo… lo lamento mucho. No fue mi intención hacerte sufrir.
—Pero lo hiciste. A mí y a tu padre nos tuviste preocupados todos estos meses sin saber de ti, sin saber si estabas bien o mal, si te había pasado algo grave. Eres un desconsiderado.
—Mamá, todo esto tiene una explicación, déjame contártela.
—Oh, claro que sí me la darás. Entra —ordenó molesta. De inmediato tomamos asiento en la desordenada sala. Como supuse, todo aquí era un caos—. Ahora sí, soy toda oídos. Dime por qué te fuiste sin decirnos nada.
—Fue por… fue para…
—¿Fue para qué? —preguntó aún más molesta.
—Fue para protegerlos a todos ustedes.
—¡¿Qué?!, ¿protegernos?, ¿de qué hablas?, ¿protegernos de quién?
—Ay, esto será muy complicado —me dije a mí mismo—. Mamá, necesito que, por favor, mientras te cuente todo tengas la mente abierta. Muy abierta.
—Me estás asustando, hijo. ¿Qué hiciste?
—Mamá, por favor, confía en mí, ¿sí? —mi mamá con el rostro descompuesto luchó por volver a la serenidad. Exhalé un suspiro y continué—. ¿Recuerdas el último paseo al campo que tuvimos? —asintió—. ¿Recuerdas que Gianfranco se perdió en el bosque? —volvió a asentir—. Pues la verdad es que… él nunca se perdió.
—¿Qué?, ¿qué dices?
—A Gianfranco lo secuestraron, mamá.
—¿Qué estás diciendo? No, pero si tú me dijis…
—Mentí. Todos lo hicimos. Mamá a Gianfranco lo secuestraron unos tipos que quieren hacerme daño.
—¿Qué?, ¿hacerte daño?, ¿pero por qué?, ¿por qué no nos contaste esto antes?, ¿por qué Gianfranco no lo mencionó?
—Porque yo le dije que guardara el secreto.
—¿Por qué hiciste eso? Debiste habérnoslo contado.
—Mamá, esto es más complicado de lo que parece.
—Entonces hazlo más fácil. Hazme entender.
Cerré los ojos por unos instantes rogando al cielo para que no entre en pánico.
Estiré mi mano hacia adelante y atraje hacia mí una pequeña foto familiar que se encontraba en la mesa de centro.