Enero 27, 2018.
LUIS ANGEL POV:
La semana se fue en un abrir y cerrar de ojos, como sucedió durante todo este mes. Quiero pensar que Ravenna conjuró un hechizo que aceleró los días o que me pasé la mayor parte del tiempo durmiendo. Solo así se podría explicar porqué es que ya estábamos a fin de mes.
Para resumir cómo me fue en esta semana diré que en los entrenamientos de la guardia, a criterio de Nerissa, todos logramos concluir satisfactoriamente la pista de obstáculos. Entramos a la siguiente parte del entrenamiento: combate cuerpo a cuerpo y combate mixto.
—No eran un caso perdido después de todo —fueron las palabras que usó Nerissa para felicitarnos— No piensen que ya están aptos para las grandes ligas. Les queda un largo sendero por recorrer.
Con respecto a las clases, para ser honestos no me estaba yendo bien en latín y en historia de la magia. Hay demasiados términos, lugares y personajes que aprender. Honestamente el cerebro no me daba para tanto, lo que es increíble si tomo en cuenta que en la escuela no me iba mal en los cursos.
—Señor Inchausti, ¿en qué año se creó la escuela?
—En siglo XIV por Nuria Sáenz —contesté.
—¿En qué año exactamente? —me quedé en blanco, nunca me mencionaron el año— Debe repasar más sobre la historia del palacio. Se lo dejo como tarea para —en efecto, debía ponerle más énfasis en este curso. Sin embargo, en las demás materias me iba de regular para bien, por fin sentía que estaba aprendiendo algo.
En otras noticias, la relación con mis compañeros de cuarto había mejorado notablemente. Hunter y yo habíamos pasado de tener una relación de hola y chau a una en la que lo pongo incómodo cada vez que le recuerdo el mal olor que deja cuando no guarda sus medias en el cesto de ropa sucia. ¿Quién diría que existen personas a las que de verdad no le funcionan el talco para pies? Uno pensaría que en el mundo de la magia existiría alguna posición o hechizo para curarlo.
Por otro lado, el rubio y yo hablamos más que antes. La relación pasivo-agresiva finalizó dando paso a una en la que la que ambos tomamos el sarcasmo con humor. Eso sí, de vez en cuando le marco los límites para que no se propase: una cosa es tener una sana convivencia y otra muy distinta es establecer una amistad. Es algo que no busco y menos desde aquella vez luego del ataque en la sala multiusos, en donde su preocupación fue más allá de la cordialidad. Ni quiero recordar qué sentí exactamente.
Fuera de todo lo anterior, sentí que fue una semana muy tranquila y de bastante progreso para mí. Ahora con las chicas nos dirigimos a Selvanova para por fin poder disfrutar de la feria local a la cual no pude ir la otra vez por mi encuentro repentino con los cazadores.
—Te gustará demasiado el puesto de comida. Ni Jack con tanta magia iguala la sazón de la comida de la señora Amanda. Una delicia —opinaba Daniela evocando su última visita al lugar.
—Suenas como Pamela cuando habla de comida —le dijo Fernanda, trayendo a colación a nuestra vieja amiga de la escuela.
—¿Quién es Pamela? —preguntó Patricia comprensiblemente confundida.
—Era una amiga de nuestra antigua escuela —le respondió Daniela, quien luego recapacitó y dirigió una mirada un tanto asustada hacia mí— «Lo siento, no debí contarle eso» —se disculpó conmigo.
—No te preocupes —le contesté restándole importancia
—¿Dijiste algo? —preguntó Patricia.
—Sí. Decía que nuestra amiga Pamela era una fan de la comida. Lugar al que íbamos, lugar del que salía picando algo de comer. Era increíble —le conté ganándome una mirada de sorpresa por parte de Fernanda. No se esperaba que le contara con naturalidad a Patricia sobre nuestra amiga.
Conforme seguía hablando sobre ella y sobre nuestros amigos que dejamos atrás, el ambiente se fue aligerando. Fue como sacarme una piedra de la mochila de secretos que cargaba. Trataría de hacerlo una costumbre, para ver si así me sentía más libre.
—Este es el puesto de comida de la señora Amanda —exclamó con alegría Daniela.
La chica nos pidió unos palitos de anticuchos y en efecto, la comida era una delicia.
—Prueba los picarones. Te gustarán.
—No, gracias. Paso —sentencié.
—Anda, no te hagas el terco y prueba.
—Ya te dije que… —sin previo aviso me metió a la boca un pedazo de picarón. Casi me atraganto con tamaña osadía.
—Mastica, saborea y traga —me ordenó. A regañadientes y poniendo una cara de asco le hice caso. Mi sorpresa fue que el dulce no sabía tan mal como lo esperaba— Ya ves, te dije que te iba a gustar.
Claro está que no se lo iba a dejar saber.
—Para nada. Estuvo asqueroso —mentí. La chica hizo un gesto de indignación con la mano, como si le hubiera dicho la mayor mentira del mundo.
—Vamos a la rueda de la fortuna. La otra vez no pudimos subir porque había mucha cola.
—¡Sí! —chilló Daniela agarrándome por la mano y jalándome a rastras a la dichosa atracción. Era increíble como cambió su estado de ánimo de indignación hacia mí a una de diversión.