Las 7 maravillas: el despertar

Capítulo 13

Enero 27, 2018.

FERNANDA POV:

El pánico de algunos se contagió como gripe por todos los asistentes al lugar. No hay ninguno sin excepción que no haya corrido a refugiarse del “temblor” que estaba azotando el lugar.

—Ya se fueron —me indicó Daniela, a lo que dejamos de hacer temblar la tierra, para alegría de todos— Espero que le vaya bien.

—Así será. No le pasará nada —le dije para calmar sus nervios— Hay que buscar a Patricia y largarnos de aquí.

—Ahí viene —Daniela señaló hacia la chica que traía una caja de piza.

—¿Sintieron eso? Estuvo fuertecito el movimiento —comentó un poco asustada.

—Pero ya terminó. No pasó a mayores.

—Sí, qué bien. Por cierto, ¿dónde está Luis Ángel?

Con Daniela volteamos a vernos las caras mientras intentábamos pensar en alguna excusa.

—Se fue a la escuela —soltó Daniela— Dijo que no se sentía bien y se quiso ir.

—¿Sin nosotras?

—Es que no te quería dejar sola. Pero ya estás aquí, ya podemos irnos.

—Quería quedarme un poco más, pero si él no está bien, podemos irnos.

Todas asentimos y nos dirigimos hacia el palacio. Durante el trayecto, conversé telepáticamente con Daniela sobre qué le debe estar haciendo ahora Luis Ángel al jefe de los cazadores. Acordamos que en una hora nos encontraríamos en donde combatimos con la seguridad del congresista, ese era nuestro punto de encuentro. Estoy segura de que Luis Ángel debe estar haciendo de las suyas con el tipo. No creo que lo deje tan consciente después de todo.

Al cumplirse la hora, con Daniela nos teletransportamos al bosque solo para encontrar el lugar en un profundo silencio. No había señales ni de los cazadores abatidos ni de Luis Ángel.

Nos pusimos a buscar rastros de su paradero por la zona. En momentos así es en donde recuerdo a Danna y lo útil que era su poder. Con ella viva y con nosotros hubiéramos hallado rápido a nuestro amigo; pero el destino fue tan jodido que se la llevó antes de tiempo.

—Fernanda, ven —gritó Daniela un poco alterada. En cuanto llegué a su lado me enseñó un walkie talkie. Cuando lo accionó una señal de interferencia abrió paso a una voz del otro lado.

—Sí, está con nosotros —Daniela y yo nos miramos confundidas.

—¿Qué tan difícil fue? Según escuché, ha tenido buen músculo para resistirse a las capturas —se oyó otra voz hablando.

—¿Capturas? —susurró Daniela preocupada.

—Sí, bueno esta vez no le funcionó ninguno de sus truquitos. El jefe ya lo esperaba preparado.

Daniela y yo nos miramos con cara de preocupación, pues aquello se oía como un secuestro.

—Ese inmundo hechicero no volverá a jodernos los planes. Luis Ángel Inchausti y su familia están acabados.

—¡No! —exclamé con miedo— Lo… lo atraparon.

—Estamos camino a la base. Llegaremos en un par de horas. Los esperamos ahí. Cambio y fuera.

Daniela se levantó enojada y aventó con fuerza el aparato hacia un árbol, el cual terminó destruido por completo.

—¡Mierda! Lo tienen. ¿A dónde se lo pueden haber llevado?

—No lo sé —contesté con impotencia. La conversación había sido muy oscura. ¿Base?

—¿Qué base puede tener un congresista para secuestrar personas?, ¿acaso el gobierno sabe de nosotros?

—Lo dudo mucho. Recuerda que son una sociedad secreta.

—Lo cual no ha impedido que se infiltren en el estado. Un congresista, ¡por Dios! —gritó exasperada Daniela— ¿Qué hacemos ahora?

—Buscarlo, pero ¿por dónde comenzamos? —piensa Fernanda, piensa, ¿dónde podrían haberlo metido?— Erm… dijo que se verían en unas horas, ¿cierto? —Daniela asintió— Su base debe estar cerca de aquí entonces.

Daniela me miró esperanzada en que fuera cierto.

—¿Cómo llegamos a ella?

—No sé —comencé a morderme las uñas mientras quemaba todas mis neuronas para descubrir cómo hallarlo— El walkie talkie.

—El walkie talkie —repitió Daniela con un atisbo de esperanza. Caminó hacia los restos del aparato que había lanzado y posicionó sus manos sobre estos. Cerró los ojos y al cabo de unos segundos los abrió al mismo tiempo que se estremeció ligeramente— Ya se dónde está.

Me tomó de la mano y nos teletransportó al lugar. Era un almacén de arroz al lado de una carretera muy transitada, lo cual me hizo pensar la improbabilidad del lugar para ser escenario de secuestros y sectas secretas.

—¿Segura que vendrán aquí?

—Sí —afirmó Daniela— Sentí el llamado aquí. Debemos esperar y estar atentos. Dijeron que llegarían en un par de horas.

Nos quedamos a un lado del almacén, escondidos detrás de unas grúas. Las horas pasaron y el sol se ocultó. No hubo movimiento sospechoso que nos alertara de nuestro amigo, ni siquiera de los cazadores.

Le recriminé a Daniela, pues claramente aquí no habían traído a nuestro amigo.




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