Febrero 28, 2018.
LUIS ANGEL POV:
No recuerdo la última vez que me sentí tan relajado. Había pasado semanas, sino meses para que sintiera alguito de paz otra vez. Y todo gracias a Erick. El haberme enseñado este lugar hermoso había sido de mucha ayuda.
Durante todos estos días, después de clases y de los entrenamientos con la guardia, terminaba mi día en este manantial, que por lo visto, al igual que todo el terreno, contiene algo de magia. No sé si fue el agua, el sonido de la cascada o el completo silencio los que me han ayudado en estos días difíciles.
Pese a que comenzaba a sentir mejor, el recuerdo de mi familia aun ronda en mi cabeza. De rato en rato mis cuencas comenzaban a humedecerse y la sensación de lagrimeo me alertaba que la lloradera comenzaría de nuevo.
Para evitar lastimarme aún más, me sumergía por bastante tiempo bajo el manantial: prefería hundirme bajo las aguas de este paraíso que en los tristes recuerdos de mi familia.
Regresaba a mi habitación muy tarde. Algunas noches, el rubio me descubría ingresando un a altas horas a mi cama. Me miraba dubitativo y luego como si la respuesta llegara a su mente se relajaba y volvía a sus asuntos.
Lo raro es que en cada ocasión esperaba a que me preguntara a donde había ido, qué hacía tan tarde casi todas las noches o que intentara lanzarme alguna pregunta casual para comenzar a charlar. Sin embargo y pese a mis extraños deseos por hablar casualmente con él, este no me decía nada en lo absoluto.
No me ignoraba, pero sí lo hacía.
Sin embargo, aquella situación estaba a punto de cambiar. Lo que vendría no solo alteraría el delicado equilibrio que apenas había logrado construir, sino que encendería una chispa peligrosa entre Erick y yo. Comenzaría una cadena de eventos que nos conduciría a un abismo el cual ninguno de los dos podría evitar. Y lo peor de todo es que no tenía idea de cuán profundo nos hundiría.
Marzo 02, 2018.
La clase de historia de la magia había culminado. Los entrenamientos de la guardia de ese día habían sido aplazados para mañana por órdenes de Nerissa, por lo que esa tarde me encontraba libre para hacer lo que me apeteciera.
Quise estar con las chicas toda la tarde, pero se encontraban en plena sesión de estudios. La semana que venía les tocaría exámenes en todas las materias, por lo que al igual que Nerissa, habían decidido aplazar la diversión hasta el próximo fin de semana.
—¿Y qué piensan que haré yo? —me quejé.
—Socializar con otros estudiantes —contestaron en coro.
Bufé descontento con la respuesta y deseándoles lo mejor me fui a hacer exactamente lo que me dijeron: socializar, pero con mi soledad. Cogí mis cosas y me puse en camino hacia el manantial.
Para ser honesto me emocioné por decidir pasar la tarde aquí. Después de varias horas, el cielo se había teñido de un azul profundo, salpicado de estrellas que brillaban como si estuvieran más cerca de lo habitual. La luna llena, que alumbraba manantial con su luz plateada, se reflejaba en las aguas cristalinas.
La cascada caía en un flujo constante y las ligeras brisas que emanaban de ella pasaban por mi rostro, llevando consigo un murmullo que casi parecía un susurro. El lugar estaba tan silencioso que el latir de mi corazón resonaba en mis oídos.
De rato en rato cerraba los ojos y respiraba hondo, dejando que la calma me envolviera. Por un momento, el mundo exterior dejó de existir. No había preocupaciones, ni pasado, ni futuro. Solo el presente, la luna y yo.
Pero había algo más en el lugar, un sonido que rompió el silencio.
Al principio fue apenas perceptible, un eco distante que se entremezclaba con el ruido de la cascada. Arrugué la frente mientras agudizaba el oído para intentar descifrar si era solo mi imaginación.
Las palabras resonaban suaves y rítmicas, con un tono casi hipnótico de voces femeninas entonando un canto antiguo:
"Ave Tsa-ka-ru, pater sacrificiorum, da nobis ignem sacrum, suscipe tenebras animas”.
Las voces provenían de lo más profundo de la caverna. Me levanté despacio, sintiendo cómo la piel se me erizaba mientras avanzaba hacia el origen de aquel canto y conforme me acercaba el sonido se hacía más claro.
—"Ave Tsa-ka-ru, pater sacrificiorum, da nobis ignem sacrum, suscipe tenebras animas”.
Las voces eran sobrenaturales. Cerré los ojos un momento, intentando calmar los latidos acelerados de mi corazón y aplacando las ganas de huir de aquel lugar.
Alcé la mano hacia la roca preparado para hacer contacto y descifrar este aterrador misterio, cuando de pronto una mano me sujetó con fuerza del antebrazo para que no llegara más lejos. Las voces cesaron de golpe y el silencio que siguió fue ensordecedor.
—¿Qué haces tan tarde aquí? —me preguntó el rubio con un tono de reproche más que de preocupación.
—¿Escuchaste las voces? —pregunté zafándome de su agarre y con una mirada curiosa.
—¿Voces?, ¿qué voces?, ¿de qué hablas? —contestó alzando la ceja.
—¿Qué acaso no las escuchaste? Había voces provenientes de esta pared.