Las Águilas Vuelan.

5. Uno de los Nueve

Qué difícil es fingir ser más tonto de lo que uno es en realidad, comprendió Akseliy. Especialmente si el interlocutor se dedica a lo mismo. Aunque, ¿quién creería que él es tonto? Los tontos no suelen ser de los más ricos de la ciudad. Y tampoco los eligen miembros del Consejo de los Nueve; de hecho, a Gveran Olt, según Aratta, incluso lo desterraron para que no llegara a entrar. A él, un extranjero, ciertamente no le tocará. ¿Quizás se conformarán con eso, y sus temores y los de Aratta serán, en realidad, vanos? Pero no se podía partir de esa base…

Ulmar Hem lo había invitado a cenar con un propósito. Y además, junto con Aratta; con ella hablaba ahora la esposa de Ulmar, lo que resultaba sorprendente, considerando su posición –en algún punto entre mujer libre y esclava–. ¡Y con ella, como con una igual, conversaba la esposa de un miembro del Consejo de los Nueve! Y ella, incluso cuando era esposa de Gveran Olt, no había estado en esta casa.

Eso significaba que querían «tantear» al propio Akseliy. Al anfitrión le interesaban dos cosas: qué planeaba hacer a continuación el nuevo propietario de la casa de comercio, y por qué había dado semejante paso.

—¿Fuiste tú quien decidió…?

—Sí. Cuando me contaron cuántos barcos perdía la casa de comercio a causa de los piratas, y cuántas mercancías. Además, a mí casi no me costó nada —Akseliy extendió las manos. A la escala de la casa de comercio, ambos lo entendían, era verdad.

—¿Y no esperabas que todos se convirtieran en héroes? —preguntó Ulmar Hem. Tendría unos cuarenta años, pero su esposa no era mucho mayor que Aratta, probablemente no era la primera, y solo cabía preguntarse dónde habría ido a parar la anterior, o quizás más de una. Ulmar era colega y competidor, quien con gusto lo arruinaría y se quedaría con sus barcos y todo lo demás. Sin embargo, había que ser cortés con él. Y quizás algún día se podría cerrar un trato ventajoso, y lo principal, ya no era necesario enemistarse con un miembro del Consejo de los Nueve.

—¿Y quién me conoce a mí? Supongo que conocen al capitán y al caudillo Latir —Akseliy extendió las manos—. Yo no estuve en el mar…

—¡Oh! Se habla de ti tanto como de ellos. Y más aún, después de la recompensa a los marineros y a los remeros esclavos liberados… Por cierto, ¿dónde planeas conseguir un reemplazo para ellos?

—Bueno, una parte la reemplazaré con los mismos piratas. Probablemente los venderá el caudillo Latir, son su botín de guerra, y la casa de comercio los comprará. Siempre es mejor que en los remos se sienten aquellos que ya conocen el mar —Akseliy bebió vino. Por cierto, el vino flojo que solían beber en la mesa no estaba, el que habían servido era algo más fuerte. Evidentemente, el anfitrión intentaba emborrachar al invitado para sonsacarle algo. Había que intentar beber menos, pero de forma que no llamara la atención.

—Así que, para toda la ciudad, ahora también eres un héroe, como el caudillo y el capitán. ¿Intentarás aprovecharte de eso?

—¿Cómo? —Akseliy se encogió de hombros—. Yo no vendo nada… simplemente a la gente… Bueno, quizás a mis capitanes les será más fácil contratar marineros: ya no tendrán tanto miedo de salir al mar.

Toda la conversación transcurrió en el mismo tono: el anfitrión intentaba averiguar qué tenía en mente el invitado al idear esa operación, y este trataba de convencerlo de que solo resolvía tareas tácticas inmediatas. Es cierto que no ocultó que pensaba en repetir tales incursiones. Porque quería que los piratas tuvieran miedo incluso de acercarse a los barcos de su casa de comercio.

—Podéis dedicaros a lo mismo. O podemos hacerlo juntos —propuso Akseliy—. Si empleamos no solo a mi gente, sino también a la vuestra… —Evidentemente, esto no entraba en los planes de Ulmar, pero respondió:

—Habrá que pensar qué posibilidades nos dará esto. Y cómo hacerlo mejor conjuntamente —Se entendía: pensar no significa hacer—. Y además… he oído cómo te comportaste con la prisionera…

—¿De verdad se habla también de minucias así? —Aquí era necesario fingir sorpresa. En realidad, estaba claro que al miembro del Consejo de los Nueve le habían informado de todo lo que había sucedido en el puerto. Con todos los detalles posibles. Gente así tiene su propia red de información—. En realidad… no veo sentido a ser más cruel que la ley. Y privarla de la oportunidad de despedirse… Al fin y al cabo, perdió a todos sus seres queridos. De todos modos, será castigada y, lo más probable, se convertirá en esclava, pero… ¿qué nos dará hacerla sufrir adicionalmente? —Akseliy hablaba ahora sinceramente, pero el anfitrión, bajando la voz para que no lo oyeran las mujeres, dijo:

—Yo habría pensado… en otra cosa, si no supiera que ya tienes… —Akseliy no respondió nada a esto, solo sonrió satisfecho, como cualquier joven en su lugar. Consideraba que el anfitrión podía esperar precisamente esa reacción.

Akseliy desvió la conversación hacia la casa del anfitrión. En realidad, no era necesario fingir admiración por los interiores: todo no solo era caro, sino que tenía gusto. Si toda la gente rica de donde él venía tuviera ese gusto… Incluso lo comentó, mirando las columnas talladas que sostenían algo parecido a un balcón. El propósito de esta construcción en la gran sala era difícil de entender, pero era hermoso. Y las dos grandes vasijas de bronce junto a él en el suelo, también. Incluso preguntó quién las había hecho, pero Ulmar respondió que era un trabajo antiguo y, por lo tanto, ya no era posible encargar otras iguales.




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