Las Alas Del Crepúsculo

El Dolor Del Arcángel

Aiden estaba encadenado en la prisión dimensional, un lugar de oscuridad opresiva que parecía absorber toda esperanza. Las cadenas rojas que lo mantenían atrapado no solo restringían sus movimientos, sino que también drenaban su energía vital con cada segundo que pasaba. Las cadenas eran como serpientes de fuego, mordiendo y quemando, consumiendo su fuerza y su luz.

Cada respiración era una lucha, cada latido de su corazón era una chispa de dolor que se extinguía lentamente. La energía que había heredado de Gabriel y Luzbel estaba siendo succionada, dejando su cuerpo debilitado y su espíritu fracturado.

-Gabriel... Luzbel... les he fallado -pensaba Aiden, sus lágrimas brillando como diamantes en la oscuridad.

El dolor no era solo físico; era una tortura emocional que desgarraba su alma. Sentía que había decepcionado a sus padres, que había fracasado en proteger el equilibrio del universo. Cada lágrima que caía de sus ojos era una estrella que se apagaba, una chispa de esperanza que se desvanecía.

Mientras Aiden sufría en la prisión dimensional, Erebos y sus seguidores actuaban en el mundo humano. Tres miembros de la Orden del Crepúsculo, maestros de la manipulación y el engaño, se infiltraron en las mentes de los dirigentes más importantes de la ciudad y del país. Con sus poderes oscuros, anularon la voluntad de estos líderes, convirtiéndolos en marionetas de la oscuridad.

-El mundo caerá en sombras y dolor bajo nuestro control -decía Erebos, su voz un eco de malevolencia.

Las decisiones políticas comenzaron a reflejar la influencia de la Orden. Los derechos humanos fueron anulados, la libertad de expresión fue suprimida, y el caos se apoderó de la sociedad. Las calles, antes llenas de vida y esperanza, se convirtieron en escenarios de desesperación y miedo.

Las calles de la ciudad eran un reflejo de la opresión y el caos que se desataba. Las protestas pacíficas eran sofocadas con brutalidad, los medios de comunicación eran silenciados, y las personas vivían con el temor constante de ser vigiladas y castigadas. El ambiente estaba cargado de una tensión palpable, como una tormenta a punto de desatarse.

-La libertad ha muerto -decían los ciudadanos, sus voces llenas de desesperación.

La opresión se extendía como una sombra que cubría cada rincón de la ciudad. Familias separadas, amigos enfrentados, y una sensación de impotencia que se apoderaba de todos. La oscuridad de Erebos se filtraba en cada aspecto de la vida, destruyendo la esperanza y alimentando el miedo.

En su lujoso recinto, Erebos disfrutaba de su triunfo parcial. El poder del rubí del crepúsculo brillaba en su mano, reflejando su ambición y su crueldad. Las paredes del recinto estaban adornadas con símbolos oscuros y objetos de poder, un santuario de maldad y dominación.

-El equilibrio se desmorona, y pronto el mundo conocerá el verdadero poder de la oscuridad -murmuró Erebos, su voz llena de satisfacción.

Sentado en un trono de sombras, Erebos contemplaba su dominio con una sonrisa cruel. Sabía que su victoria no estaba completa hasta que pudiera absorber el poder de Aiden y destruir el equilibrio por completo, pero por ahora, disfrutaba del caos y el dolor que había sembrado.

En la prisión dimensional, Aiden sentía cómo su energía vital se desvanecía con cada segundo que pasaba. Las cadenas rojas mordían su piel y su alma, drenando su fuerza y su voluntad. Cada lágrima que caía era una manifestación de su dolor y su desesperación.

-Padre, ayúdame... Luzbel, dame fuerza -susurraba Aiden, su voz apenas audible en la oscuridad.

A pesar del dolor, Aiden se aferraba a la esperanza de que sus amigos, Daniel e Ian, pudieran encontrarlo y liberarlo. Sabía que no podía rendirse, que debía resistir por el bien del equilibrio y por el amor que sentía por sus padres.

Mientras tanto, en la universidad, Daniel e Ian estaban desesperados por la ausencia de Aiden. Habían buscado por todas partes, pero no encontraban rastro de su amigo. La tensión y el miedo eran palpables en el campus, y los estudiantes vivían con la incertidumbre y el temor.

-No podemos rendirnos, Ian. Debemos encontrar a Aiden -dijo Daniel, su voz llena de determinación.

-Lo sé, Daniel. No pararemos hasta traerlo de vuelta -respondió Ian, su mirada firme.

Finalmente, Daniel e Ian llegaron al lugar donde Aiden había sido capturado. El lugar estaba lleno de escombros y oscuridad, un testimonio silencioso de la batalla que había tenido lugar. En el suelo, encontraron plumas blancas y rojas, una señal de la presencia de Aiden.

-Aiden estuvo aquí. Debemos estar cerca -dijo Daniel, recogiendo una pluma blanca.

-Sí, no podemos estar lejos. Mantén los ojos abiertos -respondió Ian, su voz un susurro de esperanza.

Aiden, encadenado en la prisión dimensional, continua luchando por mantener su luz interior mientras Daniel e Ian buscaban desesperadamente una forma de salvarlo. La sombra de Erebos se cernía sobre el destino de Aiden y el equilibrio del universo que está en peligro, y Aiden, atrapado en una prisión de oscuridad, lucha por liberar su luz.

Con la determinación de Daniel e Ian a su lado, la esperanza aún brilla en medio de la desesperación. La batalla por la luz y la sombra continúa, y solo el tiempo revelará el destino de todos.
 




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