Las Alas Del Crepúsculo

El Renacer Del Arcángel

En la prisión dimensional, Aiden luchaba con todas sus fuerzas por romper el conjuro del rubí del crepúsculo que aprisionaba su poder de luz. Cada intento de liberar la energía celestial que había heredado de Gabriel era como una batalla contra una tormenta interminable. Las rojas cadenas, serpientes de fuego y sombra, se aferraban a su cuerpo, drenando su energía vital con una voracidad implacable.

—No puedo rendirme... debo liberarme... — pensaba Aiden, su voz un eco de desesperación en la oscuridad.

Su resistencia era feroz, pero la energía vital de Aiden se desvanecía poco a poco. El dolor físico era inmenso, pero el tormento emocional de sentir que había fallado a sus padres lo devastaba aún más. Sus lágrimas brillaban como diamantes en la oscuridad, cada una, una chispa de esperanza que se extinguía.

Finalmente, la resistencia de Aiden llegó a su fin. Las rojas cadenas, habiendo drenado toda su energía vital, lo dejaron caer al abismo de la inconsciencia. Era como si el mundo se desvaneciera, dejándolo solo en un vacío frío y sin fin.

En su interior, la sombra heredada de Luzbel se transformó en una oscuridad absoluta, una negrura profunda que lo envolvió completamente. Pero en ese momento de muerte, una chispa de fuego se encendió en su alma, reviviéndolo como el ave fénix.

El fuego celestial ardía en su cuerpo, consumiendo las cadenas que lo aprisionaban y devolviéndole la vida.

El lugar donde Aiden se encontraba era un paisaje desolado y sombrío, una extensión infinita de oscuridad y cenizas. El suelo era frío y duro, y el aire estaba cargado con el peso de la desesperación. Aiden, yaciendo en medio de este vacío, sintió el fuego encenderse en su interior.

—No puedo ser derrotado... debo renacer... —murmuraba Aiden, su voz un susurro en el viento.

El fuego se extendió por su cuerpo, envolviéndolo en llamas de renacimiento. Las rojas cadenas se desintegraron, habiendo cumplido su cometido de drenar su energía vital. En su lugar, el fuego puro de su herencia oscura tomó el control.

Aiden volvió a la vida, pero ya no era el mismo. La luz que había heredado de Gabriel seguía atrapada en su interior, encapsulada por el poder del rubí del crepúsculo. La oscuridad se adueñó de su ser, fusionándose con la herencia de Luzbel.

Sus ojos se tornaron de un violeta intenso, reflejando la profundidad de la oscuridad que ahora lo controlaba. Sus alas, antes brillantes y llenas de luz, se volvieron negras con bordes rojos escarlata, como si el fuego del renacimiento las hubiera marcado con su poder.

—Erebos, te mataré como la basura que eres y me adueñaré de la Orden del Crepúsculo. Yo seré el nuevo amo de la tierra y del abismo — declaró Aiden, su voz resonando con una frialdad implacable.

En el cielo, Gabriel sintió la caída de su hijo en las garras de la oscuridad. Un dolor profundo y desgarrador se apoderó de su corazón, como si su alma se estuviera desangrando.

—¡Aiden! —gritó Gabriel, su voz llena de desesperación y angustia.

Intentó acudir en ayuda de su hijo, pero Luzbel lo detuvo, su mirada llena de firmeza y dolor.

—Gabriel, debes confiar en Aiden. Esta es su lucha. Nuestro hijo no se rendirá tan fácilmente — dijo Luzbel, su voz un susurro de amor y fortaleza.

Gabriel, a pesar del dolor que lo consumía, sabía que Luzbel tenía razón. Pero aceptar la realidad de la situación no hacía que el tormento fuera menos intenso.

—Es nuestro hijo, Luzbel. No puedo soportar verlo sufrir así —murmuró Gabriel, su voz quebrada por el dolor.

Luzbel lo abrazó, su propia alma sintiendo el tormento de ver a su hijo en peligro, pero sabiendo que debían dejar que Aiden enfrentara esta batalla por sí mismo.

—Lo sé, Gabriel. Pero Aiden es fuerte. Debemos creer en él —respondió Luzbel, su voz una mezcla de firmeza y consuelo.

De vuelta en la prisión dimensional, Aiden se levantó con una nueva determinación. La oscuridad que lo envolvía era un manto de poder, una armadura que lo protegía de cualquier debilidad. Sus grandes alas negras y rojas se desplegaron con majestuosidad, y su mirada violeta brillaba con una intención clara y peligrosa.

—No permitiré que nadie me detenga. Erebos pagará por esto —dijo Aiden, su voz resonando con una autoridad oscura.

La oscuridad lo aislaba de las voces de sus padres, Gabriel y Luzbel, impidiendo cualquier comunicación. Estaba solo, pero la soledad no lo debilitaba; al contrario, la oscuridad alimentaba su fuerza y su propósito.

Aiden, ahora renacido y transformado, se dispuso a escapar de la prisión dimensional. Con un poder renovado, rompió las barreras que lo mantenían atrapado y se abrió paso hacia la libertad.

—La Orden del Crepúsculo será mía. Gobernaré sobre la tierra y el abismo —pensó Aiden, su mente fijada en su nuevo objetivo.

Aiden, transformado por la oscuridad, se prepara para enfrentarse a Erebos y reclamar su lugar como el nuevo amo de la Orden del Crepúsculo. La lucha por el equilibrio había cambiado, y Aiden, con sus alas negras y rojas, se alzaba como una fuerza imparable.

El equilibrio del universo está en mayor peligro, y Aiden, renacido en la oscuridad, se dispone a enfrentar a Erebos con una nueva determinación.

Con el fuego de Luzbel ardiendo en su interior y la luz de Gabriel encapsulada, su transformación promete un nuevo capítulo en la batalla por la luz y la sombra.  La lucha continúa, y solo el tiempo revelará el destino de todos.
 




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