Las anécdotas de una abuela triste

capitulo VI

— ¿Qué pensabas cuando te casaste con él? — Pregunté al verla observando viejas fotografías. —¿Qué decías? —Preguntó volviendo a la realidad. —¿Qué pasó por tu mente cuando aceptaste casarte con el abuelo? — Se rio como si le hubiera contado un chiste, dejando las fotografías por un lado para ponerse atención a sí misma. — Digamos que ese día la mente perdió la razón. Cuando le dije que si... — Sonrío con aliento vivo. La verdad es que no pensé que para mi madre sería un prototipo atroz, en ese momento quizá la razón se me vio nula y le cedió su lugar al corazón. — ¿No dicen por ahí qué hacer eso es letal? — ¡Por supuesto que sí! ¿Pero qué hubieras hecho tú?... La razón se recupera cuando uno ya se ha dado el trancazo acompañada de experiencia, el tiempo no. Imagínate que hubiera hecho yo sin él- Suspiró. el tiempo que tu abuelo me dio... un desastre de infelicidad hubiese sido mi vida ahora. — ¡Cuéntame! — Dije animada ¿cómo te propuso casarse el abuelo? — Como lo proponen las almas buenas: con una sonrisa y una vida dispuesta a ser regalada. Esa tarde me sonrió como si después de aceptar compartir una vida juntos iban a haber luces y un felices para siempre. Yo que nunca me creí esas historias rebajadas al comercio, le advertí, (porque ya sabes tú como es uno cuando está enamorada, pero con los pies bien firmes cuento de hadas, el viejo bruto me contesto: Vos tampoco porque las princesas no aguantan hambre. —¿Y no te importaban las penas? —Mira, cariño, es una mala filosofía ese decir: Cuando el hambre entra por la puerta el amor sale por la ventana. Cuando uno realmente ama, la ventana se cierra bien y si está abierta ni dan ganas de correr. Tampoco te pintaré un mundo de pajarillos cantores, pero, siempre me puse a pensar y llegué a la conclusión que ¿De qué te serviría pasar el resto de tu vida con un hombre apuesto y de buenos lujos si al salir de la casa aspira a otras? No, la televisión te regatea un cuento de hadas perfecto que la vida te sabe quitar de manera violenta. No hay finales felices, todos los finales son catastróficos y lo único que es feliz es aquello que no finaliza. —¿Pero... hay ciertos momentos en los que te sientes insegura? digo, insegura no de la situación sino de ti misma, como cuando se piensa que el otro te dejará de querer y se 68 encontrará a alguien mejor. —No, cariño. Consejo de la vida. — Señaló con su dedo índice la punta de mi nariz. Nunca se debe dar un acepto en la iglesia antes de no haberlo hecho frente al espejo. — Entonces la infidelidad nunca se dio en tu casa. —¿A qué sentido te refieres? recuerda que hay todo tipo de infidelidad. —¿Cuál se dio en tu caso? —La más fácil de perdonar. —¿Cuál? —Pregunté. —La infidelidad de la cama. —Respondió. —¿Te engañó con otra? —Pregunté demasiado sorprendida. —No fue un hombre perfecto, dije que fue feo, pero ser feo no te quita lo mañoso. Rio —Esas cosas no se perdonan, y sé que no estoy equivocada. —¡Ja!, cariño, sí que lo estás, no hay cosa en esta vida que no tenga perdón. ¿cómo puedes tú acaso pedir perdón y no perdonar? ¡no se puede!, Además, el me engañó en cuerpo, lo sé, con el alma no, se siente. Si él la hubiera amado, no creas, también lo hubiera perdonado. Te repito, todo tiene perdón, pero no hubiera vuelto con un alma no entregada a mí. —Solo hubiera sido perdón. —Solo perdón. —dijo. — ¿Y dejaste que te siguiera engañando? —No, le puse un punto, un cruce de líneas con las lágrimas en los ojos y una voz fuerte y decidida: ¡o es ella o yo! —Él te decidió a ti. —Yo una vez elegí entre él y un hombre apuesto. Era la hora de la revancha, yo o una mujer joven que se quedaría en su vejez por su dinero mientras yo por melancólicos recuerdos y el emblema de lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre. — Esas ya son frases viejas abuela, ahora existe el divorcio. —Me vio con ojos de quien habla con la pared. —Siempre ha existido, cariño. —lo dijo con gracia denotando que burlaba de mí. —Perdón, a lo que me refiero es que ahora ya no es tan juzgado. —Nunca me importó ser juzgada, me quedé por pura lata de seguirle amando. Un error de esos no significa que las ganas no sigan ahí... Te voy a regalar una frase que un día leí por ahí y no recuerdo muy bien en dónde: No hay que tener la cabeza tan abierta que el cerebro en el transcurso se caiga. —Me guiñó un ojo. No te estoy dando clases de biblia, pero la ley de un Dios bueno no se moderniza, se mantiene... El amor sincero perdona, mi vida, yo lo perdoné y él perdonó mis errores. Que te esté diciendo solo los de él no quiere decir que los míos no fueron iguales o peores. Aunque también te aclaro que el perdonado también tiene que asumir el no volver a repetir su error; y tienes que aprender que perdonar no siempre significa seguir. Hay ocasiones en las que se dice te perdono y juntamente adiós. — ¿Aunque duela? —Aunque te desgarre el alma.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.