Las anécdotas de una abuela triste

Prologo I

De vez en cuando la vida nos ofrece agradables sorpresas, eso me sucedió al leer el libro “Las anécdotas de una Abuela Triste”, de autoría de la joven Coatepecana Alexandra Quintanilla Toledo, de tan sólo 22 años. Es una bella historia de amor del bueno, del amor sin ningún interés de por medio, en su mayoría es producto de la imaginación de la autora, complementada con algunos recuerdos de su infancia. Muchos de nosotros elucubramos fantásticas historias en nuestra niñez, producto de nuestra primigenia imaginación y nunca nos animamos a contarlas, mucho menos a escribirlas. Ese es parte del mérito de Alexandra, imaginarse, escribir y presentarnos una historia que parece real y que muchos de sus lectores podrán pensar 8 que a ellos mismos les pasó. En el proceso, hace gala de un manejo del lenguaje de una persona de mucho mayor edad y experiencia en el difícil arte de la escritura, siendo eso muy difícil de lograr, y resalta y complementa su mérito. La actual cultura de materialismo y capitalismo salvaje, ha logrado que los ancianos, entre ellos los abuelos/as, pasen a segundo plano, restándoles la inmensa importancia que tienen en la buena educación de sus nietos, quienes obtienen a través de ellos unas vivencias extraordinarias que no obtienen con sus padres. Está demostrado estadísticamente que los niños que conviven con sus abuelos, viven más felices y se preparan mejor para desenvolverse adecuadamente en la lucha por la vida. Nuestra Patria, Guatemala, que actualmente vive un estado de descomposición moral, ética, intelectual y espiritual como nunca antes se había visto, debido a la corrupción que ha corroído todas las estructuras estatales, está más que necesitada del aporte intelectual y moral de nuestros jóvenes, que como lo hace Alexandra, “tejen” con las palabras historias y vivencias, que al florecer en la mente de sus lectores, traen como consecuencia que nazcan ellos mejores sentimientos y mayor conciencia colectiva, ya que se dan cuenta que la ambición desmedida a los bienes materiales no hace personas más felices, sino que son los sentimientos de amor y solidaridad humana, los que los harán más felices y satisfechos. A mayor ilustración e intelecto, mejores ciudadanos en todo el sentido de la palabra, por eso necesitamos muchas Alexandras. Creo sinceramente que estamos presenciando el despegue de una carrera literaria de una auténtica escritora Coatepecana, que sólo el tiempo nos podrá decir hasta donde llegará. Insto a los lectores a disfrutar de esta sencilla, pero muy agradable historia de amor filial, que se repite constantemente en las vidas de muchas familias y que pocos se atreven a escribirlas.

                                     Julio Roberto Figueroa Tobar Coatepeque, 25 de abril del 2,021




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