Las armaduras plateadas - Máleran 4 | libro 4

Prologo

 

Tiempo:

3:22 am, 9 de enero de 1987.

Lugar:

Castillo de Lady Curuneu, Nación de Arafelia, Continente Apsurer.

 

Dos guardias se encontraban circulando el perímetro de los balcones del quinto piso del castillo, habían sido asignados aquella noche. El castillo contaba con diez pisos y cuatro guardias repartidos en grupos de dos, por lo que por lo menos debía de haber unos cuarenta guardias cuidando del castillo aquella calurosa noche de verano, sin contar todos los de la muralla previa. El castillo de Lady Curuneu, se encontraba al filo de una montaña, en la parte trasera del mismo caía hacia un vacío de unos treinta o cuarenta metros hasta llegar al lago principal de la Nación. El castillo tenía forma cuadrada, gris, vieja, casi arruinada, a pesar de que solamente había sido construido con diez años de antelación. Los dos guardias que se encontraban en el quinto piso se llamaban Jazar y Crad. 

Crad, era el novato que se creía valiente y Jazar el temeroso con décadas de servicio. 

—¿Cuánto crees que haya de distancia hasta el lago? —pregunto Crad intentándose asomar por el filo del balcón que rodeaba la cuadrada fachada del castillo de lady Curuneu el casco se ladeó hacia un costado saliéndose de su cabeza cayendo pocos centímetros, Crad soltó su arma y agarró el casco golpeándolo contra el barandal del balcón. Crad soltó un suspiro de alivio. Sin ver que Jazar se encontraba mirándolo de mala gana. 

—¡Crad! —intentó susurrar Jazar para no despertar a nadie—, la próxima vez que te asomes hacia el exterior sabrás cuánto hay de distancia, pero porque tendrás que nadar de vuelta adentro aquí al palacio en menos de cinco minutos. 

—Lo siento Jazar —dijo Crad acomodando su casco y tomando su arma nuevamente. 

—No ves a otros guardias asomarse por la barandilla, ¿O sí? —preguntó Jazar.

—Bueno… A decir verdad… No veo a los demás pues están un poco alto y me tapa el propio balcón… —dijo Crad. 

—No hacía falta que contestaras —dijo Jazar, interrumpiendo al muchacho. Continuaron caminando, la mayoría de las habitaciones no estaban ocupadas y solamente se podían ver las luces violetas a través de las ventanas. Pasaron por el frente de la habitación del joven Garud, la luz ya estaba apagada, el noble joven rara vez se recostaba tarde. Aunque tenía la misma edad que Crad. Era mucho más inteligente que él. Aunque un poco más flacucho, lo había visto en pocas ocasiones, la mayoría del tiempo estaba en su habitación, practicando con un montón de señores que le enseñaban de modales, estudiando o simplemente se pasaba horas con los sastres decidiendo que ropa podía combinar mejor al pequeño noble. 

Jazar caminaba con los ojos cerrados parecía que el caminaba era un sonámbulo y no él con sus ojos marrón claro apenas podían verse. ¿Por qué tanto sueño? Se preguntó dentro de su mente Jazar. De pronto vio una ligera sombra a través de sus párpados caídos, le pareció que estaba soñando así que no le dio interés alguno. Abrió los ojos soltando un prolongado bostezo que casi le hizo trabar su mandíbula.

—Pero por Narelam ¡¿Qué estás haciendo?! —dijo Jazar exaltado, pero intentando mantener la postura susurrando, caminando hacia el interior del balcón (su ancho era de varios metros por lo que podían estar separados los dos guardias de aquel piso) su compañero Crad estaba frente a la oscura ventana del noble Garud, el reflejo del joven Crad era perfecto y se estaba acomodando un poco su alborotado cabello, seguido de reventarse un par de granos de sus mejillas, Jazar tomó a Crad del yelmo. 

—Lo siento, lo siento —dijo Crad—, es que vi mi reflejo y no pude evitar ir a acomodarme el pelo. 

—Pero, llevas casco niño. ¿Para qué espíritus quieres saber cómo está tu cabello? si va a seguir así por otras cinco horas, por Narelam —dijo Jazar que parecía furioso y ya no tenía aquel tinte soñoliento. Un fuerte y rápido zumbido hizo que ambos se dieran vuelta (Jazar y Crad estaban mirando hacia la habitación del noble) caminando lentamente hacia la balaustrada—, ¿Lo has oído?

Crad asintió sin decir una palabra.

—¿Has visto algo negro caer también? —preguntó Crad con voz algo temerosa. 

—No… —exclamó Jazar intentando esconder su gran figura detrás del joven Crad, el inexperto guardia se hizo unos pasos hacia atrás escondiéndose detrás de Jazar. 

—Tú tienes que ir primero —dijo Crad—, eres el más veterano. Vamos. Ve —expresó Crad empujando con sus manos la espalda de Jazar.  El hombre llegó hasta la balaustrada apoyando el arma acostada y sus temblorosas manos sobre ella, asomó la mitad de su frente. Poco a poco Crad también se fue acercando, el muchacho miró hacia arriba, haciéndose un par de pasos hacia atrás y en aquel preciso momento tirando a su compañero Jazar haciéndolo caer al lado suyo. 

—Pero qué haces —exclamó Jazar mirando al muchacho, el chico estaba señalando hacia la noche, Jazar se giró mirando hacia donde apuntaba Crad y por un segundo pudo ver un cuerpo caer hacia el vacío, en aquellos segundos, Jazar se incorporó nuevamente hacia la balaustrada para comprobar que era un cuerpo el que había caído y estaba tendido en el suelo, sino que, un par de garfios llegaban hasta la balaustrada para agarrarse de ella. El veterano Jazar dio un par de pasos hacia atrás, aun con el arma entre sus manos—. Crad, tu arma, ahora.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.