Las armaduras plateadas - Máleran 4 | libro 4

Capítulo 2

Tiempo:

7:10 am, 3 de febrero de 1987.

Lugar:

Credo de los inquisidores, Nación de Cord, Continente Apsurer.

 

Dos de las más largas y agotadoras semanas habían pasado desde que Otidas había adoptado el nombre del noble Graud Baggery, todavía no se acostumbraba y había veces que lo tachaban de idiota o sordo por no responder a su falso nombre, los demás reclutas no le daban ni un mes antes de volver a su castillo. 

Se encontraban en su primera clase que duraba dos horas al igual que su segunda clase que duraba otras dos horas, la primera dedicada a aprender sobre los Kabarys, cosa que, sí Otidas no se hubiera tragado su enojo habría soltado más de alguna verdad que estaban descubriendo o que habían descubierto hacía ya muchos años gracias a los numeroso combates entre las dos facciones. 

—Los archivos de Melcatan —expresó la profesora Zare Quchue, tenía ojos verdes tan claros que casi parecían blancos dependiendo de la luz que entraba por solar que pasase a través de inmenso vidrio de la parte superior, una piel de tez morena clara casi blanca y una altura tan pequeña que tenía que estarse parando en una banqueta para escribir en la parte superior de pizarrón—, escritos en mil setecientos treinta y siete, dictan qué, un Kabary nunca irá solo a una batalla, siempre salen en parejas o en grupos de cinco o más personas. Por lo usual su piel es morena. Aunque no se sabe si tienen o si han tenido relación fuera de su tierra o si su piel puede ser blanca —Otidas se miró su brazo. 

¿Padre habrá sido del todo blanco? O… ¿Habrá tenido la piel igual que la mía? ¿Cómo era que se llamaba? Ah… si, , Lionaga. Realmente su nombre era bastante raro… ¿De qué parte de Ranmer habrá sido para portar aquel nombre? Ojalá madre me hubiera platicado más sobre él, pensaba Otidas mientras intentaba volver a prestar atención a la profesora Zare. Las tres campanadas del cambio de actividad resonaron a lo largo de todo el complejo del credo de los inquisidores.

Estaba más que claro que no prestaba atención para aprender más de su propia raza, de hecho, en las pocas clases que había tomado con Zare. Habían sido al vicio, algunas cuestiones eran vagamente similares y en otras estaban totalmente equivocados.  

—Muy bien muchachos —exclamó Zare levantando su tono de voz—, quiero que para mañana me traigan un par de ensayos de cómo creen que son los métodos de defensa de la tribu de los Kabarys.

Otidas salió del salón junto con su cuaderno, Lani y Varitto lo seguían detrás. 

—Por Narelam y todos los espíritus —exclamó Lani—, dos horas para aprender un poco de la densa historia de esos malditos Kabarys. Todo para  invadir su tierra y nos quedarnos con su recurso el… ¿Barca?

—Es Balkhar, Lani —corrigió Varitto en voz muy baja apenas perceptible. 

—Lo que sea. Las posibilidades podrían ser mucho mejor —dijo Lani, un grupo de chicos pasó por su lado, y uno de los chicos empujó a Lani. Otidas se giró mirando al que se encontraba a un costado, no era otro que el extraño chico que había conocido días atrás en el elevador junto con Lina y Varitto—. ¿Cuál es tu problema? —consultó Lina restregándose el hombro por el golpe dado. 

El grupo de tres individuos giró. Eran una chica y dos chicos. 

—Lo siento mucho su majestad —expresó el que había pechado a Lani, su cabello se encontraba duro a simple vista, tenía varias puntas como si se tratase de un cactus de un color negro, seguramente ni el viento más poderoso de la Nación de Cord habría podido derribar aquellos puntiagudos cabellos. El chico de cabello puntiagudo hizo una reverencia—, mi nombre es Mad Raj. Siento mucho el incidente del otro día, pero verás… Si alguno de nosotros se delataba de aquella forma, probablemente habría sido expulsado en el acto por adelantarse al Capitán Oronic. 

Los otros tres asintieron con sus cabezas. 

—Su majestad, siento mucho no haberme presentado —dijo una de las chicas guiñando un ojo a Otidas, parecía mucho más grande que él. Tenía cabello anaranjado y un sinfín de pecas en su rostro, casi parecían perfectamente colocadas para no saturar su perfecto rostro—. Mi nombre es Ly, Ly Zaradaki —ella se acercó a Otidas besándolo en su mejilla, Otidas Uyadul se quedó pasmado, casi petrificado. Lani bufó. Ly se retiró hacia donde estaban sus compañeros—, ¿No te vas a presentar? Me parece una falta de respeto —expresó Ly mirando hacia su hombro izquierdo advirtiendo al tercer chico dándole un pequeño golpe en el hombro. 

—Hey —expresó Lani poniendo mal rostro—, no lo trates así. 

—Yo lo trató como quiero —contestó Ly, dando un par de pasos hacia delante y poniendo sus brazos como si fueran una jarra. Parecía que estaban a punto de tener un duelo de miradas más severo que habían visto en mucho tiempo. El chico aclaró su garganta:

—Mi nombre es Enwol Zaradaki —dijo el chico con el rostro totalmente inexpresivo. 

—¿Lo ves niña? —añadió Ly—, mi hermano mayor no necesita que lo cuiden. Yo y Mad lo cuidamos bien.

—¿A quién le dices niña? —contestó Lani bufando nuevamente, pero está vez los seis allí presentes lo oyeron—. Tal vez lo acepte, pero al menos no soy una vieja. ¿Cuántos años tienes Ly? ¿Treinta?

—Yo no tengo… esa edad —contestó Ly arremangando su remera caminando con determinación hacia Lani. Enwol reaccionó en el acto, buscándola, parándose al frente de su hermana. 




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