Las armaduras plateadas - Máleran 4 | libro 4

Segunda Parte: El odio de una recluta y las suplicas de una novata

 

Capítulo 6

Tiempo:

14:17pm, 5 de abril de 1987.

Lugar:

Credo de los inquisidores, Nación de Cord, Continente Apsurer.

 

Los días habían pasado en el credo de los inquisidores solamente habían vuelto una vez más al torbellino acuífero, teniendo en cuenta de que más de treinta grupos debían de pasar por el torbellino, había sido un milagro de Narelam el hecho de poder ir más de una vez. La pequeña habitación que compartían Varitto y Otidas estaba en completo silencio a pesar de que estaba totalmente ocupada, ninguno de los dos había vuelto a hablar acerca del combate o de cualquier otra cosa.

Otidas se cambió, y sacó de un costado de su mesita de luz una colonia que había comprado en el Continente Delrich. La Wolonchis que se la había vendido le había dicho que con aquel rico aroma exquisitamente dulce podría conquistar hasta la hija de un Emperador, Emperatriz, lady o lord. Desde que había vuelto del Continente Delrich Otidas había comenzado a usar aquel extravagante perfume, ¿Por qué se lo ponía? No había nadie en el credo de los inquisidores que quisiera conquistar, ¿O sí? Negó repetidas veces con su cabeza y de repente en su mente se le apareció la imagen de una joven de cabellos negros ondeando al viento, ojos marrones más claros que los de Otidas y un rostro serio totalmente desafiante, era el rostro de la Serotiana Marcí Amolie. Otidas cerró rápidamente sus ojos y negó nuevamente con su cabeza. No puede ser por esa Serotiana, no me parece atractiva en lo más mínimo, además no volveré a verla nunca, las posibilidades son muy pocas, pensó Otidas. y tomó un diminuto pero grueso libro de su escritorio y salió de la habitación sin decir nada, caminó por el pasillo de las demás habitaciones mirando detenidamente las que se encontraban abiertas, entre abiertas y cerradas. 

Los últimos días muchos han desertado el credo, creo que no han aguantado el torbellino acuífero, pensó Otidas saliendo por fin de los cuartos masculinos. No sabía el número exacto de reclutas que habían dejado el credo, pero comenzaba a sentirse en los pasillos, cafetería y clases tanto teóricas como prácticas de batallas y ahora prácticas de animales. Aquel libro que Otidas llevaba en su mano era una copia que le habían entregado en el continente Delrich. Lo abrió y continuó en la página que lo había dejado. 

Siete rugidos pequeños, casi inaudibles para personas de entre veinte y treinta años quieren decir “Que tal andas hoy amo”, leyó Otidas mirando al lado un pequeño dibujo de un Calarian aullando. Tengo que aprender a hablar el idioma de Rusi lo antes posible, pensó Otidas. “Y con seis ladridos casi inaudibles para personas de entre veinte y treinta años quiere decir: Que tal andas hoy amigo”, leyó el joven Kabary.

Creo que este de seis ladridos es menos formal, pensó Otidas. Creo que lo usaré para tratar con Rusi. Las clases de entrenamiento con sus pequeños compañeros de caza, habían comenzado a dictarse al menos para el grupo de Otidas, Varitto y Lani. A medida que iban volviendo de la expedición con el capitán Oronic los demás reclutas comenzaban a tomar aquellas clases adicionales. 

Otidas bajó por la escalera caracol hacía el Nivel Tres, una vez allí pudo encontrar a Lani, que estaba un poco más adelantada que él, casi a la mitad del gran puente. Otidas no aceleró su paso para alcanzar a su compañera. Espero que hoy no me pregunte “¿Por qué nos hemos peleado Varitto y yo?”, pensó Otidas intentando imitar la aguda voz de Lani en el interior de su mente. Sé que Varitto tampoco ha dicho nada y se lo agradezco, pero… ¿Cuándo hablaremos nuevamente? Ya han pasado bastantes días. Se encogió de hombros tras aquella duda que surgió dentro de su cabeza y continuó caminando hacia las aulas de las capitanas. 

Otidas ingresó junto con los otros cuarenta y nueve reclutas, el salón estaba sobre un sinfín de suelo lleno de pasto un tanto seco, con unas diez mesas rectangulares repartidas por todo el salón con sillas de madera, una pequeña tarima a un costado con un gran pizarrón y un micrófono en medio de la tarima, a un costado de ella había dos sillas donde estaban sentadas, las dos capitanas, la más grande se levantó una vez estuvieron todos los reclutas sentados en sus sillas y se acercó al micrófono. Era una mujer que aparentaba unos cincuenta años de edad, con sus cabellos largos y blancos hasta sus omóplatos piel morena y ojos azules casi blancos como si hicieran juego con su pelo. Parecía que sus brazos y piernas poseían bastantes músculos a pesar de que llevaba su armadura plateada y brillante correspondiente.

—Buenos días reclutas del capitán Oronic Nugu —anunció la capitana Deluvis a través del micrófono—, en la clase pasada solamente pudimos ver una corta introducción a los tres libros que les dieron en el continente Delrich los Wolonchis, hoy nos dividiremos en dos grupos. Uno irá conmigo, yo soy la encargada de que pequeños y juguetones compañeros encuentren a los Kabarys en la oscura noche cuando salgan a combatirlos y adopten al menos una postura defensiva en caso de encontrarlos. Por otro lado mi compañera la Capitana Farit Ti les enseñará como cuidarlos, bañarlos, que comida y cuanta darle a cada uno por que no será la misma comida para un Lefáprou que para un Vesuro —la otra capitana se levantó de la silla del costado y se colocó al lado de la capitana Deluvis, era mucho más bajita que la capitana Deluvis, Farit tenía unos rizos negros menos ondulados que los de Lani y mucho más cortos, ojos negros piel un tanto morena casi parecía el mismo tonó que tenía Marci, ¿Por qué pensaba en Marcí en aquel momento? Se preguntó el chico Kabary, la armadura de la capitana Farit Ti era tan pequeña que casi parecía que un niño podía meterse en su interior. Sus grandes pero sensuales gafas habían hecho que más de un recluta quedase enamorado de aquella joven capitana. Aparentaba unos treinta años de edad.




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