Las armaduras plateadas - Máleran 4 | libro 4

Capítulo 7

Tiempo:

7:40 am, 16 de abril de 1987.

Lugar:

Cuartel de los Serotianos, Quinto Nivel, Condado de Tyrkub, Continente Ranmer.

 

Ochenta y ocho, ochenta y nueve, contaba dentro de su cabeza la Serotiana Novata. Cada vez bajaba más lento el sudor de su rostro caía de a cinco gotas por mejilla, toda su cara ya se encontraba roja del esfuerzo que había puesto, noventa y siete. 

Tengo que poder, no es más que otra… bajó lentamente hasta el suelo. Noventa y ocho, otra misión de mierda. Tal y como las otras diez que he logrado, noventa y nueve. Nada especial. Subió y bajó lentamente.

—¡Una más! —vociferó la Serotiana. Subiendo una vez arriba se desplomó en su habitación, sintiéndose totalmente exhausta. Agitada y con los ojos cerrados no se había dado cuenta de que había alguien en la puerta apoyado en el marco. Tenía cabello de color azul, y las puntas sobresalían en veinte centímetros hacia arriba, sus ojos eran de color negro y su mirada un tanto sería hacia la Serotiana. 

—Marci —dijo el joven de cabello azulado—, ¿Realmente tienes que hacer el doble que nosotros? 

La joven Marci de cabello negro se levantó del helado suelo, y se giró para buscar una toalla para secar su sudor, la habitación era un tanto pequeña, pero era para ella sola. Tenía un mueble que quedaba enfrentado a la puerta, a un costado la cama y enfrentado a ésta tenía un perchero con sus siete uniformes verdes de la semana, y al lado un espejo. Sobre el mueble había quince cajas de té, de diferentes colores y seguramente sabores. Tomó su ropa del mueble y su uniforme de aquel día. 

—Si tengo que hacer el doble de ustedes —dijo Marci tocando repetidas veces el hombro de su amigo—, ahora hazme el favor y córrete Kasenmu.

—Cómo usted ordene comandante —contestó Kasenmu corriéndose de la salida. Marci caminó por la larga habitación de las piezas de los novatos estaba dividida, de un lado hombres y del otro lado mujeres. 

—Marci, ¿No estás nerviosa? —consultó Kasenmu mirando a la joven. 

—Un poco, como compañeros, no voy a mentir, y sí. Estoy un poco nerviosa, pero no puedo dejar que me ganen —exclamó Marci tomando un par de toallas que se encontraban sobre un banco—, ¿Dónde está Duelder? 

Kasenmu se encogió de hombros.

—De seguro debe estar en…

—La cafetería —dijeron ambos al unísono. Comenzaron a reírse. 

—Te veré en un rato en la cafetería —contestó Marci. 

—Por cierto, Marci… Ya se decidieron los demás equipos y el Serotiano que nos acompañará.

—Excelente, no quiero saber lo vere después —dijo la joven de cabello negro y entro a las duchas.

No puede ser, esta misión me está comiendo la cabeza poco a poco, pensaba Marci Amolie mientras la lluvia mojaba su pelo. Nueve misiones con completo éxito y la primera que no incluye rescatar gatitos de árboles, hacer cruzar a ancianas es la onceava. Espero que el Serotiano que nos supervise a los nueve sea alguien competente, ya es algo serio cuando nos han dado el rango de la misión. 

Marci terminó de colocarse su uniforme de color verde y mientras secaba su largo cabello regresó a su habitación, abrió una caja de madera que tenía al costado de las diez cajitas de té y del interior sacó la insignia de novata que era una letra N en roja con detalles dorados en los bordes, se colocó una en su pecho y la otra en su hombro.

—¿Qué té voy a probar hoy? —se preguntó la joven mirando detenidamente cada caja que albergaba los diminutos saquitos. Los colocó uno al lado del otro y con sus ojos color marrón claro miró detenidamente hasta tomar una de las cajas, que era de color naranja de una marca extraña, la abrió y sacó el paquetito de té, acto seguido se dirigió hacia la cafetería, paso nuevamente por los baños y llego hasta una gran puerta que se encontraba frente a Marci, estaba abierta y tras ella una galería que se extendía tanto a la derecha como a la izquierda, en medio una plaza y cuatro caminos de piedra que convergían en el centro alrededor de una fuente de agua, sobre la fuente se hallaba la estatua de bronce de un anciano que le faltaban sus dos brazos, Marci caminó a través de la plaza, pasando su mirada por la placa a los pies de la estatua en ella se podía leer: “Kilip Serotia. Primer Serotiano de los siete Condados”.

Continuó su camino hasta el otro lado de la galería y allí ingresó por una gran puerta similar a la de las habitaciones y baños. Frente a ella se encontraba el inmenso comedor con un total de doce largas mesas repartidas de tres en tres a lo largo de aquel salón. Al fondo del salón había una mesa más alta con tres sillas, Marci apenas podía verlas (el salón se extendía al menos por ochenta metros) pero se sabía muy bien quienes podían sentarse allí.

Bajó su mirada y pudo ver a sus dos compañeros sentados casi al final de la primera mesa de en medio, caminó con mucho cuidado llevando el saquito entre sus dos manos y se sentó entre los dos. Una cocinera se acercó con un carrito dejándole a Marci una taza junto con un par de platos llenos de unas tiras de pan (eran como una especie de palos pequeños) rodeados de muchos frasquitos. La cocinera vertió agua caliente y Marci colocó su saquito, el agua comenzó a pintarse de un color amarillento claro. El compañero que tenía al lado extendió su mano para tomar un palo de pan. Marci golpeó con suavidad la mano de su compañero y él la retiró rápidamente. 




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