Las armaduras plateadas - Máleran 4 | libro 4

Capítulo 9

Tiempo:

6:11 am, 12 de mayo de 1987.

Lugar:

Cuartel de los Serotianos, Quinto Nivel, Condado de Tyrkub, Continente Ranmer.

 

—¡Comandante Niv Loupe! —gritó Airlath Futtso golpeando su mano contra el escritorio de la Comandante—, no pienso arriesgar la vida de un grupo de Novatos, solamente porque usted no quiere que el cargamento que tenía destino al poblado de la Cascada Infinita pueda caer en manos de saqueadores. Le prometo que lo devolveré intacto, solamente lo necesito para ir a rescatar a mis Novatos —la Subcomandante bajó su cabeza—, por favor Niv, necesito rescatar a esos jóvenes lo antes posible, ya casi ni siquiera puedo dormir por la culpa que tengo. Y ahora viene esa carta por parte de los saqueadores y yo tengo que hacer algo, no me puedo quedar de brazos cruzados. 

Niv se levantó de su asiento y corrió las cortinas con su rodilla derecha la luz de aquella mañana se filtró por toda la habitación y ella comenzó a reír. 

—Lo siento es que me dio gracia algo estúpido —dijo Niv. Madir y Airlath acercaron sus caras un poco más al centro del escritorio—, dijo que no se puede quedar de brazos cruzados pero la expresión verdadera sería de brazo —ambos Subcomandantes resoplaron de indignación—, bueno, bueno tranquilos, Subcomandante Airlath Futtso la pongo al mando de la misión para rescatar a los Novatos, puede llevar el jarrón de la dinastía Látira y negociar con los saqueadores, como indica la carta, puede llevarse a cuatro Serotianos con usted, si pierde el jarrón frente a los saqueadores su número de misiones no solamente bajará en uno, sino en dos, una por perder el jarrón y la segunda por no rescatar a los Novatos —concluyó la Comandante de los Serotianos del Condado de Tyrkub, tras eso Airlath Futtso se puso en marcha para encontrar el equipo ideal.

 

Marci pudo sentir como tironeaban su cabello para levantar su cabeza, todavía estaba un poco dormida, no quería abrir nuevamente sus ojos, no en aquella situación.

Pero por más que intentaba mantener los ojos cerrados con la poca fuerza que le quedaba había otra voz que le decía: Marci, no te vayas, no así. Era la voz de alguien que conocía muy bien. No quiero volver a oír su voz nunca más, pensó Marci. Terminó por abrir los ojos, realmente estar allí era lo último que quería, pero… Oír aquella voz era peor que el infierno. El rostro sucio de un saqueador se presentó a pocos centímetros de ella, el saqueador soltó el largo cabello de la Serotiana y ella volvió mirar hacia abajo, estaba sentada sobre un banco de piedra que también cumplía la función de ser una cama por las noches, sus dos brazos sobre su regazo estaban dentro de unas esposas (no estaban unidas por una cadena y dos grilletes, sino, que era un rectángulo de hierro con dos huecos, allí estaban aprisionados sus brazos) al mismo tiempo una cadena bajaba desde el rectángulo para unirse a dos grilletes que tenía en sus piernas. Esto permitía a Marci moverse lo suficiente para poder caminar un poco. Se encontraba bajo una especie de “domo” construido a base de madera tres postes sostenían el domo y a esos postes estaban encadenados Marci Amolie, Kasenmu Munlaki y Duelder Ashtom.

—Su final está cerca —dijo el saqueador que acababa de dejar tres platos con restos de carnes que habían pasado por la boca de sus compañeros. El saqueador la única puerta de la jaula domo, se encontraban en medio del desierto a pocos kilómetros de lo que eran los pantanos de las serpientes de Tierrarío, unas veinte chozas rodeaban al domo y unos cincuenta saqueadores se encontraban allí ya fuera trabajando con armas, entrenando, bebiendo o simplemente jugando Di-Ho-Ku, Tres pisos en falso o a las cartas.

—Espero que el saqueador diga la verdad —susurró con voz ronca Duelder. 

—¿Por qué dices eso Duelder? —preguntó Kasenmu mientras se mandaba un hueso completamente limpio a su boca como si este estuviera rodeado de jugosa carne. 

—Ya no tengo fuerza ni para gritarte, ni maldecirte —contestó Duelder. 

—No pierdas la esperanza —dijo Kasenmu—, se que la Subcomandante Airlath nos…

—¡No termines de decir esa frase! —vociferó Marci—, ella no va a venir a salvarnos, ¿No entiendes todavía? La misión era llevar a salvo el objeto dentro de la caja de madera, no rescatar a unos Novatos. Hay que aceptarlo ya, estamos aquí para morir. 

—Un discurso muy consolador por lo visto —dijo Duelder—, y estoy de acuerdo —exclamó pateando el diminuto plato de sobras—. Ni Airlath, ni nadie vendrá. Por el líder de los espíritus Kasenmu, ¿Cómo haces para seguir tan optimistas después de tres semanas?

—Hay un dicho —exclamó Kasenmu con suma tranquilidad—, que viene de mi Nación que dice: “La esperanza no acaba hasta que el cuerpo no cae”. Y por lo visto mi cuerpo no ha caído y por eso todavía tengo esperanza de que alguien venga a rescatarnos.

Ninguno de los otros dos dijo absolutamente nada, el silencio deprimente fue opacado por un par de campanas que sonaban a la lejanía. 

—¡Tenemos compañía! —gritó uno de los saqueadores que se encontraba en una de la cuatro torres que apuntaban hacia los cuatro puntos cardinales, todos los saqueadores comenzaron a moverse y un sonido de vibración apenas perceptible para Marci, Kasenmu y Duelder comenzó a sonar, el ruido subió y los amigos se dieron cuenta de que eran motos, en ese preciso momento, los tres se levantaron a duras penas comenzaron a mirar hacia donde estaban mirando todos los demás saqueadores, diez de ellos rodearon el domo de madera y tiraron un extenso cuero sobre el domo tapando por completo la vista y dejando a los Novatos bajo la completa oscuridad. 




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