Las armaduras plateadas - Máleran 4 | libro 4

Capítulo 10

Tiempo:

8:33 am, 23 de mayo de 1987.

Lugar:

Torbellino acuífero, quinientos kilómetros de la Nación de Cord, Continente Apsurer:

 

—Hoy se llevarán una buena lección de vuelta al credo —dijo el capitán Oronic pasando por delante de toda la trinchera, el ciclo de la estación de microdisparos todavía no había terminado. Los Reclutas del credo de los inquisidores se encontraban uno al lado del otro—. Sobre el cuadrilátero tienen una parte dedicada a las armaduras, úsenlas, no solo para protegerse de los microdisparos también les servirá como escudo del látigo, el látigo es el arma que intentarán dominar este día, estos látigos son una de las numerosas cuerdas que conforman una red violeta, ya están infundidos en la energía del mineral, así que éstos látigos no solo van a afectar a los Kabarys sino, también a nosotros lo humanos comunes, claro, están diseñados para que los Kabarys no puedan siquiera resistirlo —Otidas tragó saliva y su corazón comenzó a acelerarse.

—¿En qué clase de energía están impregnados? —preguntó uno de los Reclutas.

—Es un mineral bastante complicado de hallar —contestó el capitán—, pero esto no quiere decir que haya poco. Creo que estoy hablando un poco de más, nosotros solamente pagamos este mineral a la Reina Gina y ella nos lo proporciona. 

—¿Qué tan severo es para los Kabarys? —preguntó otro de los Reclutas.

—Puede que hasta les cueste si quiera tocar los látigos, y si les impacta en o rodea puede que hasta queden inconscientes si no han estado mucho tiempo en contacto con el mineral, además tanto las redes como los látigos pueden sellar los poderes de las espadas de balkhar. 

Los veinte y cuatro reclutas salieron de trinchera caminando con calma subieron al cuadrilátero y cada uno comenzó a ponerse la armadura, no era como la de los caballeros, y mucho menos como las relucientes de los capitanes, tenían un par de hombreras, coderas, rodilleras y para el pecho era una especie de malla de hierro, no como las armaduras de acero de los caballeros. Antes de todas las protecciones tuvieron que colocarse unos chalecos y pantalones de cuero duros que parecían que les daban una protección extra con aquel “acolchado” cuero, pero su movilidad se reducía drásticamente hasta parecer que se estaban moviendo como si no hubiese gravedad en el planeta. Con cuidado uno por uno fue tomando los látigos, Otidas se comenzó a sentir nervioso cuando caminaba hacia allá, el sudor recorría todo su cuerpo no solo de los nervios (aquel cuero que cubría todo el cuerpo era extremadamente caluroso) parecía la caminata más larga que había dado en mucho tiempo. 

Por favor Narelam, pensó el chico de cabello negro. Lo único que quiero es no caerme desmayado, ¿Qué sentiré? ¿Me pondré mal cuando esté más cerca? Se preguntaba Otidas mientras iba de camino estaba a poco más de cinco metros de distancia y afortunadamente no sentía nada, ni mareos, ni náuseas, ni siquiera agotamiento. Incluso, cuando estaba a punto de tomarlo lo único malo estaba dentro de sus pensamientos, solamente era su corazón latiendo rápidamente y el sudor recorrer su cuerpo de nervios, agarró el látigo por el mango y pudo notar que no le pasaba nada, automáticamente y casi como por arte de magia, sus malos pensamientos el sudor y su energizado corazón desaparecieron.  

Por Narelam, pensó Otidas soltando un bufido para sí mismo. ¿Por qué tengo que imaginar tantas cosas en tan poco tiempo? A lo mejor ya me he vuelto inmune. Na, ni de broma, se contestó a sí mismo dentro de sus pensamientos. 

Cada uno se fue a un rincón de los tres cuadriláteros para soltar el látigo (venía con un pequeño seguro) y hacer estirar aquella serpenteante arma de color violeta brillante, si hubiera estado de noche seguramente se habrían iluminado bajo las estrellas. Otidas lo soltó dejándolo caer al suelo, parte del látigo estaba a pocos centímetros de toda su pierna a medida que caía, ahí podían sentir el calor como si el sol estuviera apuntando hacia esa parte de su cuerpo a pesar de que estaba nublado. ¿Varitto también lo sentirá así? Le tendré que preguntar más tarde. No es secreto para nosotros que se trata del mismo material que tenemos bajo la isla, pero… Seguramente está modificado para ser más letal, me jugaría hasta mi propia vida, pensó e inmediatamente un escalofrío recorrió su cuerpo.

—Ahora —ordenó el capitán Oronic—. Quiero que lo levanten con todas sus fuerzas y hagan que la punta golpee un sector del cuadrilátero. 

Otidas se quedó paralizado, mirando a los demás Reclutas, más concretamente a Enwol, Varitto y Lani. Varitto y Lani se confiaron demasiado y no pusieron tanta fuerza, aquella cara por parte de ellos dos podía decirle a Otidas que no se estaban esforzando mucho. Varitto levantó el brazo a la altura de su oreja y de repente comenzó a levantarlo con más fuerza, pero parecía que una fuerza invisible estaba tirando el látigo hacia el suelo. Lani lo levantó e hizo serpentear, pero a medida que el látigo se alejaba de Lani este serpenteaba en el suelo y débilmente. Otidas alzó la ceja por no estar comprendiendo mucho, miró hacia el otro lado y pudo ver a Enwol en la misma situación él apenas había logrado levantar su brazo hasta la cintura. 

El capitán comenzó a reír desaforadamente, tanto, que todos los Reclutas podían escuchar a pesar de que estaban a varios metros de él. 

—¿De qué espíritus se está riendo viejo? —gritó uno de los Reclutas, todos se voltearon a ver, incluso Otidas. Era el joven Mad Raj. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.