La Última Ilusión. Un ideal, un objetivo, una esperanza que todos los Xenathriences sueñan con alcanzar. Pero, por más que lo intenten, es, como su nombre lo sugiere, solo una ilusión vaga, un fugaz sueño que se desvanece como la niebla al soplar el viento, cuando la luz de la voluntad es oscurecida bajo las sombras de la cruel realidad.
Las incontables batallas que he librado me han llevado a este lugar para siquiera hacer el intento de darle captura a esta Última Ilusión. Y sin embargo, cada vez se aleja más. Una vez, en el pasado, yo creí haberle aprehendido, pero me equivoqué. Muchas personas luchan día a día por esta ilusión, e incluso dan su vida por ella. Y ¿Por qué no he de hacer lo mismo? Quizás, también, es por eso que estoy hoy aquí, dándole la cara a mi destino.
¿Y cuál es esa ilusión?: Derrotarlo a él.
Una de las personas que más ha luchado por alcanzar dicha ilusión está aquí, pero en inhumanas circunstancias. Es por eso que he venido, para rescatarla y de esa forma no arriesgar más vidas en lo que es un certero acto suicida. Pero, para mi infortunio, las cosas no son como me lo esperaba.
Bueno, ¿y qué más puedo hacer? Ya socavé todas mis cartas, intenté todo, pero el resultado es el mismo, he fracasado, o por lo menos, eso es lo que veo venir. No estoy acostumbrado a la derrota, pero en nuestras efímeras vidas todo se experimenta, y tanto la derrota como la muerte no son una excepción. Quizás la muerte es la última derrota a final de cuentas.
Es algo decepcionante. Después de tanto: un largo viaje, una travesía tempestuosa, numerosas confrontaciones, una incursión abrupta en solitario, todo para poder estar aquí en este preciso momento, ¿y para qué? Para al final darme cuenta de que todo esto ha sido en vano.
No, aún tengo un objetivo más, y es por ese mismo objetivo que, en parte, estoy aquí.
¡No puedo dejar que esto termine así! ¡No lo permitiré!
Los fundamentos de la guerra son conceptos básicos que todo guerrero, mago o arquero, debe de conocer. Uno de estos dice:
“En una lucha de desgaste, el que posea más resistencia es quien se lleva la victoria”; ahora, por otro lado, yo ya abrazo mi límite mientras que él aún sigue de pie como si nada estuviese ocurriendo.
¿Por qué se ha vuelto tan fuerte en tan poco tiempo?
No lo entiendo… ¡No lo entiendo!
Debería… ¡Debería ya estar muerto!
La batalla se ha vuelto un enemigo más para mí. Intento mantener la corriente a mano. Sin embargo, lo imposible ya no me parece un pequeño obstáculo.
Demonios, dame un respiro.
Mis esfuerzos durante el combate se asemejan a lo precario mientras enfrento a mi némesis. Y el cansancio no deja correr el tiempo para hacerme pagar su cuenta y reprimirme, ya que he luchado hasta no poder más. Él me supera, ya es un hecho. Mis posibilidades en que el rescate se diera ya obtuvieron un seco fracaso. Mis ilusiones me esperanzaron que podría rescatarla… sin embargo… no sé cómo tomármelo.
¿De verdad estará viva? ¿Lo estará…?
O, acaso…
La existencia malévola de ese ser interrumpe mis pensamientos. Sus pasos resuenan con regencia, presagiosos, mientras se aproxima a mis cercanías.
Aun no me explico cómo él ha aumentado tanto su poder, y es muy desconcertante para mí tal hecho.
Y claro que va a serlo, si tiempo atrás, yo mismo lo maté.
― ¿Qué pasa, Omniguerrero? ―expresó, mofándose de mí. Su agravante y autoritaria voz es desmoralizadora―. ¿Acaso ya no puedes luchar?
Es inverosímil el esfuerzo que realizo solo para ponerme en pie.
Mi cuerpo se siente pesado. El más simple movimiento o la más básica acción, solo acciona en mí un dolor indescriptible y paralizante. Es razonable dicha respuesta, pues mi cuerpo no se encuentra en condiciones de luchar. A mucho sufrimiento me puedo mantener de pie, o por lo menos, hacer el intento.
Él se exterioriza con orgullosa calma al momento de avanzar. Sabe que no puedo moverme, y piensa sacar provecho de ello, lo sé.
― Me has faltado el respeto al subestimarme. ¿Creíste que rescatarías a la princesa y que ambos saldrían con vida? —Bufó con incredulidad—. Qué gran error… ¡Un grave ERROR!
De una sola patada en el centro del tórax, soy expulsado a mucha distancia gracias a su catastrófica fuerza. En un abrir y cerrar de ojos, me estrello violentamente contra uno de los muchos enormes pilares de la sala del Trono Oscuro.
Su razón rebaza la mía. Fue un gran error haber venido, y sin siquiera algún apoyo. ¿Qué otra alternativa tenía? No me iba a permitir quedarme de brazos cruzados cuando las palabras de Haztaroth me hicieron saber que Miranna había sido raptada.
La esperanza al menos me abraza otra vez. Sigo ansiando que en mi mundo ellos dos vivan bien y sus recuerdos de mí nunca crucen el olvido.
Perdónenme por irme y nunca volver.
Perdónenme, por favor…
Me mentiría si me dijera a mí mismo que mis ojos verán la luz del sol una vez más, pero, solo me queda usar la ironía como un buen espectador a mi muerte.