Salgo del aula y camino con naturalidad. Admito que me agradaría bastante que esa chica me acompañara de regreso a casa; podría alardear un poco con una joven como ella a mi lado.
De repente, una sensación inusual arremete, entrando de golpe. Es extraño, pero, por alguna razón siento que me observan, que me siguen. Y esta percepción es lo suficientemente fuerte como para hacerme detener.
El instituto está lleno de alumnos por todas partes. Podrían ser algunos chicos malos. ¿Será acaso mi imaginación? ¿O será que…?
No, debe de ser solo mi imaginación.
No creo ser víctima de los bravucones al primer día, espero.
Decido no darle importancia. Es hora de bajar los catorce pisos, hacer el recorrido a la estación para luego ir a casa.
Nada más de decirlo se me escapa toda la inspiración.
¿Quién dice que ser estudiante es sencillo?
Lugo de bajar y salir del núcleo, dejo el instituto. Mi piel se encrespa. Todavía me acompaña esa extraña sensación. Me produce mucha intriga y a la vez algo de inquietud. No me confío.
Camino tranquilamente y noto que poco a poco las calles se van tornando más vacías. Pareciese que cada vez hay menos gente circulando. Es imposible no notar este detalle.
…
Después de varios minutos de caminata, al fin me acerco a la estación del monorriel, pero al llegar a la estación, me doy cuenta de que, por alguna irregular razón, la estación está vacía, como si fuera medianoche.
Hay un ambiente muy inquietante y sobrecogedor, incluso lúgubre. Receloso, presto atención. No hay nada; pasos, voces, nada. Es como si la estación estuviese abandonada. No. Es como si toda la ciudad estuviese abandonada, en silencio; una ciudad fantasma.
¿Qué rayos está ocurriendo? ¿Esto debería ser normal?
Sé que ya lo comprobé, pero vuelvo a observar todo, desconfiando de mi afirmación. Pero nada cambia. De hecho, no hay nadie ni siquiera en las calles circundantes. Ni una alimaña. Y para colmo, todavía tengo la sensación de que me están observando, de que me siguen. Afortunadamente el monorriel se acerca; subo a toda prisa; compré dos tickets en la mañana.
Cruzo la puerta. De inmediato me pasmo en el sitio.
¿Qué es esto?
Para provocar mayor impacto a mis nervios, el monorriel también está vacío.
Imposible.
¿Qué clase de preguntas debería formularme ahora? ¿Qué toda una ciudad me juega una broma? Hasta yo mismo me río de pensar algo como eso. De cualquier forma, bajarme sería inútil.
Dejo el boleto en el contenedor y el monorriel da marcha.
No debo prestarle atención, lo importante es que ya estoy camino a casa. Vamos chico, acelera, acelera. Esto me está poniendo muy nervioso.
El recorrido es largo. Por mi mente cruza la idea de echar una pequeña siesta, pero ¿cómo hacerlo? Aquí no podría pegar los ojos ni con somníferos.
Supongo que nada perdería con intentar.
Sin embargo, algo llega a mis oídos; un sonido peculiar. Es imposible no reconocerlo, es la voz que me llama en mis sueños; lo inquietante del caso es que no estoy dormido, creo; todavía considero la posibilidad de que todo esto sea un sueño muy realista.
― “Zeo… Zeo…” ―sonó la voz.
La voz se oye y expresa como sutil eco, promitente en medio de todo este silencio. Los pelos se me ponen de punta.
Esto sí que no es normal.
¡¿Qué es todo esto?!
― ¡¿Quién eres tú?! ―reclamé dando la cara, fingiendo valentía.
― “Zeo… Zeo… Apresúrate.”
El mismo mensaje. No puedo más, esto es demasiado.
― ¡¿Por qué he de apresurarme?! ¡¿Para qué he de apresurarme?! ¡Ya estoy harto de todo esto, de estos sueños! ¡RESPONDE! ―en un gesto inútil, volteo en todas direcciones.
― “Zeo… Pronto… Pronto lo sabrás”
― ¡¿Saber qué?!
― “Falta poco Zeo… Falta… Poco…”
― ¡¿Cómo que falta poco?!
― “Falta poco Zeo… Falta poco… Falta… Poco…”
―Falta… —Me quedo atónito un momento— ¿Poco…?
Lentamente, la voz se atenúa, haciendo eco hasta desaparecer. Mis nervios están insoportables. Un escalofrío juega conmigo. El saber que la voz me estaba llamando aun estando despierto, es inquietante.
Pero sin duda alguna, lo más extraño es que, al momento que la voz dejo de hablarme, el ambiente cambió. Lo sentí. Desde la ventana, puedo ver que la estación próxima comienza a llenarse de gente. Aparecen de la nada conforme el monorriel se va acercando. Es casi como si cambiara de plano dimensional, aunque nunca creí en tan radicales teorías o siquiera algo parecido. Pero esto que me acaba de acontecer presionó en mí el botón de la duda.
Una vez escuché de algo llamado “fallos y errores en la realidad”; he visto videos y casos muy polémicos sobre eso.