“Zeo… Zeo…”
Ah… que… Este sueño…
“Zeo… Zeo… apresúrate…”
Esa voz… Quien… ¿Quién eres tú?
“Zeo… debes venir…pronto… ayúdame Zeo… ayúdanos…”
¿Por qué? ¿Por qué debería ir? ¿A dónde debería ir? ¿Por qué yo…?
“Apresúrate… te necesitan… Zeo…”
¿Quién me necesita…? ¿Quién puede necesitarme? Por favor… no entiendo, no entiendo qué es lo que ocurre.
“Debes de venir… sino… ellos…todos… vamos a… ¡ZEO!”
― ¡Aaaaaaahh! ―con un movimiento de golpe me inclino al frente―. Hah, hah, hah, hah…—suelto un largo y sostenido suspiro.
El sueño, esta vez… esta vez ha sido distinto… me dijo que ellos, que todos iban a… ¿morir? No, eso no tiene sentido.
¿Mmmm…? ¿Qué es esto?
Paso mi mano derecha por mi frente, observando atentamente.
¿Sudor?
― “Zeo ven, levántate, que te he preparado el desayuno”
La voz de mamá me pone al corriente.
―Ya voy mamá, ya me he… Bwaahhh… Me he levantado…
Diablos, estoy demolido; no me arrepiento.
― “Anda ya, hasta aquí escuché ese bostezo, muchacho. Apresúrate preparándote y baja a desayunar”
―Sí, mamá… ―contesté, con somnolencia.
Me levanto. Siento mi cuerpo algo pesado, es de esperarse. No debí acostarme tan tarde. No vale la pena reprochármelo. Ya no es momento para dejarse azotar por la pereza, después de todo, hoy es un día muy importante y no hay tiempo que perder.
El reflejo de la mañana se escabulle por la ventana y me da en el rostro, siendo su luz muy cálida.
Me acerco a la ventana que está a mi lado, sobre la cama. Hago a un lado las cortinas. Diviso inmediatamente la casa que se encuentra atrás de la mía. Mi ventana da hasta la casa vecina; frente a mí también esta una ventana. De seguro es la habitación de uno de los vecinos de esa casa.
Podría apostar a que sí.
La ventana de enfrente posee persianas. La curiosidad se encuentra sobre mí, acechante. Quiero ojear levemente el cuarto para hacerme una pequeña idea de cómo es por dentro; pero las persianas juegan a ser mi enemigo y me impiden ver el interior con claridad. Sin embargo, son algo traslucidas, y aunque no se ve con nitidez, he logrado burlármelas con mi buena visión para distinguir las formas provenientes de los objetos del lugar.
Gracias, iluminación.
Identifico un escritorio con lo que parece ser una computadora de mesa, un closet amplio y una cama grande como para dos personas; es todo lo que alcanzo a notar desde aquí.
¿Quién vivirá allí?
Me distraigo mirando la habitación. No es llamativa para nada, pero igual siento que debo observarla. No lo sé, es como si algo en mi interior me incitara a ver la ventana de enfrente. No puedo resistirme. Lo acepto, es extraño, casi como si esperara algo que sucederá.
― Hmmm…
Sin previo aviso, alguien entra a la habitación, caminando por esta hasta detenerse enfrente del closet; quizás allí hay algún espejo.
No puedo ver exactamente quién es; gracias persianas. No obstante, por algo tengo buenos ojos. Puedo diferenciar la silueta de la persona dentro de la habitación y sé que es una figura femenina, la figura de una joven. Acertaría si dijera que viene del baño. Es obvio, lleva una toalla a la altura del busto y otra envuelta en la cabeza. Mis mejillas entonan a un color carmesí. Mi integridad no cumple con lo que siempre ha sido y se ve puesta a prueba cuando la joven empieza a quitarse las toallas.
Vale… Ehmm… Bueno, esto no me lo esperaba…
Sus manos viajan a su cabeza, removiendo la toalla para luego retirarse la que le cubre el resto del cuerpo. Su pelo largo se deja caer con suavidad tras su espalda; ella utiliza sus manos para peinarlo un poco. Aunque las persianas no me dejan observar cada detalle, puedo admirar la belleza de la joven; su rostro me es desconocido.
Resisto con todas mis fuerzas, pero soy arrojado al precipicio de todos modos. Por más que quiera, se me hace imposible evitar el acelero de mi corazón. Por otro lado, yo no tengo esas malas mañas de ser un fisgón o un pervertido. Claro que no. Hago un esfuerzo para rehacerme con mi fuerza de voluntad, retiro mi vista de la ventana y sigo mi camino hasta el baño.
O soy muy bueno o soy un completo imbécil.
Aun no termino de despertarme, sigo envenenado bajo el efecto de la somnolencia. Debo moderar el tiempo que paso conectado en World Of Warcraft. Igual valió la pena.
Llevo grilletes en los tobillos, mis pasos son tan pesados que no sé si es porque aún tengo sueño o si simplemente no quiero ni caminar. ¿No es lo mismo? Bueno, supongo que no. Es tanto así que, en este momento, mi andar podría compararse con el de un zombi.
Estoy seguro de que mamá puede escuchar mis pasos.
No tardará en decir algo.
― “Zeo, suenas muy cansado, muchacho. Dime ¿hasta qué hora te quedaste jugando, ah?”
Y allí está.
Voy encaminado hacia el baño y, justo en la entrada, me doy cuenta de mi torpeza.
La toalla… Dios, qué pereza.
Me doy vuelta, camino hasta el armario y tomo una de las toallas limpias. Regreso y entro al baño de mi habitación. Luego de desvestirme, me dispongo a darme una ducha de agua fría para reactivar mis sentidos.
Adoro el agua fría.
Abro el grifo de la ducha. Terrible, la peor idea que pude haber tenido; el agua está que te congela la médula, vibro un poco al entrar en contacto con ella, pero ya es muy tarde como para salir del baño, solo lograría mojar el cuarto si lo hiciese.
Al menos ya no tengo sueño.
― Mmm… Si le digo la hora, me arrancará el cuello. Cerca de la media noche, creo…—respondí, debajo de la ducha—. Ya bajo…
― “¡¿Qué?! —exclamó. Mi mentira no ha servido para nada— ¿Media noche? Eso es mucho. Vaya, igual que tu padre a tu edad.
¿Y porque tan tarde?
― ¡Es que ese desgraciado del Rey de 25 Heroico no sabía cuándo tenía que morirse!
― “Ah, entiendo… ¿Acaso llevaste un equipo adecuado para la Ciudadela?”
― Bueno… fuimos 25 jugadores, un Tanque Paladín, un Tanque Guerrero, y seis Sanadores. El resto, Casters y Meeles.
― “Ya veo. ¿Tú eras el Tanque?
Termino de sacarme el jabón, cierro el grifo y salgo de la ducha mientras me seco con la toalla que traje.
― Por supuesto.
― “Jaja, con razón. Ya te he dicho que aún te falta para Tanquear esa instancia. Es un milagro de que lograran llegar y derrotar al Rey.”
Ah, claro, como tu personaje es más fuerte.
― Sí, sí, lo sé.
Así es, mamá también juega. Y es muy buena y muy fuerte, incluso más que yo. Rayos ¿Que madre supera a su hijo en un juego online, ah? Soy una vergüenza para mis ancestros.
― “Está bien que juegues, hijo, pero sabes que no me gusta que lo hagas hasta tan tarde, y mucho menos cuando sabes que tienes clases al día siguiente”
― Lo sé. Es solo que… sabes que me relaja.
Salgo del baño luego de secarme y me dispongo a ponerme la ropa interior y el uniforme del instituto.
― “Entiendo eso, pero no es muy sano quedarte hasta tarde jugando. Es solo que es malo saltarse las horas de sueño de esa forma”
¿De dónde sacas la moral para decirme eso?
― Si mamá, no te preocupes, no lo vuelvo a hacer, por ahora ― esto último lo susurro.
Salgo de mi habitación, listo y preparado. Siento una deliciosa fragancia que me abre el apetito de inmediato.
¿Que ha preparado mamá para desayunar?
Bajo las escaleras hasta la cocina; procuro no tropezar.
Al llegar allí, puedo ver el desayuno que mamá me ha preparado. Ella suele lucirse mucho en la cocina, pero tiene el hábito de hacer desayunos ligeros.
Esta vez ha preparado jugo de frutas, tostadas, huevos fritos y algo de café con leche.
Velozmente, me siento en la mesa; me encanta cuando hace estos desayunos simples pero deliciosos. Froto mis manos, no puedo esperar más. Mamá se sienta frente a mí. Ella solo me observa con tranquilidad y afecto. Cariñosamente, ella se inclina y me acaricia la cabeza.
Aun crees que soy un niño verdad… Te amo, mamá.
Ella también comienza a desayunar.
― Mamá, ¿Qué hora es? ―inquirí con un par de bocados de pan tostado en la boca.
― ¿Que, qué hora es…? Mmm, a ver… —ella mira el reloj que está en la entrada de la cocina; debí tomarme la molestia de voltear a ver por mi cuenta— Son las siete.
¡¿Pero qué demo…?!
Dejo caer mis manos sobre la mesa.
― ¡¿Siete?! ¡Madre santa, el presidente de la clase me castrará! —Empiezo a comer a toda velocidad a riesgo de atragantarme.
― Oye, oye, no comas tan rápido o te trabaras. Siquiera tomate el jugo, ¿no?
Tomo el vaso.
― *Glup, glug, glup*, Aaahhh…—Azoto levemente el vaso contra la mesa—. Ya termine, ha estado delicioso.
La señora se sorprende.
― En serio, hasta el apetito de tu padre has sacado ―comentó mamá con alegría en sus palabras y una tierna sonrisa.
― Muchas gracias mamá, ¡con esto aguantare todo el día, claro que sí! ¡Ya siento el subidón!
Hacerle sacar una sonrisa a mamá no es difícil; soy su niño consentido a final de cuentas.
― Bien, apresúrate o llegaras más tarde de lo que ya estas.
― Claro ― Me levanto de la silla y camino a toda prisa para salir de la cocina. Regreso a mi recamara para cepillarme los dientes; al terminar, regreso a la cocina para despedirme― Adiós mamá… oye, espera —doy freno antes de dejar el lugar. Olvidé lo más importante, por lo que doy media vuelta y me regreso para darle un abrazo—
Te quiero mucho, mamá.
― Yo también, hijo ―ella me abraza con algo de fuerza; espero no me arrugue el uniforme― No sabes cuánto.
Ambos nos soltamos y avanzo con prisa.
― ¡Hasta la tarde, mamá!
― ¡Alto allí, muchacho!
Me detengo de golpe y volteo a verla.
― ¡Toma, para el camino!
Mamá saca una manzana del refrigerador y la lanza con fuerza. De no ser por mis reflejos para atajarla, me habría golpeado.
¡Poco más y te quedas sin hijo, mamá!
― ¡Já, la tengo!
― Buenos reflejos, novato. Ahora ve, ve, que llegas tarde.
Después de ese excelente desayuno estoy listo para lo que sea, y con esta manzana aguantare el camino hasta la estación.
Me siento lleno de energía, como batería recién cargada, y aunque voy un poco tarde, creo que puedo llegar a tiempo para saber mi resultado del examen; no me gusta tener preocupaciones, pero de ese resultado depende mucho mi futuro.
Salgo de casa y comienzo a caminar velozmente hasta la estación, podría decirse que voy trotando, y tengo qué, por qué sino, pierdo el monorriel, y si pierdo el monorriel, pierdo el día de clases, y si pierdo el día de clases, pierdo mi vida a manos de mi madre.
¡Tengo que coger ese monorriel!
― ¡Heeey, Zeooo, espérameee! ―una voz algo alejada pronuncia mi nombre, una voz femenina para ser exacto.
― ¿Huh? ¿Y eso? ¿Quién…?
Me extraña, no conozco ninguna chica de la zona.
Volteo a mirar detrás de mí. Acepto que es raro lo que veo.
¿Faryanna?
No, mis ojos no me engañan. La joven dama se aproxima, casi que corre. No le toma mucho llegar hasta aquí.
¿Qué hace ella aquí?
― *Hah, ah, hah* Fiuuu… Buenos días, Zeo —dijo, suspira con alivio— Uuff, casi no te alcanzo, jeh jeh.
¿Acaso ella? No, eso sería demasiada coincidencia.
…
¿O sí…?
No tengo tiempo para esto. Después de darle los buenos días, caminamos rápido a la estación del monorriel. Bueno, aunque sea esta vez no tengo que ir solo ni sentarme solo. Es grato estar en compañía de alguien, y aún más si es alguien de su belleza.
¿A qué hombre no le levanta la moral una mujer bonita?
Después de varios minutos, llegamos a la estación, y justo a tiempo, ya que el monorriel tiene tiempo que llegó.
Ella y yo nos subimos; la señorita tuvo la amabilidad de pagar el pasaje de ambos; una deuda que pienso pagar en otra ocasión. Las personas se suben ordenadamente, pero este se llena rápido. Es bueno que no todos los puestos están ocupados y alcanzamos a sentarnos juntos en el puesto cerca de la puerta.
El monorriel se pone en marcha, veloz y silencioso.
― Oye, Fary; puedo decirte Fary, ¿verdad?
La chica no parece enojada por mi trato confianzudo.
― Sí, claro. Todos mis amigos lo hacen así que ¿por qué tu no? —habló con un tono muy natural.
― Okay. Oye, quiero hacerte una pregunta. ¿Acaso viniste corriendo para alcanzarme?
Ella se apena ligeramente.
― Eeeeh… sí, hehe, bueno, en realidad te vi salir de una casa, así que te seguí.
― Oh… bueno, esa es mi casa. Ey, no me digas que me andas espiando —solté con curiosidad de ver cómo reacciona a mi broma.
― ¡No! —respondió—. Nada de eso. Eres el chico nuevo de la manzana, ¿verdad? Es solo que, curiosamente, te mudaste muy cerca de mi casa, para ser más precisa, te mudaste en la calle detrás de mi casa.
¿Detrás de su casa…?
Si es así, eso significa que ella es la chica que vi por las persianas
― ¿Cómo supiste que me mudé? ¿Segura que no me espías?
― Tonto, claro que no. Ayer mamá me conto sobre la mujer joven que se mudó hace una semana a la casa en venta, que es la casa que está detrás de nosotras, con su hermano menor. No lo sé… se me paso por la mente al chico nuevo que conocí en el instituto. En realidad, pensé que sería mucha coincidencia, pero igual tome el camino largo solo para pasar frente a esa casa. Y mira con lo que me encontré. Qué pequeño es el mundo, ¿verdad?
― Y que lo digas.
Menos mal que no se dio cuenta de que la espié por la ventana.
Mejor no le menciono eso.
― Por cierto, ella no es mi hermana mayor, es mi mamá.
La señorita, que está algo distraída observando el paisaje por la ventana a nuestro lado, voltea a verme con premura y turbación.
― ¡¿En serio?! Es un chiste, ¿verdad? ―expresó asombrada― Porque a como me la describía mi mamá, no pareciera ser una mujer con hijos.
El típico malentendido.
― Jejeje, si lo sé. Suelen confundirnos con mucha frecuencia, no te preocupes por eso.
― Hehe, sí… eeeh… tú también vas tarde. Dime ¿qué te paso?
― ¿A mí?, pueeees…
La razón por la que me tardé no es por jugar, no, fue por ese sueño extraño. No tengo la suficiente confianza como para hablar abiertamente de eso con ella al respecto. Intentaré cambiar el tema.
― Mejor dime ¿por qué tú te levantaste tarde?
A ella no le incomoda para nada mi pregunta. Más bien, parece gustosa de que se lo haya preguntado. Seguramente pensaba contármelo para no dejar morir la conversación; igual, no soy muy bueno hablando, soy mejor escuchando.
¿Es normal que esta chica tenga tanta confianza en un conocido?
― Bueno, déjame te cuento, —Faryanna se torna un poco más seria al momento de dirigirse a mí—. Yo… me levanté tarde debido a que tuve un sueño muy extraño.
De todas las palabras que pudo haber dicho, tuvo que decir la única que no podría ignorar.
― ¡¿Un sueño dices?! —Respondí exaltado y sorprendido; mi reacción no pasa inadvertida por ella, quien no lo esperaba en lo absoluto.
― Sí. Y uno muy raro. En él me llamaban, que fuera a alguna parte, que me necesitaban, sino todos iban a… bueno, es en ese momento cuando me despierto.
¿Qué clase de coincidencia es esta?
…
Después de haber escuchado esto, es imposible que lo siga ocultando; ¿qué sentido tendría hacerlo? Quizás esta chica sepa algo que yo no.
Pero… ¿De qué forma debería decírselo? ¿Cómo se dicen estas cosas?
― Sabes… No pienses que estoy loco, pero… ¿cómo te lo digo? Ehm. Seré directo. Sueño exactamente lo mismo desde hace un año.
Su expresión la delata, no me cree; piensa que juego con ella.
― ¿Huh? ¿En serio? ¡Ha!, no me digas —comenta ella, con sarcasmo, incrédula ante mi respuesta— Me estás tomando el pelo, ¿cierto? Qué cruel. Quiero que sepas que no te luce ―frunció el ceño.
― ¡Claro que no! ―refuté― ¡Jamás haría algo como eso, créeme! ―sus ojos aún me señalan, juzgándome duramente― *Tshk* De cualquier forma, quiero saber, ¿desde cuándo tú tienes ese sueño?
No creo que sea algo normal, ¿sabes?
Sí, mi pregunta logra llamar su atención, o algo de ella.
― ¿Y-yo…? Hmmm… Desde hace casi un año, creo. ―ella parece entrar seriamente en la conversación― No lo sé… seré sincera contigo. He pensado que debe haber alguna razón tras esos extraños sueños míos; ¿tú no? B-bueno, no sé lo que signifique. Quizá estoy siendo paranoica, pero… tú los has tenido por más tiempo, ¿verdad? ¿No tienes alguna explicación para esto? —Preguntó algo preocupada. Alcanzo a notarlo, ella también siente inseguridad al igual que yo; quiere saber la verdad.
Me pongo a pensar detenidamente sobre el asunto, reflexionando en silencio. Ella espera paciente por una respuesta.
Pero es inútil, no consigo relación alguna.
― No. Lo siento. Si supiese algo, lo compartiría contigo ahora.
Tras esto, un simple silencio entre ambos se interpone.
¿Qué me haya mudado, y que por obra del destino me mudara detrás de Faryanna y que además ella y yo tengamos el mismo sueño desde casi el mismo periodo de tiempo? Imposible. Esto no se me hace una simple coincidencia. Esto tiene que tener alguna relación; pero ¿cuál?
Al observar a la señorita, veo que se encuentra abatida; quizás contaba con la esperanza de que en mí se hallara una respuesta.
Sus ojos son un libro abierto. Sé que no soy la primera persona con quien lo comparte; quizás ya se han burlado de ella por esto, de allí su desconfianza.
― Es extraño ―dije― pero creo que deberíamos investigar, o esperar a ver qué sucede ¿no? —sugerí en broma; tal vez, una broma que no es broma― Dos cabezas piensan mejor que una; eso dice el refrán.
Con una mirada gentil, la joven dama reluce una pequeña sonrisa.
― Sí, tienes razón —contestó después de reír levemente.
Bueno, ¿qué puedo decir? Esa sonrisa es preciosa. Pero aún más importante, ahora sé que no estoy solo. Es grato saber que hay alguien más que pasa por lo mismo que uno; podría encontrar en ella el apoyo que necesito para descubrir la verdad tras esto.
Faryanna, ¿eh?
¿Qué estará tramando el destino ahora?
La señorita gira su cabeza y presta atención a la ventana.
― Ah, igual, no tenemos más tiempo para conversar sobre eso; ya estamos en la estación.
En nuestra distracción, no notamos el frenar del monorriel. Este se detiene grácilmente en la estación. Las personas salen con calma, al igual que nosotros.
De aquí, solo queda el camino en línea recta al instituto, que no se encuentra lejos de nosotros. Son casi diez minutos de caminata.
A este paso, llegaremos en un santiamén.
― ¡Bien, Zeo! ¿Emocionado por el primer día de clases?
—Mencionó muy animada, sonriente.
― ¿Primer día de clases? ¿De qué estás hablando? Ni siquiera sabemos si pasamos el examen. —añadí con incertidumbre.
― ¡Bah! ¡Relájate! ¡Seguro que lo pasamos! Bueno, yo lo pasé; y tú pareces un chico muy inteligente.
― ¿De verdad lo crees? Me halaga escuchar eso. Oye, espera un segundo. ―realizo una pequeña regresión. Me tomo un instante para pensar y recordar el examen de ayer—. Ahora que recuerdo, tú terminaste primero que yo.
― Sí, es verdad. ¿Qué hay con eso?
― Que si sabias tanto, debiste haberme ayudado.
― Hmph. Lo habría hecho de no ser porque a cierto señorito le iba a dar un ataque cardíaco por temor a ser descubierto.
Sí, tiene razón. No lo niego, nunca me ha gustado copiar.
― Lo siento, no me gusta el camino fácil; por lo menos dime ¿por qué me pediste ayuda, si sabias tanto?
Ante mi pregunta, la joven dama se avergüenza un poco; ella baja la mirada y se torna más reservada.
― A-ah, eso…, a decir verdad, fue una excusa. Quería hablar contigo así para conocerte. Perdona, me da algo de pena decírtelo.
El sonrojo en su rostro y su voz tímida me toman desprevenido.
Ahora soy yo el que siente algo de pena.
―E-eh… ¿S-sí?… p-pues… yo…—intento responder sin tartamudear, pero esto demuestra ser un rotundo fracaso.
Odio cuando me dan nervios; así jamás conseguiré novia.
Faryanna hace ronquidos con su nariz, su boca se torna temblorosa, incapaz de hablar. Me llama la atención.
― ¡Guajajaja~! —ella no puede contenerse, ríe como si hubiese escuchado un chiste de primera―. ¡Pero mira qué rojo te has puesto! ¡Qué adorable! Si te doy un besito, ¿te pondrás más rojo?
Quedo en blanco y nada más.
Quién lo diría, igual que mi madre.
― ¡Ya en serio! Me dirás, ¿sí o no?
Faryanna calma su risotada, a mucho esfuerzo; aún ríe involuntariamente. Nuevamente toma ese porte reservado, tímido.
― Bueno… la verdad es que yo-
Pero ella no es capaz de terminar su frase, la zona entera es aplacada por el sonido de un fuerte altavoz.
“A todos los nuevos integrantes del instituto, se les solicitan para que pasen a buscar sus resultados del examen de admisión en las aulas correspondientes antes de las 9 A.M. Cualquier retraso significara el rechazo de su resultado y su expulsión de las pruebas.”
El mensaje se repite dos o tres veces, o eso alcancé a contar.
― ¿Escuchaste ese anuncio? —Preguntó Faryanna― Fue del instituto.
― Sí. Qué altavoces más potentes. Aún nos falta una cuadra antes de llegar, y se escuchan con toda claridad.
― El instituto es colosal, así que necesitan serlo.
― Es lógico. Pero supongo que sonó el más cercano a nosotros. Por cierto, ¿qué hora es?
Faryanna levanta su brazo derecho y mira el reloj digital que tiene en su muñeca. No entiendo por qué pregunto por la hora cuando tengo un celular en mi bolsillo, pero al meter la mano en este me sorprendo al ver que el artefacto no está.
Lo dejé en mi habitación.
Y yo que pensaba jugar en los ratos libres.
― Son las ocho con cincuenta ―dice ella― espera, ¡¿OCHO CON CINCUENTA?!
Sin previo aviso, Faryanna me toma por la muñeca y me jala a la vez que empieza a correr; tropiezo un par de veces, recuperando el equilibrio por muy poco.
― ¡Faryanna, ¿qué haces?!
― ¡¿Acaso no escuchaste?! ―exclamó sin detenerse― ¡Debemos apresurarnos o nos dejarán fuera!
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