Poco a poco, el resplandor a nuestro alrededor se desvanece hasta que se nos es permitido ver con naturalidad. Al presenciar nuestro entorno, soy el primero en quedarse sin palabras.
― ¿Qué…? ¿Dónde estamos…?
Ya no estamos en el páramo boscoso, ahora nos encontramos en lo que parece ser es una enorme sala. Lo primero que salta a la vista es su lujo: Enormes pilares tallados que sostienen el techo, un piso hecho de alguna especie de loza muy pulida y bien trabajada; en el centro de la sala, lozas diferentes forman un emblema que no me es familiar en lo absoluto. Las paredes, por su parte, ostentan adornos vistosos y emblemas decorativos, amén de majestuosas ventanas que dejan entrar la luz solar.
Hay un adorno que llama mi atención. Es el emblema de un enorme y robusto felino, como un tigre, que posee dos alas y un cuerno curvo en el centro de su frente. No lo sé, pero se me hace curioso. Me aproximo y siento su relieve con mis dedos.
¿Existirá una criatura como esta?
Prestando atención a otros detalles, la sala tiene a lo largo de sus paredes y pilares candelabros hechos de algún metal precioso; están algo altos, no puedo tocarlos.
Rayos, no alcanzo.
Regreso a las ventanas, sintiendo curiosidad por ellas.
¿De qué están hechas estás ventanas?
No puedo equivocarme. La textura del material y su dureza. No cabe duda, estos vidrios están tallados en diamante muy delgado.
¡Es diamante puro! ¿Cómo es esto posible?
Las ventanas están adornadas con cortinas de hermosos diseños, transparentes, se mueven cuan seda de araña al soplar el viento. Pero al tocar su tejido, me sorprendo al ver de lo que están fabricadas.
¡¿Cortinas de cristal?!
A Faryanna queda maravillada con estas cortinas tejidas en dicho mineral. Al igual que yo, ella no concibe alguna explicación de cómo esas cortinas pueden ser de cristal y a la vez moverse con la gracia y ligereza de la seda.
Pero no es hasta mirar a través de las ventanas que conseguimos la mayor fascinación.
Sonrientes y entusiasmados, podemos apreciar en detalle todo el paisaje del lugar en donde estamos. Es una gigantesca ciudad en un estilo muy al género de la edad media, y por lo que se ve, este castillo está ubicado en una colina alta al final de la ciudad; esto tiene que ser alguna especie de cuidad capital, no hay otra explicación; de esas que se aprecian en muchos magníficos juegos de rol
Titania lo dijo, ¿no? Es Remlaira.
Aún no me lo puedo creer.
Hay muchas construcciones que destacar en la ciudad, a lo que se alcanza a ver, claro, pero lo más llamativo está en el centro: una edificación enorme y redonda que aparenta ser un Coliseo o Arena.
¿Y qué decir de la gente? Hay enormes masas de personas caminando de aquí a allá, atendiendo sus propios asuntos, llevando una vida muy normal.
Pese a esto, lo más notable de la ciudad no es su interior. Toda esta capital está rodeada por una gigantesca muralla, con enormes torres, que la separa del exterior; diría que es una muralla-fortaleza.
No hay palabras para describir todo esto, es imposible. Demonios, ¿por qué Titania no teletransportó también mi teléfono celular?
Nadie me va a creer si cuento esto.
Desde el centro del salón, Titania nos observa con ánimo. Sí, lo sé, nuestro comportamiento es como el de dos niños en una juguetería, lo que causa en ella gracia y alegría.
Finalmente, dentro de la sala, lo más sobresaliente está casi al final del pasillo. Una silla enorme y pomposa, con dos armaduras muy ostentosas que sostienen un sable apoyado punta abajo en el suelo, con sus manos puestas una sobre otra sobre el final de la empuñadura. Apuesto todo lo que quieran a que esa silla es un trono, uno muy lujoso.
No lo voy a tocar, no quiero ser regañado.
Desde que llegamos, Titania no se ha movido de su posición.
¿Esperará a alguien?
― Titania, dime, ¿dónde estamos? —Inquirí al mirarla.
― Estamos en el Castillo de Xenathria —Respondió— Esta es la sala del trono.
― ¿Castillo de Xenathria? Hmmm…
No hay dudas. Esto es igual que la historia que me contaba mi madre.
Pero ¿qué relación tienen?
― ¿Otra vez pensando? —Opinó Faryanna mientras me daba una palmadita en la espalda— ¿En qué tanto piensas?
Volteo a verla.
― Nada en especial, no te preocupes. Más bien, creo que ya va siendo hora de que nos den algunas respuestas, ¿verdad, Titania?
La pequeña hada, quien está quieta en su lugar, no pierde tiempo en revolotear hasta nosotros.
― Bueno, ustedes están en todo su derecho de saber el porqué de todo esto, pero debemos esperar a alguien primero.
― ¿A alguien? —Fary rememora por un breve momento― cierto, ahora que recuerdo, en el páramo dijiste que nos llevabas ante la princesa. ¿Es a ella a quien esperamos?