Rubiria y Zafyrion nos guían por dentro del gigantesco castillo hasta sus enormes puertas. Con un paso constante, ellos nos llevan hasta un sendero que está hasta atrás del lugar; al final, una puerta mágica, oculta entre la gigantesca muralla. Un camino entre el colosal muro se abre, permitiéndonos cruzar.
Dejando la cuidad atrás, nuestro nuevo destino es el Templo de la Ascendencia. Aun no estoy completamente seguro de qué es este lugar. Por mi parte, no veo la necesidad de preguntar. Por alguna razón que no entiendo, me siento seguro con ellos. Igual, si hubiesen querido matarnos, no supondríamos ninguna dificultad.
Por otro lado, noto como Faryanna se aproxima a nuestros amables guías.
― U-uhm… Disculpa, Titania.
― ¿Si? ―volteó, sin detener su vuelo.
―No es por desconfianza, pero… ¿Podrías decirnos que es el Templo de la Ascendencia?
Animada, Titania responde.
― ¿Qué? ¿Ahora es que me lo vas a preguntar? ―soltó con una sonrisa pequeña― Te habías tardado mucho.
Algo apenada, ella se toma una breve pausa antes de contestar.
―E-es que… me daba algo de pena preguntar, es todo.
Tras el comentario, Titania solo desentona una pequeña risita.
― ¡Vamos, vamos! ―expresó despreocupada―. El que Rubiria y Zafyrion se vean intimidantes, amargados y secos, no significa que yo lo sea. Puedes confiar en mí todo lo que quieras ―culminó con una sonrisa.
Por su parte, Zafyrion y Rubiria reaccionan ante lo dicho, volteando, sin detener sus pasos, clavando sus miradas en ella como agudos colmillos.
― Oye, libélula ―Soltó Zafyrion― Te estoy escuchando, ¿sabes?
Titania llena sus mejillas de aire hasta inflarlas, mirando fieramente a Zafyrion. Parece, más bien, una niña pequeña con un berrinche. No puedo evitar notar lo adorable que se ve.
― ¡No me llames libélula! ―refutó Titania con enfado― ¡Idiota!
― Sí, Zafyrion. No la llames libélula al duendecillo con alas que tenemos por amiga ―opinó Rubiria con sarcasmo.
―Sí, exacto ―Inocente, Titania asiente, arrogante, con sus brazos cruzados―. No llames libélula al… ¡O-oye! ¡Eso lo serás tú!
―Jajaja… ¿Ahora quién es la amargada, ah? ―recalcó Rubiria.
Zafyrion tampoco contiene su risa, pero consigue controlarse antes de hablar.
―Vamos, Titania, no te enojes. Es solo una broma y nada más. No olvides que tú empezaste.
― ¡Hmph, como sea! ―Titania decide ignorar a la pareja y nos presta toda su atención― Les contaré, chicos. El Templo de la Ascendencia es un templo creado por el Clérigo Archisabio Hakíro, durante la Guerra contra Darkhorn.
― ¿Guerra contra Darkhorn? ―inquirí curioso―. ¿Te refieres a esa que nos mostró la princesa en esas visiones?
―Así es ―Afirmó Titania con ánimo―. Aunque eso solo fue un “resumen”. En realidad, esa guerra duró cientos de años.
―Cientos de años… Hasta decirlo da tristeza.
―Sí. ¿Pueden creerlo? Cientos y cientos de años de solo batallas y muerte. Gracias a la Diosa, esa guerra acabó cuando Asthynax derrotó a Darkhorn y a su Dragón Oscuro. En fin, durante esa guerra, Hakíro construyó este templo como una fortaleza y refugio para las personas. Cuando terminó, el templo pasó a ser el lugar de adoración a la Diosa, y de reposo para la Omnihacha. Y allí se encuentra hasta el sol de hoy, esperando a su siguiente portador.
Los ojos de Titania reflejan esperanza al mirarme. Esa mirada solo pone un peso sobre mis hombros; uno que no creo ser el adecuado para cargar.
A final de cuentas, aunque haya accedido, las dudas están sobre mi cabeza, como nubes de tormenta a la espera de reventar.
¿De verdad soy esa esperanza de la que tanto hablan?
―Es por eso que nos dirigimos al templo, ¿verdad?
―Exacto, Faryanna ―Afirmó Titania―. Allí, él probará si es digno de empuñar el arma o no.
¿Probaré?
Esa palabra en peculiar me ha dejado a la expectativa. ¿No se supone que soy el nuevo portador?
―Titania, ¿a qué te refieres con “probaré”?
― B-bueno…
Se ha puesto nerviosa; no veo por qué.
―V-verás, jeje, para empuñar el arma, debes demostrar que eres digno… y… quizá te acepte… ―aunque lo dijo en voz muy baja, lo alcancé a escuchar.
― ¿Qué? Espera, no te entiendo. ¿Acaso no soy ese “portador”?
Titania agacha su cabeza. Su mirada indecisa me lo dice todo.
―N-no lo sé… ―contestó insegura.
En ese momento, freno por completo mis pasos.
¿Cómo que no lo sabe?
Al notar que estoy estático, todos centran su atención en mí; muy poco me importa.
―Aguarda un momento ―con ceño fruncido, me enfoco en Titania―. La princesa dijo que yo era el portador. No me digas que solo soy una especie de sujeto de pruebas.