Las Armas de Griáldia: El Viaje de Zeo Vol. 1

Ep II, Capítulo VI: Bajo las Estrellas

Decido seguirla. Su caminar marca pasos hasta un claro más pequeño que está más adelante del que estamos usando para acampar; no lo había notado. Se recuesta sobre el suave y frágil pasto y se limita solamente a perderse en el mar de las estrellas.

Mi atención se fija firmemente sobre ella. Es inevitable no verla. Dibuja una nostálgica expresión en su rostro, es imposible no notarlo.

Extraña algo… y mucho.

Llevamos cerca de un día aquí, y ya parece buscar consuelo admirando las luces del firmamento.

La comprendo. Por más que intente, no puedo disfrazarlo: me siento igual que ella. Puedo reflejar su misma expresión de ser necesario.

No sé si debería interrumpirla, pero puedo intentar subirle los ánimos, o por lo menos que se sienta un poco mejor.

Camino con calma para no sorprenderla. Sin mucho ruido, llego hasta su lado.

―Hola —dije gentilmente, en un tono amigable.

― ¿Uh? ―voltea a verme de reojo, pero vuelve a mirar las estrellas―. Ah, hola, Zeo.

― ¿Puedo acostarme aquí, contigo? No es que tenga mucho sueño, sabes.

―Sí, claro. No hay problema con eso.

A poca distancia de ella, me dejo caer.

Debería decir algunas palabras. Pero hablar ahora sería romper la atmosfera; además de lo cobarde que soy para entablar una conversación personal con una chica.

Lo mejor será permanecer en silencio, por ahora.

Admiro el cielo, al igual que ella, solo contemplando el hermoso espectáculo de luces que nos ofrece el firmamento. Los minutos transcurren. Todo es muy tranquilo, a excepción de los sonidos de los insectos y la fauna nocturna.

Dándole vueltas al asunto, permanecer en silencio no es lo más conveniente. Seguramente ella espera a que yo diga algo; es el trabajo de un hombre romper el hielo, ¿no? Igual, eso no retira las mariposillas en mi estómago.

―Uh… oye, Fary, ¿te pasa algo?

Qué sutil, Zeo.

― ¿Qué si me pasa algo?

―Sí. Es que te ves muy decaída, sin ánimos. Hace poco no estabas así.

― ¿Qué…? No, tranquilo ―dijo, con una sonrisa―. Es solo que… —su sonrisa se cae a pedazos; suelta un largo y melancólico suspiro—, extraño estar en casa.

Ya me lo esperaba.

―Nostalgia, ¿eh? ―intento sonar lo más natural posible, para que se sienta en confianza―. No tienes qué. Solo hemos pasado un día lejos de casa. Además, en cuanto lleguemos mañana al templo, regresaremos a casa. Todo será como antes.

Faryanna se da vuelta hacia mí, quedando recostada sobre su lado derecho. Me mira fijamente a los ojos; los suyos tienen un brillo cautivador.

― ¿Tú crees eso, Zeo?

― ¡Claro que sí! ―aseguré confiado―. Ellos lo prometieron, ¿no?

Faryanna no responde de manera inmediata. Calla por unos instantes, pero su preocupación es visible.

―Es que… ellos dicen que somos cruciales. Si eso es cierto, ¿crees que nos dejarían ir, aun sabiendo lo importante que somos? Hmph. Yo no lo haría.

No necesito analizar, esas palabras tienen mucho sentido.  

―Bueno… Si lo pones así. Pero igual, no podemos perder las esperanzas. No nos pueden tener aquí para siempre, ¿o sí? —pregunté mientras sonreía.

Fary suelta una risa diminuta.

―Sabes, Zeo —Faryanna se mueve y se acerca un poco—, tu sonrisa me tranquiliza.

Su respuesta trae consigo un alivio, muy similar a cuando uno se retira una pequeña espina. Pese a esto, escuchar esas palabras de ella hace que me dé algo de pena. Me pregunto si me sonrojé. De ser así, espero que no lo note.

―Gracias, Fary. Me alegra ser de ayuda.

Faryanna se sumerge en sus pensamientos por unos instantes. Puedo notar la tristeza en su frágil mirada.

―Tengo miedo, Zeo.

― ¿Miedo?

―Sí.                                                         

― ¿De qué?

Ella se guarda sus palabras por breves instantes.

―Miedo de que algo nos suceda. Miedo de que nada vuelva a ser como antes. Miedo de que no podamos regresar nunca más…

Verla así de deprimida, siento pena por ella. No, más allá de eso, siento pena de mismo, porque en el fondo, estoy igual que ella.

Decido moverme un poco más hacia ella; no parece molestarle mi cercanía.

―Fary, no tengas miedo. Como dijiste antes, no hay nada de que temer, no mientras estemos juntos.

Mis esfuerzos son recompensados. Finalmente, ella sonríe.

―Tienes razón ―soltó en voz ínfima―. Jejeje, soy una tonta. A penas llevamos un día, y ya estoy añorando volver.

Al final de sus ojos, un pequeño destello brilla a la luz de la luna.



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En el texto hay: magia y fantasia, vida estudiantil, aventura y accion

Editado: 14.12.2021

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