El sol del mediodía empieza a inclinarse para darle la entrada a la tarde.
Llevamos caminando horas, sin parar. Jamás había caminado tanto en mi vida, y estoy cien por ciento seguro de que Faryanna por igual. Zafyrion se ha turnado para llevarnos a cuestas en más de una ocasión. De hecho, ahora mismo lleva sobre su espalda a Faryanna, quien aprovecha para descansar.
Ya quiero que sea mi turno.
No me gusta pensar en mí mismo como un perezoso. Eso no es de hombres. Pero no es fácil mantener el paso cuando no has desayunado ni almorzado, y ni un trago de agua por tu garganta has pasado para al menos aplacar un poco la sed. Quién diría que el sol de mediodía podría ser tan agobiante en primavera. Bueno, creo que es primavera.
Tengo hambre... Tengo sed... Me duelen las piernas...
Titania, despierta y teletransportanos, por favor.
Las colinas son bastante usuales, como las de mi mundo, con plantas y árboles por aquí y por allá. Es una pena que no podamos descansar a la sombra de alguno.
Durante todo el trayecto, son pocas las veces que Rubiria ha dicho alguna palabra. Casi todas las conversaciones que hemos tenido han sido por parte de Zafyrion. Bueno, no la culpo. Yo también estaría igual de callada que ella. Pero no puedo hacer más que sentir lástima por su situación.
Pobre Rubiria.
Mis ojos se posan fijamente en ella. Ahora que lo pienso, ¿ella no siente calor? Digo, lleva caminando horas con esa armadura de placas, que además de seguramente pesar unos buenos kilos, la cubre por completo. Debería estarse asando adentro.
Uy, lo notó.
—E-es que... ¿será que lo digo? Bu-bueno... estaba pensando, ¿no tienes calor con esa armadura puesta todo el tiempo?
—Claro que no —respondió con seriedad—. La armadura es la vida de un caballero. Si me quitase la armadura, me quitaría vida.
Eso... eso tiene sentido.
¿Lo dice literalmente, o solo como una metáfora?
— ¿Segura? Podrías quitártela solo un momento para que puedas tomar algo de fresco. Bueno, ya no hace tanto sol, pero la brisa es muy agradable.
Zafyrion gira rápidamente su cabeza, clavando en mí una mirada recelosa.
—Oye, oye, no te pases de listo, muchacho ―gruñó―. Esa es la excusa que yo utilizo para verle las…
Rápidamente, la sangre sube al rostro de la dama, dejando su cara con una expresión avergonzada, completamente roja como un tomate.
— ¡Za-Zafyrion! —Exclamó Rubiria, notoriamente apenada—. ¡¿Qué clase de idiotez estabas a punto de decir, ah?!
— ¿Qué dije ahora? —reclamó, encogido de hombros.
— ¡Hmph! Si no tuviera a Titania entre mis brazos, ¡créeme te enterarías, idiota!
Sí que son el uno para el otro.
Pasan solo unos breves instantes de silencio.
—Amor... Amorcito... Mi nenita... Amorshito precioso, mi amor.
Ella suspira.
— ¿Qué? —soltó abnegada.
— ¿Estás enojada?
Rubiria no responde. Pero esa respiración profunda, y esa expresión en su rostro, es obvio que no está contenta.
—Creo que no debiste hacer esa pregunta, mi estimado amigo —susurré.
—No, no debió hacerla —añadió Faryanna, también susurrando.
Rubiria suspira, otra vez.
—Chicos, ¿tienen hambre?
— ¿Hambre? —dice Faryanna, alzando el cuello.
— ¿Comida? —solté yo, totalmente interesado.
— ¿Dónde? —dijo Zafyrion, completando lo que dije.
—Allá —Rubiria usa la cabeza para apuntar el lugar—. Reconozco ese árbol. Da frutos jugosos. No es la gran cosa, pero les dará fuerzas para seguir.
La mejor idea que he escuchado en todo el santo día.
Nuestro entusiasmo demuestra ser suficiente respuesta.
—Entonces vamos ―soltó, con una débil sonrisa.
Nos encaminamos. El árbol no está muy lejos. Cien metros más o menos, no tardamos mucho en llegar allí.
El árbol es grande como un manzano, y tupido como un arce. No tardo en dejarme caer a su sombra. Es tan agradable, y el césped es muy suave aunque pique un poquito.
Finalmente puedo descansar.
Zafyrion baja a Faryanna, quien se recuesta del tronco, al igual que lo hace Rubiria. El hombre, sin necesidad de pedírselo, salta y sube al árbol para coger varios frutos entre sus brazos y ponerlos a nuestra disposición al bajar.
Sea lo que sean, estas frutas son grandes como una enorme naranja. Es floja y jugosa, se nota con solo presionarla, pero su cáscara es resistente, como la de un mango. Su color es variopinto.