Hakiro nos mira fijamente a los dos. Puedo sentir como Titania alza vuelo y se aleja hasta donde están Rubiria y Zafyrion. Ella se deja caer suavemente sobre el hombro de la mujer que está a nuestro cargo.
―El momento ha llegado ―dijo el sabio, con voz calmada.
― ¿Mo-momento? ―Fary también se pone en pie, con calma.
Sé a qué se refiere, pero, aún después de saber todo lo que ahora sé, no entiendo por qué sigo dudando. Se supone que ya habíamos aceptado ayudar. A estas alturas, una decisión debería ser fácil de tomar; solo es cuestión de un sí o un no.
No, sí que lo entiendo. Tengo miedo. Y es mi miedo el que me hace sentir inseguro.
Dejo descansar mis manos sobre mis rodillas. Cierro mis puños.
―Ya he dicho suficiente ―Hakiro da un par de pasos al frente―. Es hora de escuchar lo que ustedes tienen que decir.
Abatida, Faryanna solo baja la mirada, sintiéndose insegura.
―Hakíro ―dijo ella― ¿qué debemos hacer ahora?
―El qué hacer y el qué no, eso es algo que debería depender de ustedes ―contestó―, no de mí ni de nadie más.
¿Nos está dando la opción de elegir?
En ese caso…
Me levanto de la roca, camino dos o tres pasos hasta mi amiga.
― ¿Qué pasará si nos negamos? ―pregunté seriamente.
Hakiro cierra sus ojos, quizás meditando un poco mi pregunta.
A nuestro alrededor, los chicos solo son espectadores, observándonos al borde de la silla, preocupados, sintiendo lo tenso del ambiente.
Pasan los segundos, Faryanna y yo esperando su respuesta.
Él abre sus ojos.
―Despreocúpate ―respondió―. Nada malo os pasaría. Si se negaran, yo les borraría los recuerdos, la princesa los devolvería a su mundo, y despertarían solo con la sensación de haber experimentado un sueño extraño y muy real. Nada más.
― ¿Y si aceptamos? ―menciona mi amiga, apenas permitiendo a Hakiro terminar con su respuesta― ¿Qué nos garantiza nuestra seguridad? ¿Qué garantía hay que volveremos sanos y salvos a nuestro mundo?
Las preguntas demuestran ser un golpe certero para Hakiro. Puedo ver como su mano derecha aprieta el báculo con fuerza.
―Eso es algo que nadie os puede asegurar ―respondió sin retirar la mirada de nosotros en ningún momento―. Les seré franco. Aceptar significa arriesgar todo lo que tienen. Todo es a costa de vuestras propias vidas. Aun así, a pesar de que ambos podrían ser nuestra única esperanza, la princesa no quiere obligarlos a aceptar, o que se vean obligados a aceptar ―él niega con la cabeza―. Claro que no. Ella no es así. Pero tampoco vamos a suplicar por su ayuda. Están en toda su libertad de irse a su mundo cuando les plazca y desde el principio de su viaje ha sido así. Ustedes solos tomaron la decisión de venir a verme, y ustedes solos tomarán la decisión de irse o quedarse. Dejar caer su lluvia y cambiar el rio, o dejar que el rio siga su curso. Todo está en sus manos.
Hakíro tal vez no se da cuenta, pero sus palabras solo vuelven más difícil nuestra decisión.
Aceptar o no aceptar.
¿De verdad somos nosotros su única esperanza?
¿No es esta una responsabilidad muy grande para tan pequeños hombros como los nuestros?
Dios, ¿qué debería hacer?
Faryanna, igual de indecisa que yo, fija su atención en el viejo mago.
―Pero… ¿Y usted que piensa, Hakíro? ―preguntó, intentando buscar en él alguna luz que le ayude a decidir.
― ¿Que qué pienso yo? ―Se preguntó a sí mismo, admirando el transcurso de las nubes en el cielo―. Hmmm… Yo pienso que, si quieren ayudarnos en esta futura guerra, que lo hagan siempre y cuando sea una expresión de su propia voluntad ―él baja su mirada; nos mira y nos sonríe― Esa decisión debe de nacer de vuestros corazones. Yo… ya no tengo más nada que decir.
Luego de estas palabras, Hakíro camina nuevamente hacia su roca y se sienta.
Hay un silencio muy profundo en el lugar. Nadie dice nada, nadie hace nada.
Luchar a riesgo de nuestras vidas, o irnos y quedarnos sin hacer nada. Todo se resume a eso. Pensar en aceptar es sufrir un terrible miedo a perder nuestras vidas, y considerar rechazar es un devastador remordimiento al repasar las visiones que nos mostró la princesa y la historia que nos contó Hakiro.
¡Es un martirio!
Esto es totalmente irreal. Aún persiste la sensación en mi ser de que todo esto es un sueño, una mera fantasía.
Qué tonto. Cuánto desearía que esto fuera una fantasía.
Giro mi cabeza, observo a mi amiga.
―Faryanna, ¿tú que piensas?
Mi pregunta no le hace reaccionar. Su expresión es sombría, pensando con la cabeza agacha. Los mechones de su pelo tapan un poco su rostro. Pero, entre los espacios de su pelo, puedo ver algo sobresalir: una pequeña sonrisa.