Luego del pequeño susto que he pasado, recorro el pasillo con un sentimiento de satisfacción y alivio. La armadura no me molesta al caminar, pero su monótono sonido metálico siempre está presente con cada paso que doy. Supongo que deberé acostumbrarme.
El arma en mi mano derecha se siente como una extensión más de mi brazo. Es espeluznante. Podría tocar su filo y sentir como si tocara uno de mis dedos.
Desde aquí, las siluetas de mi amiga y del sabio son distinguibles con el trasluz solar que entra desde la ventana.
Soy fácilmente notado por ellos dos.
Intento caminar firme para verme algo más heroico, pero la verdad seguramente me veo muy gracioso intentando hacerlo. Bueno, ella es una chica. Debería intentar impresionarla, al menos.
Ellos avanzan a mi encuentro, caminando con calma; sus expresiones alegres y entusiasmadas, sobre todo ella.
Las intenciones de Fary son fácilmente leíbles, pero por respeto, permite que el sabio sea el primero en darme la bienvenida.
― ¡Lo has logrado, hijo mío! —Exclamó Hakíro lleno de alegría, dejando caer su mano libre sobre mi hombro— ¡No te imaginas cuán orgulloso me siento por ti!
Apenado, solo esbozo una pequeña risa.
―La verdad, creo que lo he logrado por poco ―contesté con algo más que alivio―. Gracias a su ayuda pude hacerlo.
Él retira su mano de mi hombro.
―Bueno, la verdad es que no solo mi ayuda recibiste ―afirmó.
Es verdad. De no ser por Faryanna, no lo habría logrado. Y también, de no ser por Haztaroth, tampoco hubiese pasado la prueba final.
Esto me hace pensar, ¿Desde un inicio Haztaroth ha querido que yo fuese su portador? Una pregunta que me hace reflexionar en silencio.
Una palmada me saca de mis pensamientos.
―Ahora, que eres el portador de Haztaroth, una nueva luz de esperanza brilla en el cielo sobre nosotros —comentó Hakíro―. ¡Haztaroth te ha elegido para convertirte en el nuevo Omniguerrero de Xenathria! ―añadió orgulloso.
El Archisabio da un par de pasos atrás dejando la vía libre para mi amiga. Y como me lo esperaba, me recibe con una muestra entusiasta de alegría.
― ¡Felicitaciones, Zeo! —Exclamó feliz, con una alegre expresión y una preciosa sonrisa mientras da una pequeña carrerilla para darme un abrazo afectuoso—. ¡Lo has logrado! ¡No puedo creerlo! ¡No sabes lo preocupada que estaba por ti!
Le correspondo de la misma manera como ella me recibe; tomó algo de impulso, casi me hace tropezar.
―Gracias. Bueno, si te soy sincero yo tampoco puedo creerlo ―dije humildemente.
―Oye, pero ¿y esta armadura?
Como para ver si de verdad es real, dejando a un lado el completo hecho de que acaba de abrazarla, Faryanna se toma la molestia de darle un par de golpecitos al peto, lo hace de una manera tan curiosa que parece infantil.
― ¡Es durísima! ―añadió.
―Lo sé ―dije― apareció sola cuando empuñé a Haztaroth.
―Hmmm… ¡No importa! ¡La verdad te queda muy bien! ¡Hasta pareces un hombre con eso puesto!
Su broma no me causa gracia, en lo más mínimo.
Como si no lo hubiese notado al verme, Faryanna centra su atención en el arma que sostengo en mi mano derecha. No puedo creer que de verdad no la notó cuando llegué.
¿Tan preocupada estaba que no prestó atención a los detalles?
Elijo no pensar mucho en eso, puedo sonrojarme sin quererlo.
―Y esa es Haztaroth… ―dijo con admiración―. Es alucinante.
Levanto el arma y la sostengo frente a ella. Impresionada, observa con detalle. Por un momento su dedo se aproxima para sentir su acero, pero el arma divina emite un tenue brillo y un ligero calor. Podría compararlo al sonido de una serpiente de cascabel; es una señal para que no la toquen.
Ya con un balde de agua fría lanzado sobre su curiosidad, ella retira lentamente su dedo con una pequeña sonrisa nerviosa.
―V-vaya, hehe. Eres increíble. También estoy muy orgullosa de ti ―añadió al mirarme.
Su hermosa sonrisa y sinceridad hacen surgir un rubor en mis mejillas.
―Gr-gracias, Fary.
De puntitas, ella aproxima un poco su rostro al mío.
― ¿Te has puesto rojo? ―ella contiene una pequeña risita―. Qué lindo ―comentó con malicia.
Y allí está la Faryanna de siempre.
―Por favor, no empieces.
Hakiro da un pequeño paso al frente.
― ¿Y cómo has hecho para materializar la armadura? ―preguntó.
Por lo visto no escuchó lo que dije, o solo quiere indagar más.
Encojo mis hombros.
―No lo sé, de verdad. Apareció sola y ya.
Una respuesta que solo causa curiosidad en el sabio. Él acaricia su barba.