Gracias a la teletransportación de Hakiro nos encontramos fuera de los muros; la enorme puerta de entrada a buena distancia tras nosotros.
A primera vista todo parece normal, o más bien inhóspito. La energía residual de las explosiones en el aire es la única evidencia de ellas, pues ni los muros ni el suelo muestran rastro alguno. Pero sé que esto no está bien. La calma excesiva a veces es sinónimo de desastre, o eso es lo que presiento.
Ninguno baja la guardia. Hakiro está al frente, tras él Rubiria se encuentra en el lado derecho y Zafyrion en el izquierdo, ambos con sus armas desenfundadas. Titania sobrevuela a pocos centímetros de nosotros dos.
Faryanna y yo miramos nuestro entorno con recelo; mi corazón latiendo rápidamente a causa de la ansiedad del momento.
De a ratos, lo único destacable es el desconcertante silencio, solamente el sonido ocasional de alguna brisa vagabunda de cuando en vez.
Esto no está bien.
Y como lo sospeché, es así.
Frente a nosotros, a unos treinta metros, pozos oscuros se forman como una masa de sombras; nuestra atención siendo arrebatada de golpe. Otras tres masas de sombras se forman con una buena distancia entre ellas y la primera.
Lentamente las sombras se alzan, como si alguna criatura emergiera de un espeso pantano negro, y toman forma de los mismos engendros que nos atacaron en aquella colina hace horas atrás.
Esbirros.
Formando cuatro grupos, cada uno de ellos tiene al menos veinte o treinta Esbirros, puede que más. No es un panorama alentador, ciertamente no, tomando en cuenta las dificultades que pasamos con ellos en la colina.
Sin dudarlo, Rubiria y Zafyrion se preparan para la carga. Pero antes de siquiera dar dos pasos al frente, Hakiro los detiene al levantar su cetro a un lado.
―Tranquilos ―dijo―. Yo me encargaré de esto.
Y tras sus palabras, él avanza algunos metros. Rubiria y Zafyrion se miran las caras, asienten y bajan sus armas.
Ahora nuestra completa atención está fija en el Archisabio.
Quieto, él mira los enemigos, esperando el primer movimiento.
Puedo sentir una gran aura emanando de él. Es impresionante, casi tan fuerte como la de Haztaroth.
Y con rugidos y gruñidos de lo más escabrosos, los Esbirros del grupo central cargan contra nosotros, corriendo a toda prisa.
Intimida. Sus pasos son lo suficientemente numerosos como para hacerse escuchar. Pero Hakiro ni se inmuta. Permanece fijo en su posición, sosteniendo su báculo con seguridad y mirando a los enemigos que dentro de poco estarán cara a cara con él. Pero no dejará que eso suceda, lo sé.
Con calma, Hakiro mueve su báculo y señala a los enemigos.
―Descarga de Pirohielo ―conjuró con voz fría.
Al instante, el cabezal del cetro se ilumina, y con un destello y un fuerte sonido, un bólido azul y rojo cruza la corta distancia como un proyectil de cañón.
Impactando violentamente contra los Esbirros, deja al instante una enorme explosión de fuego y llamas abrasadoras. Solo uno o dos segundos después, las flamas convergen y se convierten en un vórtice, cambiando su color de rojo a un azul más claro, y en un violento estallido la vorágine de llamaradas revienta en hielo puro, dejando una enorme formación de incontables carámbanos; la temperatura alrededor disminuye lentamente por la explosión de hielo, y el suelo en torno a la explosión congelándose casi de inmediato.
Antes de que siquiera pudiésemos mostrar asombro por su impecable demostración de poder, los Esbirros de los otros grupos dejan caer su lluvia de flechas sobre nosotros. Como una nube, las flechas crean una sombra bajo nuestro.
Pero Hakiro permanece firme, observando las flechas caer; su calma es contagiosa, pues me siento seguro a pesar de que la muerte se precipita desde el cielo.
Aun así, observar la nube de flechas es escabroso.
Hakiro extiende su palma izquierda en dirección a las flechas. Con un pulso de poder las flechas se detienen en el aire, quedando estáticas, sin moverse un solo centímetro. Es un espectáculo digno de ver.
Hakiro retira la mano con calma y las flechas al instante caen como míseras piedras arrastradas por la ley de gravedad.
Los Esbirros realizan otro ataque de flechas, pero es inútil. Hakiro ha levantado una especie de campo de fuerza y las flechas no son capaces de cruzar ese límite.
El Archisabio mueve su báculo al frente, señalando a los enemigos, y su mano libre la extiende en la misma dirección.
―Fuente de todo poder… ―bajo Hakiro, un círculo mágico aparece con muchos glifos y sellos que se mueven en torno a él―. Evocar Electroelemento, Apariencia Dracónica, Conjurar: Dragón de Relámpagos.
El círculo mágico reacciona a sus palabras, emitiendo una fuerte luz. Sobre nosotros, incontables rayos empiezan a juntarse, y entre relámpagos y truenos, los rayos cobran forma y le dan vida a un gran dragón de cuerpo largo, patas cortas y sin alas, muy similar a un dragón chino; su rugido bestial es el trueno más fuerte que he escuchado en toda mi vida y sus fauces son lo suficientemente grandes como para tragarnos a todos de un solo bocado.