A poca distancia del suicida, un vórtice de energía nace de la nada. Es muy similar al de Tormag cuando apareció, solo que este es mucho más grande, sus rayos y destellos son mucho más sombríos, y sus ráfagas de viento son por mucho más violentas.
Incluso Tormag se priva de sus acciones impulsivas inmediatamente, volteando con sobresalto.
Cuando el vórtice se disipa, otra persona aparece. No viene oculto con algún ropaje. Trae puesta una armadura gris, ostentosa y muy gruesa, de amplias hombreras y placas macizas. Su rostro no es visible, el casco cubre por completo su cabeza.
―Detente, Tormag. ―Dijo con autoridad y ordenanza, su voz es sólida y severa―. Ya no es necesario que sigas luchando.
Por su lado, Tormag se pasma. Inmediatamente se arrodilla en un movimiento apurado.
― ¡Comandante! ¿Qué hace usted aquí?
¿Comandante?
―He venido bajo las órdenes de Lord Darkhorn ―Contestó―. Me ha ordenado regresar contigo al Castillo de Virelian.
― ¡¿Regresar al castillo?! ¡No puede ser! ―Refutó incrédulo―. ¡Todavía no he matado a los dos muchachos! ¡Déjeme seguir con…!
― ¿Te atreves a cuestionar las órdenes de Lord Darkhorn? ―Interrumpió arbitrariamente.
Tormag se inquieta.
― ¡N-no, mi señor! ¡No sería capaz de semejante insolencia!
―Entonces no hables y obedece.
― ¡S-sí, mi señor! ¡Como ordene!
La figura voltea a vernos; un escalofrío de ultratumba recorre mi espalda cuando sus ojos se fijan en nosotros.
―Ahora, en cuanto a eliminar a esos muchachos…
Súbitamente se ve envuelto en un aura sombría.
―Yo los eliminaré.
Con calma, él extiende su brazo derecho y abre su palma.
En su mano, una esfera de energía maligna crece, emitiendo pulsaciones y destellando sonoros rayos negros. El poder que emana hace elevar la tierra y los pequeños escombros a su alrededor. El área se estremece con su poder.
Esto no se ve nada bien. En mi cuerpo aparece el miedo otra vez. Un temor más fuerte que cualquiera que haya sentido antes. Me congelo ante él. No sé si podré correr; su sola presencia y poder me causa todo esto. Incluso mi respiración se acelera y mi saliva se espesa.
―Es Enérgio puro ―Expresó Hakiro, preocupado.
Sin tapujos, él dispara su ataque. La esfera de poder oscuro crece y se agranda a un tamaño descomunal. Se acerca dejando una marca profunda en el suelo conforme va avanzando, y los rayos que desprende también destruyen la tierra al impactar.
No es muy rápida, pero teniendo en cuenta su velocidad y la distancia del templo, dudo mucho que podamos llegar siquiera a las puertas.
― ¡No nos dará tiempo de escapar! ―recalqué.
Hakiro da un fuerte paso al frente y hace sonar el pie del báculo contra el suelo.
― ¡Todos, detrás de mí! ―exigió al adoptar una postura firme.
― ¡¿Qué?! ¡¿Piensas recibir el impacto de esa cosa?! ―Preguntó Titania con angustia.
― ¿Acaso hay elección? No necesita darnos directamente. La sola explosión nos mataría con un acierto parcial; evadir no servirá de nada.
― ¡No lo hagas! ¡Eso es Enérgio Oscuro! ¡En tu estado, no hay manera de que…!
― ¡Lo que no hay es tiempo para tus preocupaciones, Titania! ―Regañó Hakiro, con severidad.
― ¡Pero no estás en condiciones para detener eso! ―Insiste Titania, jalando la toga del sabio para hacerlo cambiar de parecer.
― He dicho… ¡que no tenemos tiempo!
Con un toque de su báculo contra el suelo, emite un pulso de fuerza que obliga a Titania a soltarlo. Ella permanece estática tras él
― ¡Solo quédense detrás de mí! ¡Y asegúrense de no moverse!
Hakiro no voltea a vernos. Solo permanece firme y preparado para dar el todo por el todo.
Sin más nada qué decir, y nada a qué recurrir, nos colocamos detrás de él.
Todo se estremece a medida que la bola de poder destructivo se aproxima a nosotros. Mis sentidos quedan abrumados ante el fuerte poder que emana; una sensación tan sobrecogedora y fatal que es espeluznante. Me hace dudar si el Archisabio será capaz de detenerla.
Hakiro suelta su báculo y se prepara para atajar el ataque a mano limpia.
Creo que solo un milagro nos salvaría en este momento.
Oh, Dios mío…
Después de todo lo que pasamos… ¿vamos a morir?
Faryanna se sujeta de mí, al igual que lo hace Titania. Con mis brazos, envuelvo a ambas y las presiono con fuerza. Volteo a ver a Zafyrion. Él se aferra a Rubiria como si fuera la última vez que la sentirá entre sus brazos, pegando su mejilla contra la de ella.
Hakiro…
― ¡Hakiro, resiste! ―grité.