Poco a poco, la luz pierde fuerza. Cuando se ha ido por completo, me permito abrir los ojos.
Estamos en la sala del trono, gracias al cielo.
Complacida por no dejarnos sobre algún pico o montaña, la princesa suelta un suspiro de completo alivio, con la mano derecha sobre su pecho. Es un poco desalentador la poca confianza que se tenía a sí misma con respecto a esto.
Creo que se toma la frase de Titania muy en serio.
Sonará estúpido, pero me siento impulsado a revisar mi cuerpo y cerciorarme de que estoy completo. Decido hacerlo, solo para asegurar.
¡Veamos…!
Examino rápidamente. Y con una satisfactoria bocanada de aire, certifico que todas mis extremidades están unidas a mi cuerpo.
Ahora sí estoy a salvo.
Más tranquila, Ethérea avanza con calma en dirección al trono. Titania acompaña a la princesa volando a su lado.
Mientras camina, su armadura brilla débilmente. Poco a poco, de los pies a la cabeza, la armadura entera se desintegra, y mientras lo hace aparece en su lugar aquella misma vestimenta hermosa con que nos recibió. No solo eso, su pelo rojo intenso cambia a dorado desde la raíz hasta las puntas, y sus ojos sufren la misma transformación de dorados a rojos. Es algo maravilloso y bello de ver.
Con Rubiria en sus brazos, Zafyrion se da media vuelta y camina tranquilamente a la salida de la enorme sala en busca de algún cuarto con una cama adecuada para que la valerosa dama descanse.
En el centro de la sala solo quedamos Faryanna y yo, uno al lado del otro. Mis ojos vagan un poco por la habitación. Me sigue llamando la atención este lujoso lugar.
Sentada en el trono, la princesa demuestra un porte de soberana digna de su título. Ella nos mira con amabilidad.
―Zeo, Faryanna, vengan aquí un momento, por favor ―pronunció Ethérea a la vez que Titania nos hace enérgicas señas de ir hasta allá.
Caminamos. Al llegar frente suyo, nos detenemos.
La sonrisa de Ethérea se desvanece, remplazada por una expresión apenada, quizás hasta un poco triste.
―Imagino que ya tienen una idea clara del por qué están aquí.
Puedo ver el rumbo que tomará esta conversación.
Más serios, Faryanna y yo asentimos.
―Quiero ser franca con ustedes Yo siento una profunda pena por haberlos traído de esta forma. Fue casi un secuestro. Pero cruzamos por tiempos duros e inciertos, y estamos desesperados. No tenía otra opción. Perdónenme.
Su sinceridad me conmueve. Viéndolo desde su punto de vista, debe ser terrible cargar con tal responsabilidad. Ser la soberana de un continente entero y estar a cargo de las vidas humanas en él es algo en lo que no me puedo imaginar, y no digamos la clase de decisiones a las que se debe someter. Jamás podría ponerme en sus zapatos.
Pobre princesa.
No hay vuelta atrás. De alguna u otra forma, ayudaremos.
Ethérea se pone de pie, da dos pasos al frente.
―Como vigésima cuarta princesa, y soberana actual del reino de Xenathria, ofrezco mis más sinceras disculpas.
En un gesto que nos toma de sorpresa, la princesa Ethérea se inclina ante nosotros con una formalidad digna de su nobleza, algo que nos deja completamente fuera de lugar.
―Lo siento ―dijo―. Entenderé si me guardan rencor ―añadió.
Pasan los segundos, la princesa aún inclinada. ¿Cómo se supone que deberíamos reaccionar a esto? Al menos yo no sé qué hacer a continuación.
Esto es… complicado.
― ¡N-no se preocupe, princesa! ―Pronunció Faryanna― ¡No tiene por qué inclinarse! Comprendemos perfectamente su situación, y no le guardamos rencor. ¿Verdad, Zeo?
Al instante, un codo golpea mi costado, haciéndome reaccionar.
― ¡A-ah, sí! ¡Faryanna tiene razón! ―dije― Además, si alguien debería disculparse, esa sería Titania. Ella fue quien nos trajo, no usted.
En el aire, Titania frunce el ceño y cruza los brazos; sus berrinches pueden llegar a ser predecibles.
― ¿Y yo por qué? ―rechistó― ¡Solo seguía órdenes, tonto! No es como si pudiese hacer lo que se me venga en ganas cuando se me venga en ganas, ¿sabes?
Intuyo que ese comentario no es del todo cierto, pero es muy cabezota como para hacerla cambiar de parecer. Solo suspiro.
―En cualquier caso, me siento afortunado de estar aquí. Y no me refiero nada más a estar con vida ―agregué.
―Estoy de acuerdo con él ―menciona Faryanna con una sonrisa―. Este mundo es tan increíble y maravilloso. ¡Incluso hay magia! ¡Aún no lo puedo creer! Claro, apartando el hecho de que quieren nuestras cabezas en una estaca.
No soy muy afinado con esa clase de humor, pero me hizo sacar una risita alegre.
La princesa se endereza y nos observa. Su expresión amable es reconfortante. Nuestras palabras son como la redención para ella, por decirlo de alguna forma. Incluso se da el gusto de sonreír ante el comentario de Faryanna. La verdad es que vista así, es difícil pensar que es una soberana en el amplio sentido de la palabra. Solo es una joven más que ríe junto a unos chicos.