Abro los ojos lentamente; luz solar deslumbrándome de golpe. Mis parpados se sienten pesados, mi visión un tanto nublada.
¿Dónde…? ¿Dónde estoy?
Mis cinco sentidos poco a poco empiezan a conectarse. No me siento extraño. Me siento natural, normal, como si hubiese despertado de un sueño cualquiera, o más bien de una larga siesta.
Froto mis ojos con pereza, mi vista se aclara solo un poco. Giro la cabeza con calma, miro alrededor.
Ya no estoy en Xenathria.
He vuelto.
Estoy bajo el mismo árbol en donde Faryanna y yo nos quedamos dormidos; la luz del sol que se escabulle entre las hojas me hace entrecerrar los ojos.
Faryanna…
Intento moverme, pero algo me lo impide.
¿Qué está…? Ah, cierto.
Me siento torpe por olvidarlo. Faryanna se quedó dormida sobre mí; aún está en mi regazo.
No puedo suprimir el deseo y me tomo la libertad de acariciarle el pelo.
Esto…
Todo parece tan normal, tan corriente, que hasta confunde.
…
¿De verdad fue solo un sueño?
Ojeo el reloj que tiene Faryanna en su muñeca derecha. Si mi memoria no me falla, solo han pasado cerca de cuarenta y cinco minutos desde que nos dormimos.
Justo como lo había dicho Titania.
Estoy más pensativo de lo que debería.
¿Acaso es esa la prueba de que no fue solo un sueño?
Un pequeño movimiento en mi regazo me saca de mis pensamientos. Faryanna empieza a despertarse.
Se apoya del suelo con sus manos, y se alza un poco. Se ve algo extraviada.
―Faryanna… Oye, ¿Estás bien? ―Pregunté mientras pongo mi mano derecha sobre su hombro.
Tarda brevemente en reaccionar a mi voz.
― ¿A-ah…? ¿Zeo…?
Al menos me reconoce, eso un alivio. Faryanna sacude levemente su cabeza y voltea a verme. Más despierta y consiente, me sonríe débilmente.
―Sí, no te preocupes, estoy bien ―respondió.
Su expresión se torna difícil de leer. No sabría decir si está pensativa o confundida; quizás ambas.
―Dime, ¿qué pasó? ¿Acaso volvimos? ¿O es que nunca nos fuimos?
No sé cómo responder a eso.
―Para serte sincero, estoy igual de confundido que tú ―contesté, luego me doy cuenta del detalle―. Espera, ¿tuvimos el mismo sueño?
Faryanna coloca su mano derecha sobre su boca; el dorso de su índice sobre sus labios. Vuelve a pensar más de la cuenta.
―Dos personas no pueden tener el mismo sueño al mismo tiempo; por lógica es imposible. ―Respondió. Voltea y mira a su alrededor―. Bueno, no estamos en Xenathria.
No necesita dar más conjeturas. Todo lo que nos ocurrió fue real. Es verdad. ¿Cómo algo no puede ser real si cada fibra de mi cuerpo tiene grabada la experiencia que viví en ese mundo? No hay prueba más sólida que esa.
En este momento solo tengo una pregunta.
― ¿Y ahora qué? ―solté.
―Pues… Supongo que habrá que esperar a que nos llamen nuevamente, como lo dijo Titania.
― Regresar otra vez… ¿en verdad crees eso?
― ¿Acaso es inseguridad lo que detecto en tu voz? No me digas que no te gustó el tiempo que pasamos allá.
Buen punto. Ha logrado sacarme una leve risa.
―Tienes razón. Fue una experiencia única. Solo desearía que no nos quisieran muertos.
―Es cierto. Allá corremos peligro de morir, de morir realmente. Esto no es un juego, ni mucho menos un sueño. Es real.
El ambiente se ha puesto tenso. El tema que ha tocado es delicado y serio.
Pero ahora mismo no estamos allá.
―Míranos. Hablando de esto como si fuera fantasía.
Ella resopla una pequeña risa.
―Al menos estamos aquí, en nuestro mundo. Creo que si alguien nos escuchara hablando de esto, nos llamaría locos. Solo por seguridad, deberíamos mantener esto entre tú y yo, ¿vale?
No podría estar más de acuerdo con su idea. Asiento.
Noto que aún está pensativa. Quizás hasta un poco desanimada.
Por esta vez me daré el lujo de la iniciativa. Creo que con esta broma que tengo en mente bastará para alegrarle el día.
― ¿Sabes? Ahora que lo pienso, creo que ese viaje será una de las anécdotas que les contaré a nuestros hijos.
Faryanna se sobresalta, he dado justo en el clavo; en sus delicadas mejillas un rubor aparece.
― ¡¿A nuestros qué?! ¡¿Hijos?!
―Síp. A nuestros hijos. Ya sabes, los que tendremos tú y yo. Quiero tener tres o cuatro. ¿Te parece bien, o prefieres más? ―intento ponerme lo más pícaro y malicioso que puedo. Seguro que estoy haciéndolo mal, pero al menos parece funcionar.