Las asombrosas aventuras de Drama Queen

1. El inicio de una gran aventura

Drama Queen observaba con indiferencia como su dueña, Karen, apilaba maletas en las puertas de casa.

Era medio día y la luz se colaba a través de las ventanas, reflejándose en el suelo pulido de madera. Motas de volvo volaban y se movían en todas direcciones como producto del aire que agitaba su dueña cada vez que iba y venía de la habitación, dejándola cada vez más desordenada.

La gatita se colocó justo en donde los rayos del sol impactaban: se restregó en el suelo una y otra vez. Amaba tomar el sol, aunque prefería hacerlo en el patio de casa. Allí lo que sobraba era sol y tenía de donde escoger. Cuando se aburría de algún lugar, se desplazaba hacia cualquier otro para seguir su siesta de 20 horas.

— Creo que esta es la última maleta — Karen se limpió el sudor de la frente y se apoyó brevemente en el muro —. Muy bien, Drama Queen. Te pido que me escuches por los próximos minutos, después puedes ignorarme.

Entendía a la perfección el idioma de los humanos. Su nombre fue lo primero que memorizó y el recuerdo era tan claro como si hubiera ocurrido el día anterior. Acudía cada vez que su dueña la llamaba y con el tiempo fue aprendiendo lo que estaba bien y lo que estaba mal.

Estaba mal jugar en el arenero y tirar cualquier cosa que estuviera en posibilidad de caerse, pero lo seguía haciendo porque le gustaba hacerlo.

Estaba bien cazar los animales que se colaran a casa, todo para defender a su dueña de alguna amenaza. Drama Queen era fanática de las lagartijas: eran seres curiosos de tamaños varios de color verde con escamas y muy rápidas, lo que la hacía poner su destreza y habilidad en práctica. También eran un manjar al paladar, pero no siempre tenía el gusto de comerse alguna: siempre Karen llegaba a recogerla para tirarla a la basura. Que desperdicio.

— Los próximos 7 días estaré fuera de casa por el trabajo. Mi jefe enfermó y no hay nadie que conozca mejor la empresa que yo, así que tengo que ir en su representación. Es un negocio gordo, y si consigo el trato habrá muchos beneficios. A final de año se verán los resultados de todo lo que he cosechado, ¡y con mucha suerte podamos irnos de viaje las dos!

— No sé si tenga ganas de salir de casa. Estoy muy a gusto aquí — cada vez que Drama Queen le respondía Karen no escuchaba otra cosa que no fueran maullidos.

— Ya sé, ¡yo también estoy muy emocionada! — Karen se acercó hasta ella, tapando el sol.

— Estoy tomando el sol, si fueras tan amable de hacerte a un lado… — Karen la tomó con ambas manos y la alzó hasta su regazo. La estrechó y sintió como el ambiente en la habitación cambiaba gradualmente.

Cuando Karen estaba de un lado a otro se percibía estrés, cuando terminó con las maletas tranquilidad, y ahora notaba otra clase de sentimientos. La tristeza era palpable y pocas veces había notado a Karen así.

Cuando solía estar triste, Karen no salía de su cuarto ni de cama más que para alimentarla y cambiarle la arena. Se desatendía completamente de sí, pero jamás dejaba sola a Drama Queen, así que ella le pagaba el gesto acostándose en su regazo, en la cabeza o las piernas para tratar de hacerle sentir mejor.

— Te voy a extrañar tanto, mi gatita. Jamás nos habíamos separado por tanto tiempo — Drama Queen contempló el rostro de Karen: sus ojos estaban cristalinos y su sonrisa era ancha pero su rostro era triste.

Karen acarició su barbilla con la cabeza de Drama Queen, haciéndola sentir feliz.

Y cada vez que estaba feliz ronroneaba. Siempre estaba feliz, así que ese sonido lo hacía casi todo el día.

— Te prometo que no tardaré mucho en regresar y si tengo la posibilidad de hacerlo antes lo haré sin pensarlo, ¿de acuerdo?

Drama Queen le respondió descansando la pata en su barbilla. Su sonrisa empezó a temblar y la bajó nuevamente al suelo.

— Muy bien, nos vemos pronto. Dejaré la ventana abierta para que puedas entrar y salir. Cuida la casa y por nada del mundo vayas a salir a la calle.

Karen le dio la espalda, tomó todas las maletas que pudo con la mano, abrió la puerta y salió al patio. Drama Queen fue detrás de ella. Observó como iba llenando la cajuela hasta que ella abordó el carro. La bestia se encendió y el sonido del motor desapareció a la distancia.

Drama Queen se quedó en el patio hasta que le dio hambre. Saltó sobre algunas macetas para poder llegar a la ventana y con un movimiento ágil y elegante aterrizó en el marco.

Se bajó brincando de la ventana al sofá y del sofá al suelo y caminó tranquilamente, con la cola levantada hacia la cocina. En total había siete platos llenos al ras de coquetas y siete recipientes de agua a los que ya no les cabía ni una gota más. Comida sobraba y lo que le iba a faltar era hambre para terminarse todo.

Eligió al azar un plato para comer unas cuantas croquetas, dio un par de lengüetazos a un plato de agua, derramando más de la que tomó y se fue a la habitación de Karen. Su cama era de color negro con huellas blancas. Drama Queen era blanca como la nieve. Se lavaba el pelo todo el día para no verse sucia, ¿cómo una reina como ella iba a exhibir un pelaje amarillento y grasiento? A veces Karen la bañaba, cosa que detestaba. Siempre que su cuerpo entraba en contacto con el agua sentía la necesidad de salir volando del baño, pero Karen la sostenía de sus patas y se daba prisa para bañarla antes de que sacara sus garras y atacara a quien tuviera enfrente.



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En el texto hay: humor, mascotas, aventura

Editado: 16.12.2022

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