Era una mañana soleada, las hojas caían de los árboles, el suelo se encontraba lleno de ellas y ahí estaba ella.
Una niña de cabellos rubios, piel blanca, ojos grisáceos, alegre e inocente.
Maya jugaba como de costumbre con Edward, quien es mayor que ella, pero aún así la edad no los separa de su gran amistad.
Edward le lanzó la pelota la cual rodó al otro lado del jardín, Maya corrió por ella y después de recogerla se dio cuenta de que un carro se estacionó frente a su casa, del el bajaron muchos oficiales y una señora de cabello corto pelirrojo, piel blanca y un poco mayor quien se acercó a ella con una gran sonrisa y la jaló de la mano, Maya no sabía que hacer, no sabía si debía irse con esa señora, así que con la mirada buscó a Edward, él era retenido por algunos oficiales para que no se acercara a ella, en su mirada veía que estaba confundido y preocupado, mientras decía que lo soltaran.
De repente sus ojos se se dirigieron a su madre, quien salió de la casa preocupada, entonces pensó que ella les diría que todo estaba bien y todos se irían, pero no.
Todo pasó en cámara lenta, su mamá también fue agarrada por algunos oficiales y gritaba que la dejarán acercarse a su hija, que no se la llevaran, pero nadie le hizo caso.
De un carro negro con vidrios polarizados bajó un hombre de 30 años, alto, bien vestido y con unas gafas oscuras.
-¡Esa es la niña! ¡Llévensela! -. Gritó ese hombre señalándola.
En ese momento Maya reaccionó e intentó soltarse de los brazos de la señora, pero esta y con la ayuda de un oficial se la llevaron poco a poco.
-¡Ayúdame mami! ¡Mami! ¡No dejes que me lleven! -. Gritaba Maya desesperadamente mientras forcejeaba tratando de soltarse.
Lo último que vió antes de que se metieran en el carro y se la llevaran, fue a su madre gritándole que la amaba mientras caía de rodillas al suelo llorando desconsoladamente.
También vió a Edward quien la observaba preocupado y con lágrimas en los ojos, mientras se jalaba el cabello de la desesperación.
Maya tan solo gritaba y lloraba por su mamá.
Maya tenía 7 años cuando fue alejada de su familia, aquel día la marcó para siempre.