Capítulo 23 - Annabeth

Annabeth: -No puedo creer que estés en tu sexto pastelillo…

Ver a Crow comer algo que no sea leche me sorprendió tanto que di un grito de la emoción tan fuerte que asuste a los Espíritus de Sassaba; pero ahora me preocupa que le salga caries porque ya va en su sexto pastelillo y no parece que vaya a parar.

Annabeth: -Es el último Crow, no puedo darte más.

Incluso le di mi parte porque no ha dejado de pedirme más durante todo el viaje.

Annabeth: -La casa de la señora Agnes debe estar cerca.

Según el mapa que nos dio Sassaba estamos cerca. Con los pequeños Espíritus guiándonos es imposible perderse.

Lobel: -No es justo que solo el enano coma tus pasteles, YO TAMBIÉN QUIERO.

Annabeth: -Tú no puedes comerlos.

Pides algo irracional, joven Espíritu. Los Espíritus no comen “materia”.

Lobel: -¡Si los desintegro podré comerlos!

Annabeth: -No es lo mismo.

Susurro mientras miro a Crow, finjo hablar con mi pequeño regordete para no parecer una niña loca que habla sola.

Lobel: -Beth, ten cuidado. Ese mortal no tiene buenas intenciones.

Es la segunda vez en el día que me dice eso, y por la apariencia del niño a quién está señalando diría que es otro ladrón. Hay muchos ladrones en esta ciudad, hay que andarse con cuidado. Mi enorme bolso, lleno de algunos de mis pastelillos y mis subtipos de Orbes, debe parecer un premio gordo para un ladrón. Además, como estoy caminando con un mapa debo de parecer una viajera nueva en la ciudad.

Lobelia: -Deja que yo me encargue.

Annabeth: -Solo haz que tropiece con un adulto, nada más.

Incluso hacer eso es peligroso, no sé por qué, pero esta ciudad me hace sentir incomoda y no quiero que Lobel use sus poderes aquí. Quizás los secretos oscuros que rondaron Farkas me tienen tensa.

-¡Niño, ¿qué pretendes?!

Grita una mujer furiosa.

Lo siento por el ladronzuelo, pero no voy a permitir que me roben el día de hoy.

Y caminando por la ciudad, y haciendo un poco de turismo, llegamos hasta la casa de la señora Erina que era la más cercana.

Erina: -¡Bizcocho de chocolate!

Y aún está caliente porque Lobel lo ha traído en su espacio-dimensional.

Annabeth: -Es todo para usted, le irá bien con algunas hierbas que Sassaba me pidió traerle.

Erina: -Eres un encanto, Annabeth.

Annabeth: -Y también traje lo prometido.

Le entrego en sus manos mi pequeño subtipo de orbe.

Annabeth: –Posee magia de oscuridad como me pidió.

Erina: -Oh, Annabeth, ¡es perfecto! Lo atesoraré. Espera aquí un momento, no tardo. Pónganse cómodos.

Su sala tiene sofás muy viejos en buen estado, y toda su casa tiene ese aire antiguo y elegante que es raro de ver en una ciudad tan rustica como Farkas.

El mostrador lleno de pequeños objetos es como un mausoleo de recuerdos, lo sé porque yo también solía conservar muy bien los recuerdos que me daban mis niños.

Hm… Ese anillo con la gran esmeralda se me hace conocido. Se parece mucho al…

Erina: -¿Encontraste algo que te guste? Si deseas puedes llevarte lo que quieras.

Annabeth: -Solo es curiosidad, me muestra ese anillo con esmeralda.

Erina: -Oh… Puedes sacarlo si gustas.

Abro el mostrador de vidrio con sumo cuidado por el bien de estos irremplazables recuerdos.

Este anillo… ¡Tiene el mismo grabado de calavera!

Annabeth: -¡¿Este anillo es suyo?!

Erina: -No, ya no.

Annabeth: -Pero… ¿entonces quién es su dueño?

Erina: -Mi hija, pero ella no lo ha querido. Estaba pensando dárselo a mi nieto. Acaba de nacer hace poco y cuando fui verle creo que vio a mis fantasmas. Él podría seguir nuestro legado familiar.

Annabeth: -¡¿Vuestro nieto se llama Oleg?!

Erina: -Sí… ¿cómo lo supiste?

¡Este es el anillo de Oleg!

¡El Nigromante más talentoso que he conocido!

¡Y MI QUERIDO HERMANO!

Annabeth: -¡No se rinda con su nieto, señora Erina! Este anillo le pertenece a su nieto.

Se lo entrego en sus manos, este preciado objeto era la vida de mi hermano.

No puedo creerlo, es la abuela de Oleg, él siempre mencionó que no logró conocer a su abuela porque vivía lejos y el único recuerdo que su madre le entregó de ella fue ese anillo.