Las Brujas también desean un final feliz

Capítulo 70 - Annabeth

¿Qué es esto?... ¿Un libro de cuentos?

Hace mucho tiempo, existió un niño al que le gustaba las aves.

Jajaja, es como un teatro de sombras, que lindo.

-Buenas días a todos, señorita Faisán, señor Paloma y pequeña señorita Colibrí, jajaja.

El niño amaba a cada una de aves y a cada una le puso un nombre.

En aquel jardín, él y sus cientos de amigos eran felices.

Y entre todas sus aves había una muy curiosa y diferente al resto.

-¡Señorita Corax, no coma eso! ¡Los cadáveres no son comida!

-Sabe bien, comida es comida.

La Señorita Corax era una pequeña ave tan negra como la noche. No tenía coloridos plumajes como el resto de las aves, ni cantaba tan bien como las demás, pero poseía talentos que otras aves no tenían. Ella era capaz de pronosticar los malos augurios, tenía un gusto por los objetos brillantes y sobresalía por su inteligencia.

-Aprendiste a escribir… pero yo no te enseñé.

-Lo hiciste. Cada vez que nos leías un libro, yo seguía el texto. Es fácil.

Era un ave distinta a las demás.

Ni su hermano era tan especial como ella.

¿Hermano? ¿Por qué está dibujado solo con líneas? No es completamente negro como el resto de las sombras.

Todo era felicidad en aquel pequeño jardín repleto de aves.

Hasta que una noche, la Señorita Corax tuvo un mal presentimiento y no era capaz de dormir.

-Corax, duerme.

-No puedo, algo malo va a suceder pronto. Tengo que decírselo a todos.

-Todos duermen, no los despiertes. Ya mañana se los dices.

-Está bien… Pero igual no puedo dormir. Y… tengo hambre.

-Ve a comer si tienes hambre, y ya déjame dormir.

-Está bien… lo siento. Te veo en la mañana.

-Sí… hasta mañana.

Y dejando su nido atrás, la señorita Corax fue a buscar algo de comer.

-Es de noche, si me cuelo en el otro jardín, nadie se dará cuenta. Este plumaje negro tiene sus beneficios.

Y en secreto entró en otro jardín y comió cadáveres toda la noche.

Pero su mal presentimiento no desaparecía, apurada regresó a su jardín al ver el sol salir.

-¡¡¡¡¡¡AAAAAHHHH!!!!!!

Un asustado grito la alarmó.

Voló tan rápido como pudo, pero cuando llegó todo cuanto encontró… fue una masacre.

Los cadáveres de sus cientos de amigos estaban destrozados por todas partes.

Alas rotas, plumas desparramadas, nidos destrozados y huevos aplastados.

No podía creer lo que estaba viendo.

Todos ellos murieron de la manera más horrenda y cruel posible, el pavor se veía en cada uno de esos diminutos ojos muertos.

-Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento…

Pero lo que más le dolió fue ver al pequeño niño llorando mientras cargaba a sus amadas aves muertas.

-LO SIENTO.

Se disculpaba el niño sin parar con la mirada más muerta que los mismos muertos.

-¡¿Qué ha pasado?! ¡¿Quién hizo esto?!

-¡Alguien ha matado a las aves!

-¡Qué horror!

Muchos más niños rodeaban para ver la escena, pero ninguno de ellos se acercó para consolar al pequeño niño.

Todos gritaban de indignación y rabia, pero ninguno dio consuelo.

Incluso Corax, siguió escondida entre las sombras con miedo.

-Lo siento… Señorita Faisán. Lo siento, Pequeña señorita Colibrí… Señorita Golondrina, lo siento…

Y los llamó uno por uno y de cada uno se disculpaba.

-Todo es mi culpa… MI CULPA… les hicieron esto porque yo los amaba.

Sí, así fue.

El asesino mató a las aves para lastimar al niño.

Querían verlo sufrir.

Y ella y todos los presentes lo sabían.

-Lo siento… lo siento…

Su única culpa era amarlos demasiado.




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