Las burlas del amor

Capítulo 7

POV ELISA

La alarma de un celular estaba que sonaba desde hace unos minutos. Joder, alguien podría apagar ese maldito aparato.

Me removí entre las sábanas de la cama de hotel y por la sensación de mis piernas podía decir que ni me cambié para dormir. Wow, creo que la adrenalina de la semana se me había acabado.

Me iba a quedar otra vez dormida, pero la alarma seguía sonando muy cerca de mí; por lo que estiré mi brazo hasta tocar el celular y apagar la alarma sin siquiera mirarlo.

La práctica hace al maestro.

Con pereza abrí los ojos, provocando que punzadas llegaran a mi cabeza. Hola resaca. Me senté en la cama y me estiré sintiendo una pequeña molestia en mi parte íntima. Extrañada, me miré y caí en cuenta que estaba desnuda.

Madre mía, ¿qué hice ayer?

Un movimiento en la cama llamó mi atención y al voltearme pude observar un trasero. Literalmente un trasero muy macizo. El dueño de ese trasero estaba que se movía un poco, como si tratara de buscar la posición perfecta para seguir durmiendo. Es ahí cuando vi su rostro y como si mi mente necesitara algún tipo de contraseña, empecé a recordar todo lo sucedido.

Había estado conversando y bebiendo con este chico en la barra. Luego, de lo ebrios que estábamos, nos fuimos a bailar bachata mientras nos metíamos mano y restregábamos como adolescentes con calentura. Después, nos comenzamos a besar y le dije podíamos irnos a otro lado. Mi mente me transporta a ese momento.

Salimos del bar y en un abrir y cerrar de ojos nos encontrábamos en un hotel. Él pidió un cuarto y con rapidez nos fuimos al elevador. Nos empezamos a besar con urgencia mientras sentía sus manos pasearse por mi espalda hasta llegar a mis glúteos, los cuales aplastó y magreó a su gusto.

Cuando llegamos a la habitación la ropa comenzó a caer. Me cargó mientras nos seguíamos besando. Podía sentir como su erección se aplastaba con mi abdomen bajo y me empecé a restregar sacándole algunos gruñidos super roncos.

- ¡Ah!, preciosa sigue así – dijo besándome. Yo solo podía gemir por las caricias que recibía en mis senos. Los lamía con tanta devoción y desesperación que me volvían loca. Por mi parte, daba mordiditas a su cuello mientras dejaba unos que otro chupetón. Mis manos no se mantenían quietas y se perdían en ese delicioso trasero que vi en la mañana.

No sé en qué momento, se colocó el preservativo, pero de una estocada entró en mí. La verdad no esperaba algo suave o tierno. Él sabía por lo que venía y yo gustosa lo aceptaba. Estuvimos en ese balanceo tortuosamente delicioso. El subir y el bajar de nuestras respiraciones y los gemidos de cada uno adornaban el ambiente silencioso de la habitación. Mis uñas no paraban de arañar su espalda, mientras el aceleraba sus movimientos.

- ¡Joder! – grité o ¿gritamos? Cuando tuve ese potente orgasmo.

No solo sucedió una vez, sino fueron varias veces. Vaya noche

Volviendo a la realidad, con cautela, me levanté buscado mi vestido, mis bragas y cartera para poder irme antes de que se despertara. Así funcionaban estas cosas, ¿no?

Encontré mis bragas colgando en la manija de la puerta. ¿Cómo mierda llego eso ahí? Bueno, no importa. Seguí recogiendo mis cosas y rápidamente me cambié. Estuve buscando mi celular en mi cartera, pero ni rastro de este. Desesperada, cogí el teléfono del chico y con marqué mi número. Pude escuchar el vibrar de mi celular debajo de la cama. Me agaché y lo pude encontrar enganchado con una de las bandas de la fiesta.

Salí del cuarto y me dirigí a tomar el elevador. Cuando llegue al lobby, fue grande mi sorpresa al darme cuenta que me encontraba en el hotel donde me hospedada. Si seré mensa. Volví a subir al elevador para dirigirme a mi suite en el piso ocho. Al abrir la puerta, me encontré con mis amigas durmiendo en formas extrañas. Kath se encontraba tirada en el sofá o bueno sus piernas estaban encima de este y su cabeza en el piso; y Erin estaba en su cama babeado el cojín.

No había rastro alguno de Sasha o Aspen. ¿Dónde se habrán metido estas locas?

Me acerqué a la cama más cercana y me fui a dormir, ya que cuando me desperté eran las 8 de la mañana.

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Me desperté con el estruendo de la puerta siendo cerrada. –

- ¡A despertar mis pequeñas! – gritó Sasha que cargaba con una caja de donas y Aspen a su lado sostenía una bandeja con los cafés. Si no fuera por el aroma que emanaban los cafés y las donas ni me hubiese movido, pero tenía mucha hambre.

Nos reunimos en la pequeña salita que teníamos en el balcón de la suite y nos pusimos a desayunar. Desde ahí se podía observar la playa y las olas del mar que te llamaban a querer bañarte en ellas.

- Oye Elisa, ¿Dónde estuviste ayer? – dijo Erin mientras daba un mordisco a su dona – te desapareciste cuando fuiste a por un trago.

- Creo que la pregunta correcta sería ¿con quién estuviste? Porque no te perderías por nada del mundo una fiesta en Aruba para irte a dormir – agregó Aspen – además que no te hemos visto en la mañana en la suite.




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