Las burlas del amor

Capítulo 11

POV CARSON

Lo había logrado, como siempre.

La humildad

Lo sé

La verdad, pensé que me generaría mayores problemas obligarla a aceptar dicho trato, pero unas cuantas llamadas a mi gerente general de Luxion y una que otra paga a los periódicos para que se difundiera la noticia a cada rincón de este país, fue la mejor inversión que pude hacer.

Ups

Pues sí, mi abuela materna había sido la fundadora de la lujosa joyería Luxion. Ella maneja todo en bajo perfil y me la heredó cuando decidió jubilarse. A pesar de que había salido del negocio, ella seguía supervisando la producción o hasta seguía mandado diseños para nuevas colecciones. 

Ahora, la pregunta es ¿por qué nadie sabe que soy el dueño? Pues, mi abuela quiso dejar un legado sin que un apellido resalte y si se anunciaba que yo era el dueño, rápidamente el apellido Castinger se apodería de esta empresa como todas las otras.

Regresando a lo anterior

Había matado dos pájaros en uno. Primero, había callado los incesantes sermones de mi padre sobre mi promiscua y alocada vida. Y segundo, había asegurado mi candidatura en la presidencia de la corporación, con buena imagen.

Bueno, aun no podía cantar victoria porque no lo había firmado, pero al menos lo había aceptado verbalmente.

Eso era una señal, ¿no?

Desde aquella reunión fallida que tuvimos, había regresado a NY con un humor de perros. No entendía cómo podía rechazar esta jugosa propuesta, ella iba a ser la más beneficiada y aun así no quiso.

Golpeaba el saco de boxeo, mientras recordaba todo lo sucedido en las últimas 48 horas. Tenía que tener cuidado si quería proteger mi reputación de los carroñeros accionistas de la corporación. Tenía la suerte de ser el nieto del fundador, pero el dinero hace maravillas y mi querido “tío” Bruno había logrado tener el apoyo de esos viejos envidiosos.

Jab

Uppercut

Patada

Ese hombre me hacía perder la paciencia. Lamía el culo de todos con tal de obtener lo que quería: dinero y poder. Y cada vez, estaba más cerca de obtenerlo. Claro, eso era gracias a sus negocios sucios.

No era un secreto para la familia que Ricchetti, el esposo de mi tía, era un hombre con trapitos sucios y hasta se murmuraba un posible contacto con la mafia italiana.

Bruno había trabajado para mi abuelo mucho antes de que saliera con mi tía. Era un pasante de finanzas que con rapidez escaló hasta ubicarse en la gerencia de finanzas de la empresa principal de los Castinger, la constructora C&C. 

La ambición de ese hombre era de temer, hasta que mi abuelo lo expulsó de la matriz principal de la corporación, pero no duró mucho, ya que luego de la muerte del magnate , ese vividor había sido el primero en lanzar su candidatura, en representación de los derechos de su pobre esposa. 

Como si le importara 

Yo fui convocado como contrincante gracias a mi padre y los últimos deseos de mi abuelo.

Ahora, no podía defraudarlos

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7:00 am

Como todos los lunes, ya me encontraba en mi oficina leyendo los beneficios que habíamos obtenido de las conferencias y las ofertas de trabajo que muchos inversionistas habían mandado desesperadamente luego del evento. Además, del proyecto del señor Surugui.

Nota mental: planear el proyecto ambiental de los hoteles en zonas verdes.

Seguía revisando los papeles que mi secretaria había dejado, ni bien puse un pie en la empresa. Podía ver el reflejo de aquella carpeta negra que París había dejado el día de ayer en mi casa: el contrato

Sí, el contrato matrimonial

Aquel papel que pondría las reglas de juego a esta aventura de 3 años. Solo pedía cosas simples que no le costarían a Elisa cumplir, es mas, ella era la beneficiada número uno, así que debería agradecerme.

Las horas pasaron, hasta que mi reloj dio las 8 de la mañana. Y adivinen que, la señorita no aparecía por ningún lado. Estaba un poco intranquilo, a las 9, comenzaría la rueda de prensa y si no ajustabamos estos últimos detalles, todo estaría perdido. Lo peor de todo es que mi padre estaría presente.

Seguí esperando por lo menos 15 minutos y nada. ¿Acaso se habrá retractado? No, claro que no. Entonces, ¿se habría perdido? No creo. Y, ¿si se murió?

Ok, vale me he pasado

Mientras, seguía creando más teorías en mi cabeza y seguía metido en mi burbuja de pensamientos. No pude escuchar la llamada de mi secretaria, ni la puerta abrirse.

El carraspeo de alguien me hizo regresar a la realidad. Frente a mí se encontraba Elisa. O bueno, la versión despeinada e hiperventilada de Elisa. Me habré quedado estático o con la boca abierta porque Elisa volvió a carraspear.

- Señorita Harper, llega 15 minutos - dije lo más serio posible. Ella emitió una disculpa, mientras que rodaba los ojos  - Tome asiento - extendí la carpeta negra con el contrato

Señorita tardona agarró el contrato y se sentó a leerlo. Había sacado un lapicero negro de su cartera y comenzó a hacer marcas. Al menos le di la copia. A medida que pasaba las hojas su expresión iba cambiando a uno molesto. Muy molesto

 




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