“Blanca vivía con su padre y su madrastra. Desde que su madre había muerto había dejado de ser feliz. Esta nueva mujer que quería ocupar el lugar de su madre e incluso el suyo propio, era odiosa casi como una bruja. Entonces Blanca decidió huir de su hogar. Pasó la noche en las calles de Brooklyn hasta que llegó a un callejón donde había siete jóvenes. Ellos eran hermanos y vivían en las calles. La muchacha en desesperación se acercó a ellos y allí entablaron una fuerte amistad. Hacían malabares y escupían fuego en las esquinas donde había semáforos y recibían algunas veces monedas y otras, billetes. Así se ganaban la vida. Blanca aprendió a hacer lo mismo. Un día la joven sintió la necesidad de ver a su padre y fue hasta su casa. Había sobre la ventana una torta con olor delicioso y tentador que se estaba enfriando. La muchacha tomó un pedazo y lo comió. La torta contenía trozos de manzana y Blanca era alérgica a ésta fruta. Empezó a faltarle la respiración y cayó al suelo como muerta. Su padre la encontró y llamó una ambulancia. Blanca estuvo casi un mes sin despertar. Sus siete amigos la iban a visitar y estaban muy tristes por lo sucedido a su amiga. Cuando ella despertó estaban todos ellos rodeándola. Luego se acercó su padre y su madrastra que estaban muy contentos de verla bien. Su madrastra era una mujer de carácter fuerte pero no deseaba el mal de Blanca.
Cuando Blanca se recuperó, volvió a vivir con su padre y su madrastra pero nunca dejó de ver a sus siete amigos quienes encontraron un empleo en un taller mecánico y alquilaron una bella casa para vivir, dejando finalmente las peligrosas calles de Brooklyn”