Las canciones de Celestina

Canción 4

Quiero que mi corazón intercambie su lugar

con el de alguien especial.

 

El cartel se encendió en su brillante color rojo y yo abrí el programa como lo hacía cada noche.

Los nervios de las primeras semanas fueron desapareciendo, pero la emoción y la sorpresa permanecían allí: en cada llamado, mensaje y canción. Pero esa noche hubo un mensaje que no esperaba recibir y me sacó una sonrisa boba.

Jesse: Perdón por no haberte escrito hoy, tenía que preparar un trabajo para mañana. Que tengas buenas noches y dulces sueños.

Le contesté con algunos stickers graciosos y seguí escuchado a Percy. Y hoy era jueves, era el día en el que dábamos las predicciones del horóscopo y eso significaba la presencia de Percy, pues ella era la encargada de todas las cosas esotéricas y fantásticas de nuestro grupo. Y cuando Percy estaba en el estudio todo era mejor.

Por más que yo siempre tomara el mal genio de Casiano con simpatía y humor, a veces tenía ganas de meterle su celular por el... Bueno, así de insoportable era, siempre con mala onda y comentarios mordaces. Era imposible tener una conversación "normal" con él. Así que los días en que bajaban Percy o Guido eran un soplo de aire fresco. Guido porque era el único que podía hacer que Casiano se comporte e incluso sonría. Y con Percy podíamos simplemente ignorarlo y hablar sin problemas de cualquier cosa en los momentos que pasábamos música. Casiano podría haberse ahogado con un paquete de papitas y nosotras no nos hubiéramos dado cuenta.

Perséfone Da Santos era mi mejor amiga. Era como una hermana para mí. Una hermana honorífica de la familia Rossi más exactamente, o al menos eso había dicho Susy cuando la llevé una semana a vacacionar en la casa de mis padres.

Percy y yo nos habíamos hecho mejores amigas en nuestro primer año universitario, durante los exámenes de ingresos. Y aunque elegimos carreras diferentes, nos veíamos a menudo en la facultad y en algunas cátedras. Ambas teníamos un carácter similar y también un gusto parecido en libros. Además, Percy era el tipo de persona que podía hacerte sentir bien sin importar tu humor, era como un té de tilo andante, con su sonrisa pícara y su perezoso modo de andar. Así que no pude evitar relajarme mientras escuchaba su voz cantarina dar las predicciones del amor a cada signo. No pude evitar prestar atención cuando dio la predicción de Cáncer, el signo de Jesse.

—Piérdete en otras pieles sin miedo, en otros cuerpos, en otras vidas, pero no olvides la tuya...

Insulté mentalmente a mi corazón por apretujarse en mi pecho. Yo no tenía derecho a ponerme celosa, y mucho menos por un estúpido horóscopo. Pero tampoco pude dejar de prestar atención cuando llegó a mi signo.

—Géminis —dijo Percy, echándome una mirada significativa desde el otro lado de la pequeña mesa—. Cuanto más complaces las exigencias de los demás, más pierdes tu esencia, y es duro, porque tú lo estás viendo, y te sientes mal, porque no eres así...

Y ahí estaba, la misma sentencia de siempre. Mi problema de nunca poder decir no.

Como cuando mis hermanos pequeños me llamaban tarde para que los ayude con la tarea. Como cuando Blanca me pedía que cuide de Olivia o Manuel me rogaba que lo cubra con alguna ex enojada. Como cuando Mer quería que la ayude con los preparativos de su boda.

Como cuando Percy me pidió formar parte de la radio.

O como cuando alguien me pedía que lo ayude con sus problemas románticos.

♥ ♥ ♥

—Ya basta, Cele — habían exclamado Percy y Blanca esa semana.

Estábamos sentadas en Brooklyn, una cafetería de estilo hípster cercana a la facultad, disfrutando de los últimos días de invierno. No sabía si era por su decoración acogedora o su riquísimo café mocha, pero amaba ese lugar. Blanca se nos había unido después de dejar a Olivia en su clase taekwondo, aprovechando su día libre del salón de belleza donde trabajaba. Así que esa sería una de nuestras típicas tardes de chicas.

Mientras estábamos ahí, nos encontramos a un compañero de clases, un chico muy agradable pero terriblemente tímido. Me caía muy bien y me había pedido si podía ayudarlo con la chica que le gustaba.

—¿Qué? Sólo estaba diciendo que haría una linda pareja con Agustina —me defendí.

—Tenés que dejar de buscarle pareja a todo el mundo —dijo Blanca.

—Es genial que lo hagas en la radio, pero no tienes por qué ser Celestina todo el tiempo —agregó Percy, bajando la voz cuando habló de mi alter ego.

Aun nadie se había enterado de que yo era Celestina, la locutora de radio que estaba siendo furor en la capital y de quienes todos hablaban en la universidad. Estaba comenzando a sentirme como una superheroína, llevando una doble vida. Por suerte, yo no necesitaba usar capa ni una maya provocativa.

—Sí, no sos Cupido como para ir por la vida emparejando a la gente.

—Pero me gusta saber que puedo ayudar a alguien a ser feliz —murmuré mirando mi café mientras llevaba la taza a mi boca.

—Pero ya te estás pareciendo a tía Herminia, que siempre intentaba convencernos de que consigamos maridos ricos —se quejó Blanca de nuestra tía abuela—. ¡Dios! ¿Te acordás cuando quiso presentarnos a su neurólogo?




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