Las canciones de Celestina

Canción 5

Ya no importa cada noche que esperé

Cada calle o laberinto que crucé

Porque el cielo ha conspirado en mi favor

Y a un segundo de rendirme te encontré

 

—¡Buenas noches a todos nuestros oyentes de FM 93.2! Nos encontramos de vuelta para disfrutar de las mejores canciones románticas. Aquellas que son capaces de endulzar hasta el corazón de nuestro amargado programador —dije dedicándole una sonrisa a Casiano, quién me fulminó con la mirada.

Luego de admitir una vez al aire que yo solamente era la locutora y tenía de la ayuda de un operador en los controles, los oyentes se habían interesado en saber quién o cómo era él, especialmente las damas. Así que decidimos con Percy que les daríamos algunos detalles de Casiano sin revelar su identidad. Él nos había prohibido hacerlo, no quería que arruináramos su reputación de tipo duro. Hasta ahora todos lo conocían como el operador gruñón. Aunque quizás...

—Hoy vamos a hacer algo especial este programa, vamos a darle un nombre a nuestro operador. ¿Qué les parece? —pregunté con diversión a pesar que sabía que me estaba ganando el odio eterno de Casiano—. Les contaré un secreto: mi nombre no es Celestina, sino que lo tomé prestado de un famoso personaje de la literatura española que se encargaba de unir a las personas. ¿No sería lindo que el misterioso programador también tenga un nombre literario? Así que envíenos mensajes con los nombres que creen apropiado para nuestro adorable programador con síndrome de Grinch.

Ni bien terminé de hablar, montones de mensajes hicieron sonar el teléfono de la radio con propuestas de nombres. Eran tantos que no pude aguantarme la risa mientras los leía. Por suerte Casiano ya había puesto una canción de Pink y nadie escucharía mi carcajada.

—Algún día te mataré, Celeste —dijo amenazadoramente mi compañero a través de los auriculares que nos unían—. Lo haré lentamente y le daré de comer tus retos a mi gato.

—¡¿Tenés un gato?! ¿En serio? ¿Me muestras fotos, quiero verlo? —respondí con más efusividad de la que él esperaba y casi me muero de la risa cuando su rostro se volvió completamente rojo.

Debía admitir, que me sentía un poco mejor luego de molestar a Casiano. Esta había sido una semana difícil y, aunque me sentía algo culpable por descargarme con Casiano, sabía que él era fuerte y no le afectaría mi mal humor. Después de todo yo tenía que bancarme el suyo prácticamente todos los días.

¡Qué semana tan desastrosa!

♥ ♥ ♥

Entre la organización de la fiesta de Manuel, cuidar a Olivia, estudiar para los parciales, preparar playlists para la radio, ayudar a Fede con un trabajo práctico de Lengua por videollamada y más, cualquiera hubiera terminado muerto. Pero yo no podía hacerlo. Y menos cuando el jueves tuvimos el tormento eterno de la prueba de vestidos para la boda de América.

Como si no fuera ya suficiente soportar a una futura novia en su crisis de "estoy gorda, nada me queda bien", las damas de honor tuvimos que aguantar a dos novias nerviosas. Por suerte, también habían venido Percy y Susy como apoyo moral. Todo un batallón.

—¿Necesitás ayuda, Rina? —le pregunté al a novia de mi hermana a través de la puerta del probador. Estábamos en una pequeña boutique de Córdoba capital que hacía vestidos a medida. Había escuchado a mi futura cuñada murmurando puteadas desde hace rato, mientras Blanca y Percy discutían sobre los vestidos de las damas de honor.

—Sí, por favor. —Entré al cubículo y me encontré con una joven mujer de veintinueve años con su largo y lacio cabello negro cayendo sobre un hermoso vestido marfil de estilo princesa—. No puedo prender los botones —se quejó quitando su cabello de la espalda.

Cualquier persona entraría en pánico al ver semejante hilera de botones forrados, algunos enganchados con su cabello, pero yo simplemente tomé aire y comencé a trabajar. Rina no sólo era mi cuñada, sino también una vieja amiga y mi antigua tutora de hebreo.

Siempre me había gustado aprender nuevos idiomas -actualmente hablaba fluidamente cinco y me las arreglaba bastante bien con otros cuatro- y cuando estuve en secundaria me obsesioné con aprender hebreo. Por suerte no tuve que buscar mucho porque e papá tenía un amigo judío cuya hija daba clases en una sinagoga. Y, aunque yo no era judía, aceptó enseñarme lo básico.

Fue así como se conocieron con América. Fue Rina quien le dio valor y libertad a mi hermana.

Mer tenía más o menos mi edad cuando entendió que no podía cambiar lo que era, sin importar cuanto lo intentara. Ella había intentado "ser normal", acallar sus sentimientos saliendo con chicos y desocupar su mente cuidándonos a nosotros y dedicándose completamente a su carrera como chef. Pero yo me daba cuenta de que algo no andaba bien. Cada día que pasaba su sonrisa se volvía más y más falsa, algo en ella se estaba marchitando. Una llama que se convertía en cenizas.

Hasta que llegó Rina con toda su chispa y reavivó la luz dentro de América.

Rina acostumbraba a ir a mi casa a enseñarme. A veces era molesto, con Nacho y Fede dando vueltas por ahí o Manu lanzándole piropos. Pero lo realmente interesante sucedía cuando Mer llegaba y se ponía a cocinar mientras nosotras estudiábamos en la mesa de la cocina. Entonces mi tutora no le sacaba los ojos de encima y Mer lo notaba, lo que la hacía poner de mal humor. Una vez, luego de que Mer nos echara de la cocina por, según ella, hacer demasiado ruido, le pedí a Rina que no incomodara más a Mer.




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