Las canciones de Celestina

Canción 6

Amiga, estés donde estés

Que si te falta el aliento, yo te lo daré

Y si te sientes sola, háblame

Que te estaré escuchando aunque no te pueda ver

 

—¡Buenas noches, amores, y bienvenidos a Stereo Hearts, el programa que los llena de dulzura! Acá por FM 93.2 —hice un esfuerzo por poner el mismo entusiasmo de todas las noches, pero era difícil cuando mi mente estaba en cualquier otra parte.

Bah. No en cualquier parte. Estaban exactamente en Madrid. En Jesse y en su último mail.

Mi querida Cele:

Sé que es raro que te escriba mails, pero creo que la situación lo ameritaba. Escucha... o mejor lee. Mi intención era que esto fuera sorpresa, pero no me lo puedo guardar más. Sabes que soy un desastre para estas cosas.

Además, luego de darle vueltas a la idea, pensé que sería un poco demasiado si aparecía como si nada, muy problemático. Así que aquí va la bomba: dentro de unos días, más específicamente el domingo dieciséis de agosto, iré a visitarte.

Por favor dime si no quieres que vaya. Lo entenderé, sé que estoy siendo muy inoportuno. Por favor, respóndeme.

Con cariño, Jesse.

No le había respondido aún. Lo sabía, lo sabía. Pero no sabía qué decirle, estaba en completo shock. Jesse. Mi Jesse. Mi mejor amigo y el chico del que llevaba años enamorada vendría a verme. Y si no era como decía ser en internet. Y si yo no era lo que él esperaba, si lo decepcionaba. Si no congeniábamos tan bien en la realidad. Y si...

Había decenas de cosas que podían salir mal.

Y si no podía evitarlo y me le confesaba.

Y si el me rechazaba. Y si...

Y si nuestra amistad quedaba arruinada. No podía perder a Jesse. No podría soportarlo. No quería que las cosas cambien entre nosotros. No quería que las cosas cambien, punto.

Así que, habían pasado los días y yo seguía sin responderle. Sí, lo sabía, yo era una persona terrible. Hubiera deseado que la tierra me tragase.

Las cosas no podrían ponerse peor, ¿verdad?

Pues sí lo hicieron y a escalas astronómicas.

♥ ♥ ♥

El desastre número uno fue el ensayo de la banda.

Aquel domingo, La Sombra de Peter Pan ensayó un poco antes de la presentación en el cumpleaños de Manuel. Quizás parecía ser solo una fiesta más, pero prácticamente toda ciudad universitaria iría y quién sabe cuántos fans nuevos podrían conseguir.

Y como ya habíamos quedado libres de parciales, Percy y yo preparamos mate y decidimos disfrutar de un pequeño concierto privado en el estudio de radio. La mesa y los micrófonos de la radio fueron movidos para dar espacio a los instrumentos y sus ocupantes, mientras mi amiga y yo nos sentamos en el lugar del operador. Unas migajas de papas fritas sobre la mesa de controles delataban aquel lugar como territorio de Casiano.

A eso de las cuatro de la tarde ya estábamos casi todos. Patricio y Casiano afinaban sus guitarras mientras, Renzo bromeaba desde la batería con Guido sobre los memes del momento.

Los dos miembros de la banda eran la demostración de que nunca debías guiarte por las apariencias. Guido tenía el aspecto más llamativo de todos. Aunque no tenía tantos tatuajes y perforaciones como Casiano, resaltaba por los constantes cambios de color de su cabello. Ahora lo llevaba de un rojo furioso que combinaba con su rostro de duendecillo y sonrisa pícara. Por su parte, Renzo era el más "normal", un simple estudiante de medicina de veinticinco años con oscuros ojos achinados y cabello negro rapado. El más pequeño era Patricio, el bajista y vocalista, que sorprendía a todos con su profunda voz. Con sólo dieciocho años, Patricio era un muchachito rubio y menudo que seguía los pasos de su primo Guido en casi todo, incluyendo el mal gusto. Aunque, gracias a Dios, aún no tenía la misma adicción hacia la tintura de pelo.

Estaban casi todos.

—¿Empezamos o esperamos? —preguntó Guido mirando su celular.

—No esperen a nadie, ya estoy acá —dijo una voz antes de que su dueña se aparezca en la puerta—. Perdón, perdón, perdón.

—¿Cuántas veces tenemos que decirte que llegues a tiempo? —la regañó Guido, quizás no lo pareciera por su personalidad alegre y lugar como segunda guitarra, pero Guido era el líder de la banda y sabía poner orden cuando se lo necesitaba.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que es mejor llegar tarde que llegar fea? —le replicó Marlene con una sonrisa seductora.

—Entonces deberías volver dentro de una hora —le dije.

—O un siglo —agregó Percy.

—El decorado no habla —citó a una famosa vedette.

Marlene había empezado esta guerra hace cuatro años cuando las tres éramos ingresantes y ella decidió hacernos la vida imposible.




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