Las canciones de Celestina

Canción 8

Oh please, say to me

You'll let me be your man

And please, say to me

You'll let me hold your hand.

 

—Bienvenidos enamorados a una nueva emisión de Stereo Hearts, el más grande programa de música romántica del interior, sólo por 93.2, Radio Underground—dije y no presumía—. Porque la música no tiene fronteras y el internet ha logrado no sólo nos escuchen desde otras provincias, sino también de otros países ¡en tan sólo unos meses! No se imaginan lo agradecidos que estamos Darcy y yo.

«Bueno, quizás sólo yo» me dije echándole una mirada a Casiano, quien manejaba los controles con pereza, metido en su mundo.

Últimamente hacía mucho eso, meterse en su mundo y aislarse de los demás. Y no era por ser egocéntrica, pero estaba segura de que a quién más ignoraba era a mí. Ya habían pasado cinco días desde la fiesta de Manuel y el trato de Casiano seguía siendo frío y cortante... Bueno, más de lo normal. Estaba tratando que no me afecte, pero cada vez que me respondía monosilábicamente o evitaba hacer contacto visual, algo se clavaba en mí. Cuando creía que al fin nuestra relación había mejorado un poco, las cosas tuvieron que ponerse raras aquel sábado.

♥ ♥ ♥

—¡Sorpresa! —exclamó Jesse y era toda felicidad. Pero entonces yo tardé mucho en responderle y su sonrisa vaciló—. ¡Oh, perdón! Te asusté, ¿verdad? —dijo soltándome de pronto y dando un paso atrás.

Negué con la cabeza, sin poder contestarle.

Me había asustado un poco, sí. Pero era él, era Jesse. Esa era su voz suave y su acento español. Esos eran sus ojos verdes, su cabello corto y castaño, y sonrisa tímida. Aunque era más alto de lo que creía... y más apuesto en persona.

—¿Jes-Jesse? ¿Qué... qué hacés acá? —balbuceé como tarada.

—Quería darte una sorpresa —respondió con una sonrisa traviesa—. Me hubiera gustado llegar antes a la fiesta, pero no conseguí un vuelo más temprano.

—Pero, ¿cómo entraste?

—Tu hermana me contractó hace unos días. Al principio me aterró bastante. Déjame decirte que es muy creativa con las amenazas. Pero creo que una vez que pasé su prueba, le simpaticé y me invitó a la fiesta de tu hermano. Se suponía que llegaría hoy temprano, pero mi vuelo se retrasó y luego tuve que esperar otro bus —respondió, hablando muy rápido y sin tomar aire como era típico en él. Entonces noté que se cambiaba de peso de un pie a otro e hizo una mueca que yo conocía bien. Estaba nervioso. En verdad era él.

«Nota mental: matar a Blanca cuando la viera» me dije sin poder entender del todo lo que estaba pasando. Jesse estaba allí.

A penas era consciente de lo que pasaba a mi alrededor. La fiesta estaba terminando, sonaban algunos lentos mientras los invitados se abandonaban el teatro, tambaleantes y felices. Sabía que Jesse seguía hablándome, pero no entendía sus palabras. Me sentía mareada y confundida. Quizás era por la sorpresa, pero estaba segura de que era por el alcohol, siempre había sido mala con la bebida.

—¿Celeste? —alguien me llamó.

Y para poner las cosas más extrañas, Casiano apareció detrás de mí. Aturdida me di vuelta y me lo encontré con el estuche de su guitarra al hombro y la camisa azul otra vez sobre su musculosa de gatito.

—Perdón, pero vas a tener que esperarme a que terminemos de guardar el equipo antes de llevarte a tu casa —dijo y sus ojos aún brillaban por la euforia del show—. Por lo que sé, Renzo y tu melliza desaparecieron hace rato y tus hermanos se van de after con unos amigos.

Dejé escapar un pequeño gruñido, ya quería desesperadamente tirarme en mi cama para que el mundo deje dar vueltas.

—Yo puedo acompañarte —se ofreció Jesse, entendiendo hasta mis gruñidos—. Podemos tomar un taxi.

En ese momento, mi compañero reparó en Jesse y lo fulminó con la mirada. Esas miradas de Casiano daban miedo, pero mi amigo contrarrestó con una expresión de desafío. Casi podía ver los rayos entre ellos como en los dibujitos. O quizás el alcohol me estaba haciendo ver cosas raras.

—¿Y este gallego quién es? —preguntó.

—Soy de Madrid, no de Galicia —lo corrigió Jesse.

—Casiano. Él es Elliott —dije usando el apellido de Jesse, como él acostumbraba—, mi mejor amigo. Nos conocimos por internet y al fin pudo venir a visitarme...

—¿Así que no lo habías conocido en persona hasta ahora? —preguntó, estudiando a Jesse —. Ni loco te dejo ir con este tipo.

—No quiero ser prejuicioso, pero tú no tienes un aspecto muy... confiable, tío —respondió Jesse, señalando los piercings y tatuajes de Casiano.

—No voy a dejar que se vaya con alguien que no conoce la ciudad. Vamos —dijo y me tomó de la mano, llevándome hacia los bastidores.

Casiano estaba caminando demasiado rápido y yo estaba cada vez más mareada, pero su mano me sujetaba fuerte y no me dejaba caer. Demasiado fuerte tal vez.

—Casiano, duele. Casiano esperá. Me estás lastima...




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