~~~~Bee♡
El concierto terminó con un estallido de guitarras, gritos y luces que me dejaron ciega por unos segundos. Yo todavía tenía los oídos vibrando como si alguien me hubiera puesto una colmena dentro de la cabeza.
Lisa, en cambio, estaba en modo ultra fan girl nivel 3000.
—¡Bee, lo viste! ¡Me viste! Te juro que me estaba mirando a mí… bueno, no, ¡a ti! ¡A ti, Bee! —me zarandeaba como si fuera un muñeco de trapo.
—Fue una ilusión óptica, Lisa —suspiré—. De todas las chicas que podría estar mirando, ¿por qué observaría a la que tiene tacones que le quedan grandes?
—¡No te quedan grandes, lucen vintage en ti! —me corrigió, como si eso lo explicara todo.
Yo rodé los ojos, pero no me atreví a discutir más. Estaba segura de que discutir con Lisa sobre Nick Tyler era como discutir con un un fanático sobre su equipo de fútbol. No había manera de ganar.
Mientras yo intentaba recuperar la respiración, los miembros de Midnight Noise se bajaron del escenario y comenzaron a firmar autógrafos, tomarse fotos y sonreír como si no acabaran de gastar todos los pulmones que tenían en su cuerpo.
—¿Quieres quedarte en la fila? —pregunté, segura de que ella iba a acampar allí hasta tener una foto.
Pero me sorprendió.
—¡No! Un verdadero fan sabe que después de un concierto ellos nunca se quedan mucho tiempo. Van directo al Club 88, a una calle de aquí. ¡Vamos!
—¿Club 88? —fruncí el ceño— ¿No es ese lugar del que dicen que la gente sale… diferente?
—Eso es el tequila, Bee. No el club —me agarró de la muñeca—. ¡Vamos a colarnos!
Yo ni siquiera tuve tiempo de responder. En menos de cinco minutos ya estábamos haciendo fila frente a una puerta con luces de neón, rodeadas de estudiantes emocionados que hablaban de la banda como si fueran dioses modernos.
El guardia de seguridad nos miró de arriba a abajo cuando llegamos a la entrada. Principalmente a mi, que a pesar de mi vestido y mis tacones, lucía completamente fuera de lugar. Emano una vibra diferente, diría mi madre.
Milagrosamente, logramos entrar gracias a Lisa y su encantadora forma de ser. Yo sospechaba que si alguna vez me arrestaban por entrar en propiedad privada, ella sería la culpable… y la culpable adorable que además saldría en la foto de la comisaría sonriendo.
El club estaba lleno de luces parpadeantes, humo artificial y un DJ que parecía tener una pelea personal con mis tímpanos. Sin embargo, contra todo pronóstico, terminé divirtiéndome. Bailamos, gritamos, y aunque yo parecía un flamenco en rehabilitación, Lisa me arrastraba y reía como si yo fuera Shakira.
—¡Voy por unas bebidas! —me gritó al oído y desapareció entre la multitud.
Yo asentí, sintiendo que necesitaba un respiro.
Me dirigí al baño, tuve que hacer una extensa fila para poder entrar. Me miré al espejo, observando mi aspecto: La máscara de pestañas se me había corrido, y solo tenía labial en el borde de los labios.
Solté un suspiro, me moje la nuca y saqué el labial rojo de Lisa de mi bolso, me retoqué como pude y acomodé mi cabello que comenzaba a inflarse por la humedad.
Estaba haciendo mi mayor esfuerzo, a pesar de que estaba divirtiéndome mucho, quería volver al dormitorio, descansar, y quizás mañana leer un poco, prepararme para el comienzo de mi carrera universitaria.
Pero no quería ser agua fiestas, y mi roomie había sido demasiado amable conmigo como para pedirle que volviéramos cuando probablemente ella quería quedarse hasta el fin de la noche.
Así que tomé una respiración profunda, me armé de valor y salí, dirigiéndome hacía la barra para buscarla.
Sin embargo, cuando llegué... no estaba.
—¿Lisa? —la llamé, aunque mi voz se perdió entre la multitud.
Rebusqué nuevamente en mi bolso hasta sacar mi teléfono, había un pequeño detalle: Los únicos contactos que tenía eran Jairo y Luna, mis padres.
—Mierda —suspiré, ¿cómo iba a contactarme con mi roomie si ni siquiera tenía su número, ni tampoco redes sociales?
Seguí caminando, dejándome llevar por la marea de personas, ni siquiera tenía que moverme, prácticamente me empujaban mientras yo buscaba una cabellera rubia entre la multitud.
—Genial. Primera noche de universidad y ya perdí a mi única amiga —murmuré, caminando entre la gente.
Fue entonces cuando un tipo disfrazado de payaso (sí, un payaso, no pregunten, yo tampoco entendí) me puso en la mano un vaso rosado con olor sospechoso.
—Raspberry, para la señorita.
Yo lo tomé por pura cortesía, pero ni loca pensaba beberlo. Con mi suerte, seguro terminaba con vómito fluorescente.
Mientras buscaba a Lisa, sin darme cuenta crucé una cortina negra que parecía solo parte de la decoración… hasta que miré alrededor y entendí: había entrado al VIP.
Todo era más elegante ahí: sofás de cuero, mesas iluminadas, y un ambiente que gritaba “no perteneces aquí, Bee”. Yo intenté retroceder, pero choqué con alguien. Y, por supuesto, el vaso se volcó de lleno en su camiseta.